Cuando las cosas no son como deberían ser
«¡Mexicanos!, en el acto mismo de mi muerte, os recomiendo el amor a la patria y observancia de nuestra santa religión; ella es quien os ha de conducir a la gloria. Muero por haber venido a ayudaros, y muero gustoso, porque muero entre vosotros: muero con honor, no como traidor: no quedará a mis hijos y su posteridad esta mancha: no soy traidor, no» (Agustín de Iturbide, antes de ser fusilado el 19 de Julio de 1824).
En 1821, recién consumada la Independencia de México, Agustín de Iturbide se proclamó Emperador del país, acción que miles de seguidores vieron como una traición a sus ideales y principios. Pero vayamos más atrás, mucho más atrás, desde el nacimiento de este hombre a quien historiadores y expertos en historia de México consideran el otro “padre de la patria”.
Agustín Cosme Damián de Iturbide y Aramburu, el nombre completo del primer emperador mexicano, nació en 1783, en la ciudad de Valladolid, lo que hoy se conoce como Michoacán. Su familia era una de las más acaudaladas en la Nueva España, al poseer diversas haciendas y comercios, de manera que se les conocía como parte de la nobleza de la época. Aunque desde joven participó del otro lado de la historia, formó parte del Ejército Realista (españoles) persiguiendo a los insurgentes en diversas batallas. Aunque al final, se unió a la causa del cura, estaba en contra de las órdenes que en ocasiones dejaba en manos de los ejércitos de campesinos y gente que desconocía en gran parte las estrategias y el orden militar, por lo cual saqueaban todo a su paso y eliminaban de igual forma a soldados, como a la población civil.
Él no estaba de acuerdo en que se tornara tan sangrienta la lucha, de hecho, se negó a aceptar el cargo de teniente general que Hidalgo le había ofrecido después de una de las batallas, argumentando que “la independencia no se puede conseguir con masacres, ni con baños de sangre”.
Tal vez por su conocimiento en el ámbito militar o por su experiencia en el campo de la administración, dentro de las propiedades comerciales de sus padres, creía que la violencia generaría más violencia y que podía modificar este rumbo de la historia si se creaba un plan en el que todos los estratos de la sociedad fueran incluidos para tomar las decisiones de un país que apenas nacía. El Plan, originalmente creado en Iguala, fue el documento que definía la formación de un imperio, e invitaría a los Reyes de España a formar parte de ello. Esta capacidad de mediador fue de gran ayuda para lograr ese sueño de independencia y entrar a la Ciudad de México con el Ejército Trigarante.
Pero conforme pasó el tiempo y ante hechos adversos, la historia de Iturbide pasó de ser el héroe de la independencia al villano con un acto de “traición a la patria”, al proclamarse emperador de México. La realidad histórica va un poco más allá, ya que diversas causas apuntan a que las condiciones del país naciente no eran óptimas para declararse como una República Democrática, más bien, él creía que una monarquía sería menos compleja a la hora de organizarse como nación y así como hay personas que no apoyan nuestras decisiones a la hora de emprender; él se topó con una parte de la sociedad que estaba en contra de la formación de un imperio en México e incluso, a sabiendas de esto, fue nombrado Emperador, el primero y el único de la historia mexicana.
Poco tiempo después de nombrarse emperador, Agustín I tuvo que abdicar y exiliarse en Italia junto a su familia. Al año siguiente, vuelve con la intención de avisar al gobierno sobre una posible conspiración española para reconquistar México, pero al llegar es encarcelado y fusilado, ya que durante su ausencia se le nombró enemigo público y se prohibió su entrada al país.
El panorama histórico que vivió Iturbide y su historia son similares a los de cualquier emprendedor que se enfrenta a la adversidad. De hecho, Iturbide podría considerarse uno de los primeros emprendedores en la lucha de Independencia, porque recordemos que la definición precisa de emprendimiento es el “Acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro.”[1] Su empresa fue precisamente forjar las bases para lo que hoy es nuestro país y de la misma manera que a muchos de nosotros nos han negado la oportunidad de llevar a cabo nuestros sueños, Iturbide nos demuestra que a pesar de que estés haciendo las cosas bien, siempre habrá detractores que te juzguen por tus ideas.
Al final, sean buenas o malas empresas, tenemos que lanzarnos a emprender con conocimiento de causa y con un equipo, un ejército o un país completo. La intención es llegar lejos siempre.
Referencias:
Hay una grave error, Agustín I fue el primer emperador mexicano y de la historia mexicana, pero no fue el único emperador de la historia mexicana, también Maximiliano de Hamsburgo fue proclamado emperador de México, realmente México tuvo dos emperadores.