Argentina, destellos verdes vislumbran y contagian libertad

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La reciente discusión en torno a la interrupción del embarazo que las argentinas han puesto en el mundo expresa a cabalidad lo que el Nobel mexicano, Octavio Paz, decía:  “el grado de civilización de una sociedad se mide por el grado de libertad de sus mujeres.” Un video que circula por las redes sociales de una red de mujeres que abarca nacionalidades diversas (Rusia, Alemania, Austria, Perú, Dinamarca, Brasil, México, Italia, Cuba, Uruguay, Colombia)  invita al espectador a que aplauda su libertad y coraje. Es un mensaje de mujeres para mujeres, de libertad y lucha. Coincido, festejo y me uno a su lucha: la libertad individual es la cúspide que debería cementar nuestras relaciones.

Derechos como el aborto legal se hermanan con otros tan básicos como votar y manejar (polémica reciente en el mundo árabe), o la libertad de tatuarte sin ser discriminado (busca el caso del abogado Alfredo Peña en el club Las Lomas en Guadalajara );  y, también se hermanan, con derechos y libertades más polémicas pero fundamentales como la posibilidad de cambiar de sexo o decidir que tengas una muerte asistida y digna. Aquellos que no se dan cuenta de que con su postura de rechazo a esas libertades se superponen al derecho y  al pensamiento de otro, tienen una ceguera moral arrastrada y encriptada, en el caso del aborto, por un machismo religioso encubierto por capas de poder y dominio. Entre otros elementos que hilvanan el rechazo a las libertades encontramos: nebulosas conceptuales encerradas en la fe y la ciencia, corazas filosóficas encriptadas en la “lucha por la vida” o la autonomía absoluta y el acto más primitivo de nuestra psique: el deseo de dominio y supremacía sobre el otro.

En Argentina la ola verde de mujeres y hombres que apoyan tener la posibilidad de abortar es fundamentalmente una nueva generación; los 38 de 69 senadoras y senadores que votaron en contra de la propuesta de ley pertenecen en visión y planteamiento de varias generaciones previas. El impacto del clero, tanto del Papa Francisco cómo del Arzobispo Poli es inminente. La fuerza social y la tracción retrógrada de los dirigentes clericales simplemente reflejan que su método para guiar el camino de sus feligreses se está agotando (sobre todo cuando se meten en un ámbito ajeno al de la fe). Según datos de la asociación Socorristas en Red 58.3% de las mujeres que abortaron con socorristas de manera ilegal son católicas. Encerrar a una luciérnaga en la lámpara añeja y caduca de las prohibiciones se opone a la vitalidad humana. Una sociedad de luciérnagas verdes zumban titilantes y reclaman su libertad en las calles de Buenos Aires.

Sólo Cuba, Uruguay y la Ciudad de México posibilitan la interrupción del embarazo sin necesidad de causales de violación o médicas de forma legal en Latinoamérica. En la Ciudad de México ocurre en el 2007 con una reforma al código penal durante el Gobierno de Marcelo Ebrard.  Uruguay lo hace legal en el 2012 y Cuba lo posibilita desde 1964, sin duda siendo vanguardista al igual que la desaparecida Unión Soviética, que fue el primer país en legalizarlo en 1920. Sin embargo, las técnicas de interrupción del embarazo son tan viejas como la humanidad, sus fines han sido diversos. En el mundo occidental su prohibición se une a la iglesia y es una discusión, bastante moderna por cierto, en la que el alma vive desde el momento de la concepción. Tanto en la época medieval como en épocas posteriores, previas al siglo pasado, el aborto se practica dentro de los cánones de la iglesia. La razón de ello es que la discusión giraba en torno cuándo se llevaba a cabo  “la infusión del alma” en el cuerpo (que es bastante parecida a la discusión “médica” de cuándo empieza a ser una persona el cigoto, el embrión o el feto). Para la iglesia medieval el aborto se practicaba por causa de adulterio. La defensa de la fidelidad (del engaño de la mujer hacia el marido) pesaba más que el alma del ser que llevaba dentro. Es hasta el presente siglo -según Jane Hurst- que Pio XII en el “Acta Apostolicae Sedis” menciona que: “una criatura, aún no nacida, es una persona en el mismo grado y la misma razón que la madre”. De ahí la iglesia moderna comienza una lucha por la vida desde la concepción y establece el criterio absoluto de dicho ser.

aborto legal
“Pañuelazo” en el Congreso Nacional Argentino, febrero 2018 (Foto: Leandro Teysseire/https://www.pagina12.com.ar).

