Los mexicanos estamos en duelo. La tragedia registrada en Hidalgo ha sacudido nuestra nación. Las redes televisivas muestran la cara oculta de México: los supervivientes de un mundo que durante siglos han sido condenados a la soledad y al olvido. Cabañas indígenas sumergidas en la oscuridad del paleolítico, suelos duros, hambre nunca saciada, pies descalzos.
El hecho es conocido por el mundo entero: una fuga de combustible de un ducto de Pemex ocasionó que los habitantes de la zona se encontraran llenando garrafones para llevarse la gasolina que se acumulaba en las zanjas. La explosión ocurrió mientras cientos de personas se encontraban en el lugar, mientras jugaban, reían y celebraban el enorme chorro de combustible que brotaba del ducto roto. Se desconoce el número exacto de hombres, mujeres y niños que murieron calcinados.
¿Cómo conciliar ese mundo lejano con el civilizado paraíso de muchas regiones de nuestro México? Los economistas afirman que México es un país de contrastes: un puñado de multimillonarios y muchos millones de pobres. El desarrollo de una nación es incompatible con la desigualdad ofensiva que cancela oportunidades y esperanzas. Las cámaras han captado la tremenda pobreza en que aún viven un gran número de las personas afectadas por el desastroso acontecimiento en Tlahuelilpan, Hidalgo.
Un paso más allá es obligado para tomar consciencia de las consecuencias que tiene para las futuras generaciones, pueblos y culturas el dar una ‘mejor vida’ a los hijos de hoy. Las razones son muchas y muy complejas. La ancestral paciencia de un pueblo que rehúye la responsabilidad de tomar las riendas de su propio destino de pronto se ha agotado.
La justicia social es el primer paso de una nación que ha optado por la democracia. ‘El Pacto Contra la Pobreza’ exige un cambio de actitud de todo el pueblo de México: de los que tienen y de los que nada poseen. ¿Cruzan la frontera porque allá sí les pagan y allá sí trabajan? Se acabaron los tiempos en que unos hacen como que pagan y otros como que trabajan.
El Pacto Contra la Pobreza fue propuesto para asegurar que los sectores más necesitados tuvieran acceso a los servicios básicos de salud, alimentación, vivienda, educación, infraestructura y demás factores que se requieren para asegurar un crecimiento económico sostenido. Este Pacto no consiste en el trabajo de un solo hombre: el presidente. Este pacto nos compromete a todos los mexicanos, sí, especialmente aquellos al frente de puestos gubernamentales.
El Pacto Contra la Pobreza exige, además de lo citado anteriormente, el otorgar créditos rurales, desarrollo regional, atención jurídica gratuita y generación de empleos para asegurar un crecimiento económico sostenido. Este Pacto es completo y ambicioso, y es necesario recordar que no es trabajo para un solo hombre. Es trabajo de todos los que nos decimos mexicanos.
Cuando una nación padece las consecuencias de errores cometidos en administración y en política, sus habitantes buscan un culpable: el gobierno. Pero por ahí dicen que todo pueblo tiene el gobierno que merece. El dicho popular encierra una gran verdad.
El nacimiento de una nueva patria se da con la progresiva ampliación de la conciencia de sus gobernantes, funcionarios públicos, ciudadanos, y maestros comprometidos con el ideal de la justicia social. Si estamos sentados en una tierra de leche y miel, ¿por qué no administrarla de manera eficiente y justa?
La nueva cultura por nacer deberá ser capaz de proporcionar soluciones adecuadas a las necesidades actuales. La primera regla de una nueva cultura es: “La mejor clase de ayuda es la que capacita a los que la reciben para dejar de seguirla necesitando.”
Las razones de la impaciencia son muchas, ciertamente. Pero ha llegado la hora de despojarnos de nuestra desesperanza, de tomar conciencia del valor de nuestra patria, de las tremendas oportunidades de progreso que pueden estar a nuestro alcance, si nos atrevemos a ponernos de pie.
Disculpe que no coincida con su opinión la cual hace parecer a los huachicoleros como víctimas. Hay en México muchos pobres que trabajan más de 8 horas diarias para subsistir pero , no roban. Y si observó los vídeos de antes de la explosión, había vehículos, camionetas para ser más precisa llenas de bidones cargados de combustible. No se justifica ser delincuente por la pobreza. Y le puedo asegurar que “México no está de luto”, al menos para la mayoria de los mexicanos, NO.
Totalmente de acuerdo Rosa Maria, y si a esto le sumamos que el ejercito le advirtió a la gente del riego y peligro que implicaba estar ahí y estos no hicieron caso e aquí las consecuencias, es triste por tratarse de vidas humanas, pero como bien indicas no podemos justificar el robo, porque entonces y como bien dice Francisco Zea, nos estamos volviendo en pueblo cínico y no, yo no creo eso, “México no esta de luto”