Desde hace unos años las reglas de cómo se mueve el mundo empezaron a cambiar. El hecho más importante en que pudiéramos coincidir es que ya no es sencillo pronosticar el futuro. El resultado del Brexit y la era Trump se convirtieron en realidades que la mayoría no esperaba y en detonadores de una necesidad de cambio. ¿Para qué está sucediendo esto que nos quita el control de anticipar el futuro que tanto nos gusta? Seguro algo tenemos que aprender.
Hoy el presidente más “poderoso” del mundo puede levantarse y, de acuerdo a su estado de ánimo, mandar un “tweet” que se convierta en un impacto de cambio en la economía mundial, tomar la decisión de cancelar un tratado internacional o inclusive, detonar una guerra sin haberlo consultado con sus comandantes militares, algo nunca previsto.
Por otro lado, podemos observar a nuestro mundo separado y en desacuerdo al ver que cada vez requerimos más eventos y reuniones globales para hacer acuerdos; que aun si creemos que estos sirvan para poner orden y generar sinergia, terminan siendo negociaciones de poder y en muchos casos sin un claro impacto global, dándole fuerza a un clima de poca confianza en las relaciones internacionales.
Desde mi percepción, veo que hoy vivimos en un mundo con distorsiones que están siendo creadas por nosotros desde nuestro inconsciente colectivo. Un mundo donde puede valer más el dinero extra en la bolsa, que el darle de comer a una familia que no lo tiene. Un lugar que compartimos creyendo que estamos desconectados de todo, alejados cada vez más de la naturaleza y, sin darnos cuenta también, desconectados con nosotros mismos de forma inconsciente.
Vivimos lejos de la realidad de los potenciales del ser humano, por lo que nos provoca estar distorsionados creando sub-sistemas de poder que, al no ser colaborativos, rompen con el sistema integral y nos alejan de las posibilidades de actuar como eco-sistema. Si lo vemos de forma pragmática y en auto-referencia, esto que nos está afectando, es lo que venimos a aprender y es lo que decidirá si nuestro planeta tierra continúa solo o acompañado de la humanidad.
En México también colaboramos inconscientemente a la distorsión desde este sub-sistema llamado país. Aquí nos polarizamos y nos dividimos; nos alabamos y nos desvalorizamos. Así vamos creando la realidad que vivimos y que nos trae un resultado que al final no nos gusta del todo. ¿Cómo pudiéramos salir de este “ciclo” que parece de autodestrucción?
En los foros globales económicos, sociales y empresariales ‒considerados los “más importantes”‒ donde se comparten los resultados de estudios y nuevo conocimiento, se han propuesto centrar las estrategias de cualquier tipo en un solo punto: el SER HUMANO. Sumando la era de la tecnología y la casi infinita información que disponemos gracias a ello, se habla de un nuevo enfoque para medir el coeficiente intelectual. Venimos haciéndolo desde el nivel del conocimiento y se propone pasar al nivel de atención, buscando responder a los retos de este mundo en constante cambio y distorsionado.
Esto se ha tomado en cuenta desde la aparición del concepto de “inteligencia emocional”; incluso desde hace varios años, líderes mundiales han implementado prácticas personales y, dentro de sus organizaciones, con un enfoque alrededor del “mindfulness”, siendo ésta una prueba reciente el éxito en Google. Esto ha podido ayudar poco a poco a obtener mejoras en atención, sin embargo, aún no se tiene un mínimo colectivo para generar un impacto global.
En México podemos entrar a esta nueva etapa de consciencia. Antes de actuar desde los paradigmas y emociones colectivas, requerimos parar, observarnos y encontrar mejores soluciones a nuestros retos desde un país atento a la realidad y a nuestros potenciales. Un lugar donde sumemos y seamos conscientes de que vamos juntos y no separados. Un México auto-referente que aprende y avanza.
Estamos frente a una gran oportunidad de aprendizaje colectivo que nos puede llevar a dos caminos. Construimos un México consciente que nos dé los potenciales para salir adelante o, continuamos en la separación y su distorsión viviendo los mismos resultados repetidamente culpando a todo y a todos mientras no sea “yo”. El reto viene desde cada uno; la pregunta es ¿Hasta dónde estamos dispuestos a romper con la inercia que nos distorsiona para descubrirnos y hacernos conscientes que no vamos solos? No solo es darle respuesta a la interrogante, el camino para lograrlo es actuar; conscientemente.
Actuar concientemente!!!! ??