Por décadas, los migrantes centroamericanos hacia Estados Unidos, junto con su calvario, han sido invisibilizados. Hay más de una razón. Por un lado, representan un problema incómodo para gobiernos a lo largo de la región. Los costos políticos de dignificar la vida pública de buena parte de Centroamérica han sido apabullantemente mayores que los pasos dados en esa dirección. Sin embargo, por el otro lado, los propios migrantes han tenido que invisibilizarse como una estrategia de supervivencia a lo largo de su trayecto. Es una misión imposible en última instancia. El resultado es que el migrante se convierte en víctima de un sinfín de frentes: autoridades migratorias corruptas que los extorsionan; polleros indolentes que lucran con la ocasión; violentos grupos criminales, así como pandillas que les provocan todo tipo de vejaciones; y desprotección generalizada de parte de los gobiernos de sus países de origen y tránsito.
Organizaciones sociales dedicadas a proteger migrantes lo han señalado cientos de veces: a pesar de todo eso, para ellos el infierno de migrar en esta región del mundo suele ser una mejor opción al infierno que significaría no hacerlo. Migrar puede convertirse en tragedia. Quedarse ya lo es. Hay experiencias dramáticas que ya exhiben el tamaño del problema, como la de los setenta y dos migrantes que fueron impunemente asesinados en San Fernando, Tamaulipas. La desgracia es múltiple, pues junto con las agresiones, la desprotección también proviene de varios ángulos. Aunque la caravana de migrantes centroamericanos que recorre México es excepcional por varias razones, hay un rasgo que vale la pena resaltar: hace visibles a los que, hasta ahora y por mucho tiempo, han sido y estado invisibles.
“Si en lugar de migración decimos industria de tráfico de personas, entonces la caravana es una especie de huelga anti-polleros”, afirma agudamente la antropóloga Natalia Mendoza. Además, dentro de esa industria, hay muchos más sectores encadenados que han lucrado con la misma desgracia. El lado más salvaje del neoliberalismo a veces se expresa desde flancos ilegales. Sin embargo, esta vez los migrantes decidieron partir con aviso de antemano, en grupo, y más o menos organizados. Esto provocó la aparición de teorías de conspiración que sugieren que la organización, idea y ejecución de la caravana ha sido planeada y perfectamente pensada paso a paso. Según esta lógica, hay una o unas pocas mentes maestras que organizan y capitalizan políticamente con los migrantes, como si eso no pasara ya desde hace años y desde otras trincheras.
A través de sus presidentes, los gobiernos de Honduras y Guatemala han señalado la importancia de encontrar a los responsables de esa planeación. Probablemente los encuentren cuando se miren al espejo. En última instancia, esa cacería de brujas es irrelevante. La tragedia que motiva la migración permanece antes, durante y, seguramente, después de la caravana. Lo que sí es relevante es el digno reclamo de los invisibles por hacerse visibles, pues ahora ésa es la estrategia de supervivencia. Y a pesar de todo, los riesgos siguen tan presentes como latentes. De acuerdo con información de Huffington Post, el ombudsman de Oaxaca reportó que “unos cien miembros de la caravana migrante fueron secuestrados y entregados a un cártel”.
Mientras tanto, un miembro más de la caravana murió en la frontera entre México y Guatemala como producto de un enfrentamiento con la Policía Federal. A la fecha no se ha esclarecido su muerte, pues la policía niega haber usado en esa ocasión balas de goma, con la que supuestamente habría fallecido. Por si fuera poco, probablemente la mayor hostilidad sigue estando por delante. En medio del contexto electoral, Donald Trump desplegó cinco mil soldados –que podrían convertirse en quince mil– a lo largo de su frontera para contener una caravana llena de niños, mujeres y hombres desprotegidos y, por supuesto, desarmados. La hostilidad no sólo sigue llegando desde los mismos flancos, de hecho, podría haberse intensificado. En todo caso, ya son visibles, y ahí sigue estando la posibilidad de sobrevivir.