Dicen que la paciencia es un árbol de raíz amarga, pero de frutos muy dulces. ¿Paciencia? Paciencia hemos tenido los mexicanos por varios siglos. En México tanto la raíz como sus frutos han sido amargos para la gran mayoría.
Hemos escuchado por ahí que nunca se debe gatear cuando se tiene el impulso de volar. Sí, volar. Tenemos alas. No tomemos en cuenta la profundidad de nuestra caída, sino mejor precisemos con qué hemos tropezado. ¿Ignorancia? ¿Valemadrismo? ¿Miedo?
El valor no es la ausencia de miedo, sino la habilidad de cada persona para enfrentarlo. Son difíciles los tiempos que vivimos, ciertamente, pero no esperemos una oportunidad, sino salgamos a buscarla. Nadie puede volver atrás y enmendar el pasado, pero cualquiera puede empezar hoy y crear un nuevo final.
Se afirma que no es saludable estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma. Los chicos necesitan modelos, anhelan héroes que estimulen las fibras más sensibles de su ser. Los jóvenes se encuentran desesperanzados, perdidos, sin brújula en la selva del mundo de los adultos, cada vez más siniestro. La necesidad de transgredir se incrementa en ellos cuando les es difícil identificarse con la hipocresía de los adultos: cuando les decimos una cosa y hacemos otra; cuando son unas nuestras creencias y otros nuestros afanes. Cuando separamos la fe religiosa de nuestros actos cotidianos. Cuando reprobamos la conducta de la juventud y no reparamos en que hemos alimentado a las nuevas generaciones con el veneno de la violencia.
¿Paciencia? Sí, paciencia para enseñar a cerebros perezosos, saturados de imágenes sádicas, desenfrenadas, que ofrecemos a diario en series y películas. Sus almas están sedientas de ideales, de héroes, de actos generosos. Ese sí es un enorme reto; no requiere paciencia para soportar nuestra desventura, sino compromiso para remediarlo.
La educación no cambia al mundo, sino a las personas que van a cambiar el mundo. La dignidad del maestro es un regalo para la sociedad, un estímulo para la familia, una bendición para los alumnos. Educar es un arte, y quien educa es un artista: pulir, cincelar y diseñar con paciencia y tolerancia las habilidades de cada alumno para hacer de ellos una obra de arte universal. “Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora.” (Proverbio hindú).
Si penetramos bajo la embravecida superficie de nuestro presente descubriremos que la gigantesca ola de cambio ya está golpeando nuestras vidas, lo cual provoca conflicto y tensión a nuestro alrededor en todos los campos, desde la vida personal hasta la política. Pero también puede hacer posible distinguir aquellas innovaciones que son meramente cosméticas -sólo por encimita- o aquellas que son las verdaderas ideas luz en que la pregunta correcta suele ser más importante que la respuesta correcta a la pregunta equivocada. Mantener a un país en la ignorancia y en la confusión es una forma de esclavitud.
La meta es lograr un acuerdo democrático que suministre respuestas, y plantee también muchas preguntas nuevas. Conceder, incluso a los adversarios, la posibilidad de verdad parcial, y a uno mismo, la posibilidad de error. Lo mejor de tocar fondo es que ya no podemos caer más… a partir de entonces sólo nos queda subir.
En una época de explosivos cambios en que se formulan las más amplias preguntas acerca de nuestro futuro como nación, las preguntas no son una simple cuestión de curiosidad intelectual. Son una cuestión de supervivencia.
Las promesas significan todo, pero cuando no se cumplen, las disculpas y las excusas no significan nada.