Geopolítica de una huella en la Luna

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La conquista de la Luna culminaría uno de los más implacables juegos políticos entre Estados Unidos y la Unión Soviética (URSS) en plena Guerra Fría. Esa hazaña se consumaba a las 20:17 horas del 20 de julio de 1969 cuando un ser humano, Neil Armstrong, dejaba la nave Apolo 11 de apenas 6.5 metros cúbicos que compartía con otros dos astronautas: Buzz Aldrin y Michael Collins, para pisar el único satélite de la Tierra tras un viaje que duraría ocho horas –ida y vuelta–.

Esa hazaña, cuya fuerza simbólica es imposible de subestimar, es la proeza científico-tecnológica de una nación capitalista que así se anotaba una victoria sobre su rival ideológico-político –la URSS–, que apenas ocho años antes había puesto en órbita el primer satélite y logrado lanzar a Yuri Gagarin, el primer hombre en el espacio.

Para el historiador del espacio, Roger Launius, tal hecho era “La culminación de la historia de un éxito clásico estadounidense”. En contraste, para el coordinador del Centro de Investigación de Astrofísica de Québec, Robert Lamontagne, detrás de ese acto está “La irresistible fuerza simbólica del primer paso sobre un astro fuera de la Tierra; un gesto que cambiaría la vida de millones de personas”. En los siguientes 50 años, apenas doce hombres caminarían y explorarían al satélite.

Esa “conquista de la Luna” estimularía la visión espacial de la geopolítica. Desde entonces, Estados y científicos corporativos de todo el mundo coincidían en la urgencia de explorar y extraer los recursos del satélite. Para el historiador estadounidense Roger Launius, tal avidez por explotar la Luna semeja las sucesivas incursiones de exploración a nuestro satélite, tras 1969, con la conquista de América del siglo XVI y cuyas riquezas expoliaron naciones europeas.Misión Apollo.

Al medio siglo de la llegada del ser humano a la Luna, viene a la mente la reflexión del máximo astrónomo real británico Martin Rees: “Ya han nacido los primeros humanos que viajarán a Marte, pero serán aventureros que colaboren con empresas privadas”. Esa privatización del espacio trastocaría el Acuerdo que rige las actividades de los Estados en la Luna y otros cuerpos terrestres, emitido en 1979 por Naciones Unidas.

En su crítica a la visión empresarial de ese ámbito, Rees alerta enérgico: “Ésta es la primera vez en los 4,500 millones de años de vida de la Tierra que una especie, la nuestra, tiene el futuro del planeta en sus manos: si lo hacemos mal podemos provocar una extinción masiva”.

Pese a esa advertencia, la búsqueda de combustibles como el helio, titanio, uranio y tierras raras, básicas para fabricar electrónicos y crear energía verde –muy escasos en la Tierra y abundantes en el Sol y la Luna–, está en el horizonte cercano del capitalismo corporativo. Por tanto, es claro que en el corto plazo las expediciones hacia ese satélite procuren menos la “grandeza de la humanidad” y más el acceso a esos recursos estratégicos.

Tener unidades de fabricación y distribución en el espacio de esos recursos y minerales, es el objetivo capital de los programas espaciales de las agencias privadas y públicas de Estados Unidos, Rusia, China y la Unión Europea. Hay apremio en la búsqueda de carburantes para proseguir la investigación espacial, y de cuerpos de agua que abastezcan la vida terrestre. Y la firma japonesa Shimizu Corporation pretende cubrir el ecuador de la Luna con un anillo de paneles solares por cientos de kilómetros para alimentar de energía a la Tierra.

El geólogo y último astronauta en la Luna, Jack Smith, ha presentado ambiciosos proyectos de extracción minera sobre el plateado satélite. Con esa aspiración, el laboratorio Swamp Works de la NASA, en Florida, ya avanza proyectos, advertía hace un par de días el analista Namrata Goswami. ¿Imaginan minas sobre la Luna? ¿Qué empresas realizarán esa explotación y qué entidad supranacional emitirá esas autorizaciones?

Roca Lunar.

Paralela a esa sucesión de proyectos de explotación lunar, persiste la carrera entre las potencias espaciales por usar el satélite como plataforma para lanzar sus misiones hasta el cosmos profundo. El pasado 3 de enero, China relanzaba la carrera por el control de la Luna al anunciar el alunizaje de su sonda Chang’e 4 (diosa china de la Luna) en la cuenca Aitken del polo sur en el lado oculto de la Luna.

Más allá del logro técnico, con esa primicia China marcaba definitivamente el fin del dominio estadounidense en la exploración espacial. Y pese al hermetismo mediático en Occidente, los planes de Pekín son ambiciosos: extraer minerales lunares y de asteroides, así como construir una central solar en órbita geosincrónica –en el mismo sentido y velocidad que la Tierra– para 2050.

Tras esa irrupción china en la Luna, el investigador de asuntos estratégicos, Pim Verschuuren, preguntaba: “¿será que en el futuro cercano la exploración del cosmos tendrá una visión multipolar?”. Y es que si desde 1960 las potencias dominaron el ámbito espacial, hoy surgen nuevos actores como India, Japón, Corea del Sur, Brasil, Irán, Argentina y hasta Bolivia. Cada uno con políticas espaciales distintas y con una visión distinta de la vida extraterrestre.

Evocar el significado de la huella de Armstrong en la Luna hace pensar en la frase de Rees: “Quizá haya vida inteligente ahí fuera, pero no sabemos identificarla, igual que un mono no entiende la teoría cuántica”.

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Laurel Eide Fsbila Ibarra

Muy interesante a veces creemos saber algo sobre el espacio y de repente te das cuenta cuanto hay que investigar, cuestionar, imaginar. Puntos de vista pueden existir.

Nydia Egremy

Agradecida Alberto Argüello por ese interesante comentario.Efectivamente, la colonización del espacio debía ser en beneficio de la Humanidad y, por tanto, ajena a las mezquindades y avaricia que sufrieron los pueblos originarios por los conquistadores. ¡Muy enriquecedora su mirada! Gracias

Alberto Argüello Grunstein

Interesante mirada geopolítica sobre la “conquista” de la luna. Nos remite a la “conquista” de América en el siglo XVI. En la luna no se produjo el sufrimiento humano y la debacle culturicida que padecieron los pueblos nativos, pero ¿qué desgracias nos esperan (al grueso de la humanidad) tras la repartición de la luna, de sus recursos y de la potencialidad de proyectos que desde ahí se pueden estructurar a futuro? Hoy no lo sabemos, pero con esa combinación de intereses geopolíticos y empresariales que ahí se combinan, nada bueno podemos esperar. La antesala a ese futuro ha estado a discusión en las novelas de ciencia ficción, en películas, en series televisivas… Distopías truculentas cautivan nuestro imaginario. La humanidad no es monolítica. Los intereses empresariales son asociales y, también, antisociales y ecocidas (lo han demostrado en la tierra… ¿¡qué harán en la luna!?

Elías Cárdenas

Ray Bradbury, en Crónicas Marcianas, aventura el propósito de explotar los recursos de Marte y hace un parangón con el fenómeno de expoliacion que sufrió México después de la Conquista española. Las intenciones mercantilistas siempre están detrás de los avances tecnologicos de las grandes potencias. Un abrazo y congratulaciones por tu magnífico artículo Nydia.

Nydia Egremy

Estimado Elías Cárdenas; muchas gracias por su atenta lectura y amable comentario. Así es, la lección es que el mercantilismo oxigena los avances tecnológicos. Igualmente, va para usted un cariñoso abrazo.

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