La Tercera Raíz

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El término Tercera Raíz fue acuñado por la etnóloga mexicana Luz María Martínez Montiel (la primera africanista de México), con la finalidad de dar a conocer de manera digna lo que, nos guste o no, en menor o mayor medida, todos los mexicanos tenemos: sangre negra, sangre esclava.

Es necesario ponerse en el contexto histórico de la época, donde la esclavitud era una práctica inherente en el hombre desde tiempos inmemorables. De ahí que al esclavo se le tratara físicamente como mercancía, sin ninguna ética o remordimiento de conciencia, a veces todo lo contrario, pues la gente pensaba, incluida la Iglesia, que se le hacía un favor “comprándolo”, en vez de dejarlo a merced de su pecaminosa vida salvaje.

Fue a finales del siglo XV cuando llegaron los primeros negros a nuestras tierras. Conforme fue creciendo la Colonia, la demanda laboral se acrecentó y con ella la necesaria importación de esclavos. Los innumerables trámites y costos para la compra-venta de esclavos no eran enchiladas, pues entonces todo estaba centralizado en una de las más burocráticas y fastidiosas estancias del reino: la Casa de Contratación de Sevilla, que controlaba absolutamente todo lo que entraba y salía de las colonias.

Ahora bien, si se quería entrar al negocio de esclavos primero había que tener recursos para solventar gastos de transporte, manutención y aranceles, que no eran pocos. Por lo mismo este tipo de empresas eran solventadas, por lo general, entre varios individuos o compañías, principalmente provenientes de Portugal, Inglaterra y Holanda, los más negreros.

Una vez con el doblón en la mano se debía sacar una licencia y los permisos para poder ir a África a comprar al negro. Esto tardaba meses. Después de ir por la mercancía se tenía que regresar a Sevilla a sacar otros permisos y licencias para poder llevar al negro a América. Además de lo tardado y engorroso del asunto, el costo del trámite subía constantemente: si a principios del siglo XVI el mercader pagaba entre 2 y 5 ducados por cabeza, a finales del siglo pagaba entre 19 y 22, si lo hacía en cash, si no hasta 25 ducados.

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Casa de contratación de Sevilla (Imagen: https://historiageneral.com).

Por supuesto no tardó en aparecer lo que hoy conocemos como chanchullo, y en donde cabía un negro metían veinte. Cuestión de imaginarse las condiciones en las que se transportaba a esta pobre gente, considerando que entonces un viaje de Sevilla a Veracruz, si todo iba bien y no había huracanes, piratas, motines, ataques sorpresa de sardinas colmilludas o cero viento, tardaba un promedio de tres meses.

Llegando al puerto novohispano las autoridades verificaban que cada esclavo contara con un permiso. Les importaba un cacahuate si venía con cabeza o no (hasta 1571 se comenzó a reglamentar el tema de la salubridad). En caso de no traer su carné la mercancía era decomisada y posteriormente rebotada a España, cosa que jamás sucedía, pues casualmente el negro se perdía en el camino (para ser revendido en algún otro lado).

Hechos todos los trámites, que también se tardaban lo suyo, por fin bajaban a los esclavos del barco, para embutirlos en una bodega, hasta que fueran transportados a sus destinos, no sin antes levantar más actas y más papeleo, ahora por el uso de veredas y caminos reales.

Una vez llegado a su destino, el negro era expuesto en una plaza pública (aquí en la capital Tlatelolco era la favorita). Ahí pregoneros de voz trepidante pedaleaban la mercancía. Entonces los esclavos eran divididos según su actividad comercial: esclavos para las minas, para el uso doméstico o para la agricultura: “Los negros castellanos tenían un valor más alto. Los de mayor demanda eran los de entre 20 y 30 años, y si alguno sabía un oficio subía de precio. La familia de negros era vendida como uno solo, las mujeres valían menos, las mujeres con hijos pequeños también eran vendidos como un solo individuo y los esclavos que eran revendidos (normalmente por ser rebeldes) eran los más baratos”, dice el historiador Juan de Dios González Ibarra.

Escogido el negro, el comprador realizaba sus pruebas para comprobar la “calidad” del producto. Si todo estaba bien, entonces procedían al pago y a la elaboración de un contrato minucioso sobre cada una de las características físicas y distintivas del negro, sus cualidades, si tomaba o no, si era agresivo o rebelde, de dónde venía, a qué grupo pertenecía y un verdadero largo etcétera.

