La historia de los tacones
La estética de la moda ha adoptado, unas décadas sí y otras también, distintos estilos y tipos de tacones como parte del diseño del calzado. Por generaciones los tacones han sido símbolo de femineidad y glamour, así que hoy puede resultar difícil concebir que, en sus orígenes, estos aditamentos tuvieron valor por su funcionalidad y eran símbolo de masculinidad y jerarquía social.
Fue en Egipto, aproximadamente en el año 3,500 a.C. (¡hace mucho, mucho tiempo!), que una especie de plataformas de piel que se amarraban a la parte superior de los zapatos se establecen como las primeras precursoras de los tacones. A partir de ahí, el siguiente registro se realiza en el teatro griego desde el 700 a.C. hasta el 600 d.C. en que los actores utilizaban los coturnos, zapatos con plataformas de distintas alturas que tenían la utilidad escénica de representar diferentes clases o niveles sociales de los personajes.
Desde los años 1100 hasta los 1500, es decir, plena Edad Media, se utilizaron nuevamente los tacones como un aditamento externo y separado del calzado. Estos “tacones” se denominaban pattens y eran utilizados indistintamente por hombres y mujeres de clases altas para subirse en ellos cuando utilizaban zapatos finos que no deseaban exponer a las mugrientas calles de la época.
El primer registro del tacón como un elemento ornamental con valor estético al vestuario de las mujeres se tiene en Turquía. Alrededor de los años 1400, por esta misma época, las mujeres utilizaban el chopine, que nuevamente era un elemento externo a la estructura del zapato y que les daba una altura adicional de entre 7 y 30 pulgadas. Incluso, para poder caminar con chopines, era necesario que llevaran bastones. La entrada de los chopines o chapines a Europa se da por Venecia en el Renacimiento y tanto patricias (aristócratas) como cortesanas, utilizaban este accesorio.
A través de los bocetos de Leonardo Da Vinci podemos darnos cuenta de que este uso estético realizado por las mujeres no fue limitante para que los hombres dejaran de utilizar los tacones sólo con un propósito funcional que apoyaba su mejor desempeño en la caballería.
La entrada por la puerta grande de los tacones al mundo de la moda fue en la celebración del matrimonio de Enrique II de Francia y Catalina de Médici en el que, por primera vez, una dama utiliza la prenda como un accesorio novedoso y moderno que resultó, a partir de entonces signo de elegancia y buen gusto, tanto para hombres como para mujeres. Ésta es una época de auge para los zapateros, de pronto la demanda establece que este oficio tenga un desarrollo muy importante, tanto que hasta el rey Luis XIV y su amante, Madame de Pompadour, solicitaban diseños exclusivos a uno de los más renombrados zapateros franceses, Nicolás Lestage. Incluso, este rey firmó un edicto en el cual decreta que sólo los miembros de su corte podían tacones y suelas rojas, sin embargo nadie le hizo caso.
Uno de los pasos más atrevidos, sensuales e incluso peligrosos del desarrollo del tacón lo realiza el diseñador italiano Giacomo Pirandelli, barón de Styletto, en 1760. Él inventa el tacón de aguja con el propósito de que sirviera para dar un mejor agarre en la monta y mayor precisión en el disparo de las flechas, al apoyarlos contra los costados del caballo, además de que, junto con las espuelas, permitía acicatear al caballo. Por ello, este tipo de tacones son llamados “Stilletos” en algunos países.
Si el uso no es funcional, los tacones han sido y son un accesorio poco práctico e incómodo que durante mucho tiempo representó a las clases cuyo estatus de privilegio les permitía no tener que caminar largas distancias, es decir, caminaban más y mucho, los pobres. Los ricos aristócratas podían darse el lujo de andar como pollos espinados.
Posteriormente, la Revolución Industrial tiene un impacto en la moda al poner los zapatos de tacón a la mano masificando su uso. Las mujeres de las clases medias comienzan a utilizar tacones y hoy en día no hay limitación para mujeres de ninguna clase social o nivel socioeconómico que restrinja su uso. Mientras los tacones para ellos se van haciendo más bajos y robustos, los de ellas se estilizan de muchas maneras, les impiden caminar cómodamente en pasto, hielo, empedrado, enladrillados, pisos pulidos. Y las hacen parecer frágiles y femeninas.
Justo después de la Revolución Francesa, los tacones desaparecieron también de los pies de las mujeres. La Ilustración, como movimiento cultural e intelectual del siglo XVIII, pone sobre la mesa una postura más racional en la que el uso de tacones, para hombres, mujeres o quimeras, se vuelve una frivolidad insostenible y este tipo de calzado cae en el desuso hasta que la pornografía lo rescata a mediados del siglo XIX. Es en este momento en que la relación del erotismo femenino y los tacones queda sellada para siempre. Ahora los miembros trans de la comunidad LGTB usan enormes tacones y plataformas generando una moda estrafalaria, llamativa y extravagante de zapatos femeninos que les proporcionan la imagen que han elegido para sí mismos. Incluso, una curiosa manifestación del poder femenino es la Carrera en Tacones. Hasta algunas feministas la apoyan en una lógica de que las mujeres están en su derecho de expresarse libremente a través de su estilo de vestir, aunque el que adopten las haga más objeto que sujeto. Extraña contradicción en respeto y apoyo de la libre expresión de las mujeres. Es como apoyar la esclavitud porque el sometido no sabe qué o cómo construir su libertad. Bueno, cada quién, ¿no?
Finalmente, así son los tacones, hermosos, provocativos y sexys, son incómodos, no sirven para caminar, ni para manejar ni para correr. Sin embargo, es curioso observar cómo se han convertido en prendas emblemáticas sobre cuestiones de género. Si la sociedad tiende a ser más equitativa y justa en la relación de género, si las minorías LGTB son cada vez más integradas e incluidas, este tipo de símbolos dejarán de tener relevancia. Ya no será innecesario dañarse la columna y lastimarse los pies para aparentar algo que intenta compartir y comunicar una identidad social sobre pedido. No parece que pudiera haber razón para que los tacones altos se resignifiquen y, a pesar de lo dañinos y molestos que aparentemente son, han sobrevivido y resucitado una y otra vez. Habrá que ver…