Y sí, Tenemos que hablar de Kevin

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Amigos queridos:

“Tenemos que hablar de Kevin” (We need to talk about Kevin) es el título de la novela deMargaret Ann Shriver cuya adaptación de igual nombre es llevada al cine por la directora Lynne Ramsey. No he leído la novela, pero después de ver la película se me antoja muchísimo. La publica Anagrama.

La película me encantó desde la primera escena. Una de las mejores ediciones que he visto, al principio muestra a la actriz principal, Tilda Swinton, en tres etapas distintas de su vida adivinas que la expresión de sorpresa y frustración son provocadas por algo que hizo Kevin. Desde esta imagen la directora te lleva de manera magistral a través de saltos temporales en los que no te pierde.

Al principio sabes que algo terrible ocurrió y sin embargo la vuelta de tuerca que se da en la trama terminó sorprendiéndome, este giro tan bien logrado me parece magistral.

Las actuaciones son maravillosas, la de la Señora Swinton es impecable. Lo que más me gusto es el planteamiento meramente descriptivo que hace la directora. Logra eliminar el juicio, lo que salva a la película de caer en maniqueísmos.

La trama nos plantea desde la perspectiva de Eva,  la madre,  la evolución o involución de la relación con su hijo.

Al salir de la película no puedes dejar de preguntarte ¿Se necesita o no una nalgada a tiempo? En casa mis padres marcados por los sesentas, de la paz y el amor, predicaban que a los niños hay que hablarles. Sin embargo mi abuela y los sacerdotes del Colegio me zurraban tiro por viaje. No recuerdo una sola tunda injusta, ni recuerdo haberme sentido humillada y creo que no estoy traumada (aunque existen opiniones en contrario).

Los avances científicos han impactado en el proceso educativo; considero que en su mayoría para bien. Sin embargo, me escandaliza la laxitud que percibo en algunos padres, que consideran  toda medida disciplinaria como una potencial fuente de trauma para los infantes; es más se han abanderado con el estandarte de ser amigos de sus hijos, perdiendo el papel de padres, de formadores.

Considero que el ambiente de confianza y  respeto se puede conseguir poniendo límites funcionales, enseñando a los niños a tomar decisiones pertinentes a su edad, haciendo patente que toda decisión genera una consecuencia. Creo que si los padres no asumen su rol primordial no solo son negligentes, sino cómplices de los futuros perjuicios que padezcan sus hijos y  la sociedad. Como bien lo muestra el caso de Eva.

Carezco de toda autoridad moral en el tema. Al único que debería educar es a Hugo, mi gato, quien me tiene tomada la medida desde el día uno y hace lo que le viene en gana.

Les mando un largo y apretado abarazo,

Caludia

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