Pero la discusión en torno a cuándo un ser tiene alma o ya es una persona, es una postura absolutista que no resuelve un conflicto que no se teje ni en la fe ni en la ontología del ser; el problema de la interrupción del embarazo es un problema de derecho y de libertades individuales. Ver algunas de las sesiones dentro del senado argentino en la que médicos como Luis Durand Figueroa o Fernando Iudica tratan de disuadir a aquellos que están a favor de la interrupción del embarazo demostrando que en la semana “X” ya se tiene vida, es equivalente a leer las disertaciones de los teólogos medievales sobre el alma y el cuerpo. San Agustín decía “Según la ley, el acto (del aborto) no se considera homicidio, porque aún no se puede decir que haya alma viva en un cuerpo que carece de sensación, ya que todavía no se ha formado la carne y no está dotada de sentidos”; Durand Figueroa muestra un coágulo de nueve semanas de gestación palpitante y pregunta a la audiencia si eso no tiene vida y no tiene forma humana. Ambos argumentos se basan en el mismo principio.

La ley no aceptada mantiene un principio de proporcionalidad en el derecho que defiende las libertades individuales pero no establece un absoluto de éstas, y en mi opinión esa postura ayuda a escapar de encrucijadas éticas de los defensores de la vida o de los defensores de la autonomía absoluta de que la mujer decide sobre su cuerpo. La mujer no tiene autonomía frente al ser que lleva dentro en el mismo grado durante todo el proceso de gestación. Ese ser siempre es un ser vivo, al igual que el espermatozoide o el óvulo (pero nadie grita asesino al que se masturba o se lava las manos y elimina bacterias). La razón de ello es que si bien, y si nos alejamos de aquellas discusiones medievales, aceptamos que desde la concepción existe un ser vivo dentro de la mujer, ese ser que tiene derechos desde ese momento no tiene los mismos derechos siempre. Se privilegia la autonomía de la mujer en su decisión a menor desarrollo del ser gestándose y disminuye la autonomía de esa mujer y el derecho a decidir sobre aquél que lleva dentro en la medida en que éste está más desarrollado. Ese principio jurídico es el que premia en las legislaciones a favor de la interrupción del embarazo a nivel global y por eso se establecen criterios de gestación; no es porque ese ser tenga vida o no.

La manera en la que Aida Kemelmajer, en el Senado argentino, explicó el principio de la autonomía y la libertad proporcional es muy clara. Una mujer embarazada, quien ya en sus últimas semanas de gestación, no quiere hacer caso de la recomendación del médico de tener una cesárea lo más pronto posible, sale del médico después de que éste le advierte que su bebé ya está en peligro mortal, ella arremete con que desea un parto natural. En ese momento el médico mete un amparo y la justicia termina yendo a casa de la mujer para llevarla al hospital a que tenga a su bebé a través de la cesárea. Así ocurre. A primera vista parecería un acto de privación de sus libertades, en el fondo es una defensa de los derechos del niño que lleva dentro. El principio de proporcionalidad se cumple, así se protege y respeta al otro.

La libertad individual es la base y el principio que debe de estructurar nuestras relaciones. Los absolutos no existen como posibilidad de diálogo porque la realidad siempre traza conflictos, hablar de absolutos establece la base de un conflicto. Es una lástima que a la vez que la Argentina se cimbra por un movimiento social tan fuerte y vivo, el lastre del pensamiento y el tiempo acartonado la detengan. Concuerdo con el deseo de Pino Solanas en su discurso dado en el Senado: es cuestión de un par de años para que una ley así se apruebe en Argentina. La lucha por la libertad de esas luciérnagas verdes ahora encerradas en la jaula de la prohibición no ha terminado, espero contagien a más mujeres y hombres latinoamericanos. La libertad individual como sociedad debemos de buscarla y luchar por ella. Parafraseando a Paz, yo diría que el grado de civilización de nuestra sociedad se mide por el grado de libertades individuales que se respetan.

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Laura

Y como consecuencia de cómo resultó la votación, hay grupos organizando la desafiliación a la Iglesia Católica, la llamada apostasía y hay filas en las iglesias para realizar el trámite.

Juan

Triste y sesgada manera de pensar y poner las cosas, de una manera que engaña y perversamente trata de confundir y politizar un tema que es ciencia, la ciencia dice que desde el momento de la concepción hay un ser humano, con todo el ADN. Hablar del alma, bueno por lo que veo hay personas adultas que no la tienen, como Ud. Y todos los pro abortistas que se dejan llevar como borregos por el mundo.
Ok si como dices no hay alma y se puede matar a ese ser indefenso pues es un estorbo, porque no ir de una vez más allá y proponer el aborto extemporáneo, una madre, padre que tiene un niño de 4 años, que si se le deja solo moriría pues depende su bienestar del cuidado de los padres, porque no acceder a que la madre y o el padre decidan si lo quieren o no? Para allá vamos? Matemos todos los seres que nos estorban o ya no queremos, al fin si los dejamos solos de todos modos morirán, y en mi egoísmo solo yo importo.
Deberías informarte un poco más acerca de la Iglesia pues hay muchas mentiras y leyendas negras, pero la Iglesia es vanguardista y en ella hay, ha habido y abra grandes mentes, al igual que hay sombras, y no confundas libertad con libertinaje.
Ya sé que me van a crucificar pero no importa dos o tres conciencias que dejen de ser borregos y piensen y con eso me doy por satisfecho.

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