En este momento a más de 800 kilómetros sobre nuestras cabezas, en el espacio extraterrestre los Estados de la Tierra libran una batalla implacable por desarrollar telecomunicaciones, aplicar ciencia y tecnología, ubicar nuevas rutas, encontrar materiales, fuentes de energía y, ¿por qué no?, aspiran a ganar prestigio. Y es que hay que reconocerlo, para los más de siete mil millones de habitantes de la Tierra y las relaciones internacionales, el futuro está allá afuera. ¡Es la geopolítica espacial!
Y mientras en nuestro planeta la mecatrónica, robótica y nuevas tecnologías crean computadoras que entre 2029 y 2045 tendrán más transistores que los hombres neuronas en el cerebro, es momento de ver al cielo.
Hoy ya no existe más el monopolio en la exploración del Cosmos que protagonizaron Estados Unidos y Rusia en el siglo XX. Hace décadas que nuevos actores globales (China, Bolivia, Francia, India, Brasil, Irán, Israel y hasta el Vaticano, entre otros) buscan a otros seres vivos y exploran en otros sistemas planetarios, agua, alimentos y nuevas fuentes que garanticen su supervivencia.
Para los mexicanos la ciencia y tecnología espaciales no son ajenas. En la década de 1950 el gobierno impulsó la exploración espacial y en 1955 el ingeniero José de la Herrán cofundaba con otros colegas la Sociedad Mexicana de Estudios Interplanetarios. Ya en 1957 físicos de San Luis Potosí construían cohetes y lograban la hazaña de elevar hasta dos mil metros, uno de ocho kilos.

En 1959 el secretario de Comunicaciones y Transportes, Walter Cross Buchanan, lograba elevar cuatro mil metros el artefacto SCT-1 de 200 kilos, impulsado con alcohol etílico y oxígeno. Ese año la vocación institucional por el conocimiento se plasmaba en la Comisión sobre la Utilización del Espacio Ultraterrestre con Fines Pacíficos de la ONU de la que México con 23 países fue miembro fundador. realizaba pruebas con artefactos para lanzarlos al espacio exterior.
Adolfo López Mateos apostaba por el protagonismo de México en la ciencia espacial y el 31 de agosto de 1962, decretaba la creación de la Comisión Nacional del Espacio Exterior (CNEE). Así, se lanzaba el cohete Tótotl (pájaro) que se elevó 22 kilómetros, seguido de los cohetes-sonda Tonatiuh, Mitl, Huitle (jabalina) y el vehículo Tláloc. Tras esa proeza se crearía el Departamento del Espacio Exterior en el Instituto de Geofísica de la UNAM.

En 1977 se disolvía la CNEE y México dejaba de ser autónomo en la exploración espacial y pese a la insistencia de la UNAM por volver a ser autónoma, se pasó a depender de la agencia espacial de Estados Unidos, para poner en órbita el satélite Morelos.
En 2006 la Cámara de Diputados aprobaba la creación de la Agencia Espacial Mexicana, pero la desgana inexplicable prolongaría hasta 2010 su puesta en marcha… adherida a la agenda de agencias extranjeras. Ése es un apurado recuento de la historia, insuficientemente recordada y digna de orgullo, del valiente asalto al cielo de los científicos mexicanos.
No obstante, el llamado Tercer Mundo no deja de ver hacia las estrellas. Brasil, el gigante latinoamericano inició su programa espacial en la década de 1960 –en plena dictadura militar– y aún lo mantiene eficaz. En 1970 China, el gigante asiático que apenas 50 años atrás vivía en situación medieval, se propuso desarrollar su industria espacial. Ya en 2003 lanzaba su primera misión tripulada.
Lo siguió su vecino India en 1975. Desde entonces ha puesto en órbita satélites propios y de socios, y es líder en cantidad de equipos de teleobservación del planeta.
Y como el islam no está reñido con la ciencia y el desarrollo, en 2008 Irán se incorporaba al avance espacial tras poner en órbita su cohete de telecomunicaciones Kavosh. De igual forma, su adversario Israel –cuya poderosísima Fuerza Aérea le ha dado grandes victorias– anuncia que en diciembre lanzará una nave no tripulada a la Luna y será la primera financiada en privado.

En mayo de 2013, la agencia espacial ecuatoriana intentaba captar las señales de su satélite Pegaso temerosa de que impactara con los millones de toneladas de chatarra espacial (satélites o cohetes obsoletos) que flotan en el Universo. Afortunadamente el artefacto andino triunfaría en su misión.
Además del célebre Cabo Kennedy de la NASA, de la Ile de Levant de Francia o el Rocket Launch Site de Alemania, hoy los vehículos que se dirigen al espacio salen del Cosmódromo de Baikonur (en Kazajastán) y el centro espacial de Xichang, China, desde donde Bolivia incursionó en el campo de los satélites de telecomunicaciones con su Tupac Katari.

Es cierto que para las superpotencias el espacio extraterrestre aún es laboratorio militar. Lo que en los años 80 se llamó “Guerra de las Galaxias”, hoy es el “Escudo Antimisiles” que desde el espacio lanza láseres contra los adversarios.
No obstante, recordemos al gran Zygmunt Bauman ‒para quien la política no puede distanciarse del interés público‒, y a los mexicanos precursores de la investigación espacial que, sustentados en un gobierno que apostaba al conocimiento como vía de desarrollo, no temían viajar por el Cosmos los 384 mil kilómetros que apenas nos separan de la Luna.
Excelente documento, lo triste es que lamentablemente aquí en México solo se invierte el .5% del PIB en ciencia y tecnología… Los avances en nuestro país en muy lento comparado con países con otros países.
Debería haber un incremento en partida presupuestal para educación y ciencia y tecnología. Hay que generar gente con hambre de aprendizaje.
Muy interesante recuento y análisis. Ojalá se retomara ese interés del Estado en la exploración del espacio. Saludos.
Muy buen texto repleto de datos históricos sobre la investigación espacial en México, yo desconocía que hubiera ta
Excelente Investigacion y el giro que le da la autora a esta historia en relación con la poítica Internacional.
Felicidades.