A la memoria de Francisca Carrillo, Panchita.
Me dio mucho gusto que la ganadora de los Globos de Oro ‒como mejor película extranjera y mejor director‒ haya sido Roma de Alfonso Cuarón, y también constatar una vez más que el Centro de Estudios Cinematográficos (CUEC) de la UNAM ha formado a egresados notables.
Roma es una a cinta sobre la que se ha comentado tanto que es difícil tratar de agregar algo nuevo. Sin embargo, me animo a escribir porque, finalmente, todo espectador tiene su propia mirada de acuerdo a sus experiencias y puntos de vista.
De Roma gocé de su excepcional fotografía, su tono emocional, su ritmo pausado, la gran actuación de Yalitiza Aparicio, la reconstrucción de la ciudad con las excepcionales escenas de Insurgentes en las cercanías de lo que era el cine Las Américas, las magníficas tomas de Ciudad Netzahualcóyotl y la reproducción de los sonidos de una época desde las canciones de Leo Dan hasta el vendedor de camotes, el retumbo de las bandas y de la propaganda política.
Me siento acompañada por algunas escenas específicas que ya han sido reproducidas muchas veces: la azotea donde Cleo y uno de los niños están acostados con sus cabezas juntas y sus cuerpos recostados hacia lados opuestos; la última toma donde ella sube por la escalera; y la escena inicial de agua que parece abundante pero que siempre será insuficiente para mantener totalmente limpio el garaje de la casa, y cuando en éste hay un perro cuyos esfínteres resultan incontrolables para la más eficiente de las servidoras domésticas. También me gustaron las tomas de muchas otras escenas de la vida cotidiana que dan cuenta de los esfuerzos para acomodar un coche grande en un espacio pequeño, y los acercamientos que la cámara hace a los movimientos del “hombre de la casa” al volante, y en los cuales, aunque no se muestre su cara, el movimiento de sus manos al manejar y fumar muestran una forma de ejercer su control y dominio.
Creo que en Roma las imágenes y el ritmo son más importantes que el guion. No concibo que esta película pueda convertirse en un libro o en una obra de teatro al igual que ha pasado con otros éxitos de la pantalla. Entiendo las declaraciones de Cuarón cuando compara su cine más con una obra musical que con una literaria, de cierta forma su creación fluye como si estuviéramos en un concierto.
Desde otros puntos de vista, como ya son varios los que lo han observado, Roma promueve la diversidad al introducir figuras femeninas alejadas de los patrones hollywoodenses. El filme se destaca no sólo por visibilizar el importante papel de las nanas y empleadas domésticas sino el de muchas mujeres de diferentes clases sociales que son las únicas responsables de sostener la casa y mantener unidas a sus familias ante una plaga de hombres ausentes. Lo anterior se sintetiza en la frase de la película “siempre estamos solas”.
Roma también muestra los rasgos que puede llevar la entrega acrítica y pasional a cualquier credo, deporte o actividad física donde predomine el fervor colectivo, especialmente en los que también tengan un rol en el fomento de cierto tipo de identidad masculina de los jóvenes de zonas marginales. En la película vemos cómo éstas son en realidad, un campo de entrenamiento para el grupo represor Los halcones.
De la misma forma en que suele ocurrir, prácticamente en cualquier obra, Roma también tiene algunos detalles que me gustaron menos y que no considero bien logrados. En especial el papel de las actrices profesionales con experiencia previa. Ni la abuela ni la esposa me parecieron convincentes. Muchas veces se ven acartonadas y las sentí como un freno para el buen fluir de la cinta. Las actuaciones de los niños me gustaron a ratos y tendría que volver a ver la película para identificar cuáles fueron estos momentos y quién de ellos hizo mejor su papel. Creo que las escenas del bebé que da a luz muerto en el hospital son excesivas y demasiado explícitas. No encontré muy convincente las relaciones entre el nivel de vida de la familia y la ocupación del padre y de la madre, sobre todo cuando ella hace mención de que va a cambiar de un giro de actividad a otro por sus necesidades de ingresos.
No obstante, para mí lo más importante es cómo Roma logra retratar a la ciudad, las familias y la sociedad de una época. Con unos años de diferencia, me remitió a mi infancia. Aunque no crecí en la colonia que da nombre a la película, mi mundo tenía muchas similitudes.
En especial, me hizo pensar en Francisca, quien jugó un papel primordial en diversas etapas de mi vida. No sólo me cuidó a mí, sino también a mis hijos. Procedente de Tehuacán, Puebla, Panchita era nuestra nana y cocinera. A diferencia de Cleo, ella no entró a mi casa en su temprana juventud sino cuando ya era una sufrida mujer que tenía alrededor de treinta años. Antes de eso, como tantas Cleos, ella había tenido un hijo fuera del matrimonio y el padre se alejó cuando supo la noticia. Su madre reaccionó de una forma tan furiosa por el desacato de su hija que, antes de la fecha del parto, se puso de acuerdo con el médico para que no le mostrara al recién nacido y lo dieran en adopción desde el primer momento. Además, para que esto “no volviera a ocurrir”, ese mismo día le hicieron una intervención para ligarle las trompas de Falopio. Frecuentemente me encontraba a Francisca llorando por el hijo perdido y siempre se preguntó si debería de buscarlo.
A diferencia de Cleo, Panchita era una mujer parlanchina y, en cierta forma, revoltosa. Externaba sus opiniones, y escuchaba las novelas radiofónicas de Chucho el roto, personaje robinhoodesco que robaba a los ricos para dárselo a los pobres. Para que su nombre estuviera presente, a nuestra mejor mascota, un hermoso y peludo gato de cabellos dorados le puso el nombre de “Paco”, y quería tanto a mi hermano Jaime ‒a quien cuidó desde recién nacido‒ que a mi madre en vez de “Señora” le decía “suegra”.
Tambien desearia resaltar la complicidad de las mujered en una incipiente sororidad. Todas y cada una de ellas se complementan, se dicen secretos se quieren. Y era el periodo en Mexico que las mujered de clase media luchabamos por la libertad sexual, en la pelicula simbolizada por el cambio de auto, en fin un mil simbolismos, y el ultimo una piramide mujeres abrazando niños.