La consciencia del Jesús humano

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Te has preguntado alguna vez ¿cómo era la consciencia de Jesús? Veamos algunos puntos de lo que podemos encontrar en la Biblia sin buscar un enfoque religioso.

A partir de un contexto inicial podemos observar cómo Jesús en varias ocasiones mencionó que todos podíamos lograr cosas más allá de lo que creíamos, de tal manera lo expresó en este mensaje: “Les aseguro que si tienen una fe tan pequeña como un grano de mostaza, podrán decirle a esta montaña: trasládate de aquí para allá, y se trasladará. Para ustedes nada será imposible” (Mateo, 17:20). Aunque sabemos que fue una forma metafórica de explicarlo, atrás de esto podemos observar que se refería a una vida sin miedos, una vida consciente que nos invita a conquistar con fe lo que queramos.

Podemos también observar que en la mayoría de los mensajes que compartió, la consciencia de Jesús se reflejaba en su carisma personal. Su “divinidad” como ser humano no se trataba de una esencia metafísica y estática separada del mundo, de la historia o de la humanidad, sino que representaba la energía (espíritu) dinámica y transformadora que se halla en el corazón del mundo y de la historia.

El Greco y Cristo
“Cristo abrazando a la cruz”, El Greco, 1597-1600, Museo Nacional del Prado.

Es un hecho que Jesús es consciente primeramente de ser uno con el padre (creador), el hijo del hombre (él) y lo que lo une con todos (el espíritu). Dado esto podemos ver a un Jesús integral que toma fuerza liberándose del espacio-tiempo y ofrece una consciencia en el presente. Un ser conectado con su interior para conectarse con todo.

Jesús refuerza claramente esta consciencia integral al invitar a una visión más elevada para alcanzar en el presente todo lo que necesitamos cuando dice: “Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Por lo tanto, no se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas” (Mateo 6, 33-34).

Otro mensaje de la consciencia de Jesús acerca de que todos los potenciales los tenemos dentro de nosotros mismos se menciona en San Lucas 17, 20-25: “En aquel tiempo, a unos fariseos que le preguntaban cuándo iba a llegar el reino de Dios, Jesús les contestó: «El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros».”

La consciencia de Jesús era la energía de su ser que lo movía día a día y con la cual lograba conectar fácilmente con muchas personas. Ese presente que vivía con su conexión interna, para saber que estaba viviendo como uno solo con todo, le permitía encontrar las palabras en cada momento para hacer fácil su entendimiento a través de las parábolas. Eso únicamente sucede cuando estamos en un estado consciente lejos de la mente.

Jesús de Nazaret
“El Sermón de la Montaña”, Carl Heinrich Bloch, 1877.

Nadie puede negar que Jesús ha sido un gran maestro de la autoreferencia. Se mantenía en una consciencia integral constante viviendo el presente, esa conciencia que también ha sido compartida por Buda o Mahoma, entre otros, y que todos podemos experimentar. El mensaje ha sido claro desde diferentes trincheras y, por lo tanto, es un mensaje universal.

Para comprender la consciencia de Jesús es necesario salirnos del ego. El conocimiento que Jesús compartía lo tenía al estar en esa unidad y no porque lo pensara. Tenía sus tiempos para meditar, orar y conectarse con Él. Su coherencia era total. Si había un “mal” lo declaraba y si había un “bien” lo ejemplificaba. Si había que enojarse con aquello que no estaba bien, lo hacía e inclusive lo aborrecía. Se mantenía en una acción del ser coherente, conectado y presente todo el tiempo. Así vivía Jesús desde la consciencia.

Hoy podemos ver que el mundo se mueve más de forma inconsciente, como si estuviéramos  desconectados. Si nos observamos en autoreferencia, podemos darnos cuenta de que estamos viviendo más en el mundo de los conceptos, compitiendo desde el ego, en lugar de vivir lo que descubrimos y aprendemos para navegar juntos hacia un mismo rumbo.

Vivir en una consciencia integral, como lo hizo y nos lo propuso el Jesús humano, nos permite vernos siempre conectados y actuar de forma coherente. Desde esta comprensión podemos preguntarnos: ¿Qué tan conectado estoy? ¿Qué tan coherente soy? Luego entonces, será posible descubrir qué tan consientes vivimos.

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