Para cuando sus mercedes terminaban de redactar y leer el contrato, la mercancía ya se había comido al cura, al monaguillo e iban por la segunda monja. Sin embargo, este requisito que se fue haciendo más irritable con el tiempo, se debía a que la protección legal a la esclavitud fue, durante la Colonia, una de las preocupaciones legislativas más importantes, pues se consideraba coaligada a las prescripciones mercantiles, dice González Ibarra.

Ahora bien, la esclavitud africana no sólo era permitida socialmente en México sino protegida estrictamente por Ley, ya que a partir de 1542 se prohibió esclavizar al indígena. A esto hay que sumarle que entre 1535-45 se fueron descubriendo los sensacionales yacimientos de oro y plata en el territorio. Había una gran demanda de esclavos que convirtió a nuestro país en el principal destino de negros africanos.

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Comercio de esclavos en la América española (Imagen: www.nuevatribuna.es).

Por lo mismo el padre de la antropología mexicana, Gonzalo Aguirre Beltrán, calcula que a mediados del siglo XVI y principios del siglo XVII, llegaron a nuestro país unos 250.000 esclavos, el equivalente al número de españoles asentados en México durante los tres siglos de dominación colonial, aunque otros entendidos, tomando en cuenta el contrabando, elevan la cifra a 400.000. Claro, comparados con la población indígena, parecían ser pocos, pero hacia finales del siglo XVII hubo muchos pueblos donde la raza negra superaba a sus contrapartes. Por ejemplo, en Acapulco el 95% era de raza negra, 61% en Cuautla, Morelos, y 57% en Colima, por decir algunos.

Como era de esperarse, muchos negros no tardaron en rebelarse y fugarse. Cuando esto sucedía de manera individual se les llamaba negros cimarrones. Cuando lo hacían en conjunto se les llamaba palenque de negros. Se trataba de gente brava, organizada y con una sorprendente habilidad para adaptarse a su entorno. A fines del siglo XVI muchos cimarrones fueron una verdadera amenaza para el tráfico de mercancías entre Veracruz y el centro.

De los más famosos cimarrones fue Nyanga, negrazo de miedo que hacia 1570, después de achicarles la cabeza a tortazos a uno que otro negrero que se las debía, escapó y se refugió en lo que hoy es Córdoba, Veracruz. Lideraba un grupo numeroso que se convirtió en la pesadilla de las autoridades al asaltar caminos, haciendas y también, ¿por qué no?, conventos e iglesias, hasta que el virrey no le quedó más que negociar con ellos.

Los seguidores de Nyanga fueron creciendo hasta decidir asentarse en los alrededores del Pico de Orizaba. Al pueblo lo llamaron Yanga, que significa “príncipe”, con fecha legal de fundación el 6 de enero de 1609 y reconocido por el virrey en 1630: Éste fue el primer pueblo libre de todo el continente.

La esclavitud en México se abolió hasta 1829.

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ANGELES VILLANUEVA

Interesantes y amenos sus artículos Gerardo! Gracias.

Gerardo Australia

Muchísimas gracias doña Ángeles ¡gracias por leerme¡

Carlos Pérez Bucio

Gracias por esta historia. La tercera raíz, esa gran olvidada de nuestro país.

Gerardo Australia

gracias por la lectura, mi estimado Carlos!!

Gerardo A. Brabata Pintado

Muy bueno tocayo. Conozco el tema y he pasado por Yanga. En Tabasco la negritud, como se le decía tidavia hasta el siglo pasado, está presente en Tabasco desde siempre aunque no reconocida. Yo siento su presencia en mi pasión por la música y los ritmos llamados afrocubanos y en la variedad gastronómica nuestra enlazada más con el Caribe, lo que nos hace bananeros desde Veracruz hasta Brazil. Lo único que lamento es la manera peyorativa de decirles aún negros o raza negra. Yo he propuesto Afroamericanos desde Alazka hasta la Tuerra del Fuego. En fin que me gusto artículo y tema. Felicidades.

Gerardo Australia

Muchas gracias don Gerardo!…De verdad es un tema interesantísimo y poco recurrido, y sí es en la música donde más claras se encuentra la influencia de la tercera raíz, qué sabrosa música, de veras!!
Un gran abrazo y gracias por leer

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