China: de pirata a dueño de tecnología

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Hace dos años, la nueva ley de marcas de China representó un momento de relanzamiento de esa economía en los mercados internacionales, mostrándose ahora como una nación orientada al reconocimiento y la observancia estricta de los derechos de propiedad intelectual. Del temido país de la falsificación y la piratería de marcas queda poco, y más bien asistimos ahora a un esfuerzo notable de ampliación de su infraestructura jurídica y el mejoramiento sensible de su clima de negocios.

En el pasado, era común que ciudadanos chinos, muchas veces vinculados a una marca de origen extranjero por haber operado como sus maquiladores, obtenían registros que utilizaban para boicotear la salida de exportaciones de productos con esa marca, fabricados por otros maquiladores. De hecho, muchas empresas mexicanas que fabrican en China se vieron involucradas en asuntos de ese tipo, que podían ser descritos genéricamente como verdaderos “secuestros de marca”. De conformidad a esta nueva legislación, inclusive registros obtenidos por empresas en rubros diversos a su giro principal resultarán inviables, lo que constituye toda una limitación para la apropiación indebida de marcas ajenas.

Poco a poco, las empresas chinas han venido superando uno de los grandes retos para el ensanchamiento de sus operaciones comerciales en el plano internacional, desarrollando y adquiriendo marcas que identifiquen sus productos. Así como en su momento adquirieron de IBM la marca Lenovo, que hoy ha recuperado posiciones de liderazgo en el mercado, han también desarrollado marcas tan poderosas y dominantes como Huawei, que es hoy una de las tres más grandes de la telefonía celular, al lado de Samsung y iPhone. Éste ha sido un tránsito exitoso y deslumbrante de la mano de obra barata como activo competitivo de su economía, hacia la capacidad esencial de los Derechos de Propiedad Intelectual como sofisticados generadores de riqueza.

marca china de teléfonos inteligentes

En un informe liberado por el Vice Premier chino Wang Yang en el año 2016, en materia de procedimientos de observancia de Derechos de Propiedad Intelectual concluidos en China, sus cifras resultaron sorprendentes. No sólo resulta asombroso el número de investigaciones por piratería que se han iniciado en ese país en el 2015, alcanzando la cifra récord de 200 mil, sino que de las 22 mil sentencias dictadas 81% son condenatorias, esto es, más de 18 mil personas fueron sancionadas por ilícitos relacionados a la violación de Derechos de Propiedad Intelectual.

Estos datos se suman a otros informes que en el último lustro se han venido acumulando y que parecen reseñar un cambio drástico en las políticas de ese país, con relación al respeto de los derechos de patentes, marcas y copyright. Aunque muchos especialistas siguen desconfiando del discurso oficial y asumen que los hechos siguen desmintiendo estos logros, lo cierto es que las evidencias positivas siguen acumulándose.

Por una parte, desde hace varios años, China ha promovido y promulgado nueva legislación en estas materias, que ha permitido modernizar de manera radical su sistema jurídico para dotarlo de procedimientos eficaces para la protección y defensa de los derechos. Al mismo tiempo, el gigante asiático ha realizado un esfuerzo encomiable de capacitación de sus funcionarios en todos los puntos cruciales del sistema: examinadores de patentes, oficiales de aduanas, fiscales y policía de investigación, y jueces y magistrados.

Otra de las expresiones del cambio, se verifica en las políticas que la poderosa plataforma de comercio electrónico de venta al menudeo “Alibaba” ha adoptado, como resultado de la presión de los titulares de marcas famosas a fin de impedir la venta de productos infractores de derechos de Propiedad Intelectual.

Pero el cambio más profundo y seguramente el más significativo, es el que tiene que ver con la forma en que las empresas de ese país perciben la Propiedad Intelectual, pasando a ser, en unos cuantos años, usuarias intensivas del sistema. Ya no es novedad que las empresas chinas aparezcan como líderes en las listas mundiales que anualmente se publican de patentamiento, superando a empresas de tecnología estadounidenses, japonesas y europeas que por años se habían disputado la cima. Este dato es fundamental para contemplar el cambio desde la perspectiva de que China no lo ha realizado solo para dar cumplimiento a exigencias internacionales, sino que ha asumido que los beneficios que aporta el buen ejercicio de estos derechos es un curso de acción esencial para la expansión de su comercio mundial.

Abundan en la historia múltiples ejemplos de países que han basado su crecimiento económico en la innovación y el conocimiento en la forma de productos comercializables, marcas poderosas y derechos excluyentes. Un caso académico es el de las grandes firmas estadounidenses fundadas en la primera mitad del siglo XX, bajo tecnologías patentadas por Ford, Chrysler, General Electric, Westinghouse o Kodak. Otro, el del Japón de la posguerra con sus Toshiba, Sony y Panasonic. Otro más reciente, el gran relanzamiento de Corea con los ejemplares desarrollos de Samsung y LG.

No sobraría, en la cuarta transformación de México, incluir el renglón tecnológico y dar un brinco de calidad hacia las franquicias sociales, las patentes verdes, las Indicaciones geográficas, la protección de las expresiones de folclore y el conocimiento tradicional, como mecanismos de integración que permiten reestructurar el tejido de las comunidades a partir de las tareas productivas.

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