El país de los pseudos

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¿A quién le interesa la verdad cuando la legitimidad puede ser asaltada? ¿Tendríamos que preocuparnos de ser honestos y respetar las leyes cuando la autoridad misma no lo hace? Dicen que cuando se tolera el pecado, se pierde el gozo pero se hace negocio.

El proceso electoral que acabamos de padecer en México fue sumamente dudoso y turbio. ¿Podríamos pasar por alto tan delicado tema? ¿O lo colocamos en la larga lista de actos y productos mediocres que puede presumir nuestro país? ¡Claro! Si somos capaces de tolerar la corrupción de funcionarios públicos y fuerzas de seguridad, y tampoco nos molesta ni nos ofende la impunidad de la mayor parte de los delincuentes y sus crímenes ¿por qué no superar el tema y buscar la mayor tranquilidad posible?

Pero nada es perfecto. Las múltiples y visibles irregularidades del proceso electoral no han podido ser ocultadas debido a dos factores combinados: la libertad de comunicación que existe en las redes sociales y la escasa o nula credibilidad de que goza el Instituto Federal Electoral, lo que puso a miles de ciudadanos al acecho de cualquier anomalía.

En las redes sociales ya han circulado una gran cantidad de vídeos, testimonios y fotografías en los que se muestran el robo de urnas, la compra de votos y la coacción. Todo ello -¿alguien pidió más?- sumado a la falsedad de las encuestas, la ineficacia o pleno sabotaje a las casillas especiales que dejó a miles de ciudadanos sin poder ejercer su derecho, así como las insólitas gráficas y cifras del PREP en las que aparecían estadísticas no aleatorias y casillas con más votos que votantes, deja la sensación de haber visto una pésima obra de teatro. Resultó particularmente curioso que se cantara victoria y fluyeran las primeras felicitaciones cuando el conteo rápido aún no llevaba ni siquiera la quinta parte.

En el extranjero no lo ignoran. Semejante vergüenza nos coloca como uno de los países que mejor maquillan sus fealdades con el lujoso cosmético de la indolencia y la falsedad, sea voluntaria o inducida. En diversos medios de comunicación extranjeros se ha llegado a un nivel de virtual burla.¿Por qué desconocer la inmensa ola documental que circula libremente por Internet? ¿Por qué tolerar que el oneroso Instituto Federal Electoral “haga” su trabajo sin la menor garantía de certeza? ¿Acaso no basta con sus sueldos? ¿Es necesario hacer una gran movilización ciudadana para que las personas que están a cargo de nuestras instituciones se dignen a atender las denuncias?

Pues bien, en el país de los pseudos nadie hace lo que se debe hacer y todo se resume a fingir. El policía finge mantener el orden y la ley, los legisladores fingen trabajar y resolver -incluso, asistir-, el ciudadano finge participar, el ejecutivo finge acatar, los medios masivos fingen informar, las escuelas fingen enseñar, la moneda finge valer… etcétera. Sí, fingir es el verbo favorito en el país de los pseudos, empezando por las autoridades.

Está bien, pensaré como un pseudo: ¿por qué deberíamos permitir que destruyan nuestras costosísimas e ineficientes instituciones? (No hay que olvidar que la democracia es una virtud política permanente, no una olimpiada sexenal).

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