En la prefectura de Kanagawa (Japón) existe un parque natural llamado Kodomo no kuni, dedicado a los niños. En uno de sus rincones existe un monumento a un scout desconocido, quien, durante la Segunda Guerra Mundial, sirvió al ejército de su país. En una de las batallas decisivas, se enfrentó a un soldado estadounidense herido. Éste hizo un saludo particular y se desmayó al ver que se acercaba su muerte pero, al despertar, sus heridas estaban curadas. Observó a un lado un pequeño trozo de papel con un mensaje extraño. Fue atendido en un hospital, donde le tradujeron el contenido que decía más o menos así: Yo soy el soldado japonés que intentó batirte con la bayoneta, te vi saludar como lo hacen los scouts y me has recordado que yo era también uno de ellos. Los boy scouts son hermanos, y es imperdonable matar a un soldado herido, por lo cual te he dado primeros auxilios, buena suerte.
Este cuento o historia habla de la bondad de la gente, en cualquier parte del mundo, y como ésta, hay miles de anécdotas parecidas, algunas más conocidas que otras, pero siempre hay una que nos ejemplifica que, en realidad, hay más personas buenas que malas en el mundo. Lo que creo es que hay muchas personas tibias y ésas son las que terminan por arruinarlo todo… Pero, déjenme explicarlo de una manera más profesional, de manera empresarial.
En la economía actual, hay tres sectores industriales reconocidos por la mayoría de las escuelas en el mundo: el sector privado, representado por las empresas, cuya finalidad es, precisamente, que sean lucrativas; el sector público, refiriéndose a todas las actividades que tienen que regularse por administraciones, como las organizaciones gubernamentales; y, finalmente, el tercer sector, el cual está formado por organizaciones no lucrativas o no gubernamentales. Es decir, aquellas fundaciones, organismos internacionales y cualquier tipo de empresa dedicada a apoyar alguna causa social, que ayude o impacte para mejorar la calidad de vida de una persona o más.
Estas empresas y ONGs tienen que presentar ciertas características para que sean consideradas como parte del Tercer Sector[1]:
a) Deben estar organizadas formalmente.
b) Sus fundadores pueden ser parte de la esfera pública o privada.
c) Los fundadores no deben repartir ganancias, es decir, debe ser NO LUCRATIVA, pero, en caso de obtener dinero, debe ser reinvertido en la organización.
d) Deben ser capaces de autogobernarse, autocontrolarse y autosustentarse.
e) Las organizaciones deben ser de participación voluntaria.
Entonces, si tomamos en cuenta la última característica, nos daremos cuenta que la clave está, precisamente, en la capacidad que tenemos como VOLUNTARIOS.
En México, se estima que alrededor del 0.4% de la población ha formado parte de una organización voluntaria o ha participado en acciones altruistas, es decir, sin ánimo de lucro. Aun cuando el Centro Mexicano para la Filantropía realiza cada siete años un estudio que mide la participación ciudadana, y ha arrojado, entre otros datos de interés que, en el año 2005, el 66% de los mexicanos se mostraba interesado por realizar acciones o participar como voluntarios, mientras que, en el año 2012, ese índice creció 9%, es decir, tres cuartas partes del total de los encuestados. ¿Por qué si la mayoría de la gente está decidida a ayudar, no lo hace? La respuesta es simple: porque es tibia de corazón[2].
Son tibios de corazón aquellos que no se deciden. Los que “dejan para mañana lo que pueden hacer hoy”, los que quieren tener resultados excelentes, haciendo lo mismo. Los que planean mucho y no llevan nada a cabo. Esos soñadores que tienen muchas ideas en la cabeza, pero cuando se disponen a hacerlas realidad, no se animan.
Si tomamos en cuenta nuestro primer párrafo donde hablábamos del soldado que salvó a su enemigo, y lo trasladamos a las cifras actuales de México de interesados en realizar labores voluntarias, podemos afirmar que SOMOS MÁS LOS BUENOS y que es preciso sacudir esa tibieza de corazón que nos detiene a irnos por el camino “fácil” o el ya recorrido, esa tibieza que nos impide tomar decisiones concretas, certeras y tajantes. “Dejamos a la cajera, porque nos roba… pero poquito”; o, “no lo corro, porque no me sirve mucho, pero tampoco me estorba tanto.” O, la clásica, “nos da problemas, pero a veces nos ayuda”. No debemos permitir que la tibieza nos alcance. Tenemos que formar empresas y organizaciones con personas interesadas en servir a la sociedad, que sepan qué hacer en momentos clave, como el del soldado que reconoció a su compañero, pese a las diferencias culturales. Necesitamos ser más los buenos y no rendirnos, porque sólo los verdaderos apasionados son los locos y los valientes que logran cambiar el mundo. El ministro bautista estadounidense Billy Graham decía al respecto: “La valentía es contagiosa. Cuando un hombre adopta una posición firme, las columnas vertebrales de los demás se enderezan también.”
Referencias: