A muchos nos sorprendió una noticia sobre un acontecimiento sucedido en Veracruz hace unos días, las imágenes eran impactantes; nos mostraban a un individuo con un arma clavada en la cabeza. El herido seguía discutiendo con su interlocutor a pesar de lo grave que parecía su herida. La discusión se había originado por la disputa por un lugar de estacionamiento en un centro comercial y ambos iban acompañados de su familia. Al día siguiente, se dio el informe que el herido sólo había perdido el globo ocular y que el arma era un desarmador, sin embargo, pudo haber resultado mucho más grave porque el arma estaba incrustada en el la región parietal izquierda. Un desaguisado que acabó muy mal: uno de los participantes con ojo menos (después de haber tenido riesgo de mayores lesiones), y el otro en la cárcel, todo por una disputa por un sitio para estacionar el coche para realizar las compras convencionales.
Hace unos días, había leído un libro de José Ramón Alonso, Fantasmas del cerebro y otras historias de la ciencia y la mente, un libro muy interesante en el que el autor nos acerca a los padecimientos neurológicos y psiquiátricos, sus causas e inclusive, su frecuencia e historia, a aquellos que no son médicos ni investigadores del área; tratando el tema de manera amena, cada caso nos permite conocer cosas sumamente interesantes. Alonso es un distinguido investigador y director del laboratorio de plasticidad neuronal en la Universidad de Salamanca, que además, se ha ocupado de la difusión del conocimiento, y tiene otras obras al respecto.
El libro tiene un capítulo que se llama “La Mecha corta”, ahí trata el Trastorno explosivo intermitente, especialmente lo que parece una variante muy especial, que sucede con los conductores de automóvil. Nos refiere a una película encabezada por Michael Douglas, Falling down (“Un día de furia” en español), que tuvo un gran éxito y que nos relata los acontecimientos del personaje ante un ataque de furia por un suceso automovilístico. A mí me vino a la memoria una caricatura de hace muchos años de Tribilin, y como muta de un plácido personaje mientras es peatón a un furioso conductor cuando toma el automóvil. Alonso hace un cuidadoso análisis, relatado muy amistosamente sobre el road rage, de cómo se ha ido convirtiendo en un verdadero problema social, ya que muchos casos se dan en Estados Unidos, cuando menos más de 1,000 notables que acaban con muertos o heridos considerables; las agrupaciones automovilísticas han hecho un mapa de riesgo que marca las situaciones de riesgo y los lugares de mayor posibilidad de tenerlos. Curiosamente una de las situaciones marcadas como de riesgo es la disputa por un lugar de estacionamiento para dejar a los niños en la escuela, algo parecido a lo sucedido en Veracruz; llama la atención que las ciudades con mayor incidencia son Nueva York y Los Ángeles, además que en Washington (la capital del Imperio) el riesgo es cuatro veces mayor que cualquier otro sitio del mundo.
El road rage sucede muy frecuentemente en otros países, en Australia ha sido estudiado lo mismo que en otros países de Asia, donde se presenta incluso en incidentes entre tripulantes de vehículos de tracción humana.
El DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), es un manual realizado por agrupaciones de psiquiatras americanos; aunque en las últimas versiones conjunta a psiquiatras de otros países –en las últimas versiones ha participado más de un médico mexicano–. A través de los años se ha ido modificando y actualizando, clasifica y tipifica a los padecimientos psiquiátricos, es sumamente influyente, regula la clasificación de padecimientos de muy difícil ordenamiento, y aunque tiene algunos detractores, es prácticamente la oficial en todo el mundo para los padecimientos psiquiátricos. Basta decir que la homosexualidad dejó de ser un padecimiento cuando salió del DSM. Actualmente está vigente la 5ª versión publicada en 2016. El Trastorno explosivo intermitente, se clasifica en el grupo de “Trastornos del Control de Impulsos No Clasificados en Otros Apartados”, junto con la Piromanía, la Cleptomanía y la Tricotilomanía (manía por arrancarse el pelo, y en ocasiones ingerirlo). Sucede en varias circunstancias y la que nos ocupa es una de las variantes más frecuentes.
Parece que se debe a trastornos en el manejo de la serotonina, por lo que algunos individuos tienen mayor riesgo de padecerlo, además que el alcohol y algunas drogas, al intervenir sobre el metabolismo y la captación de serotonina, exacerban las posibilidades de que se presente. Sabemos ampliamente que las riñas entre personas son mucho más frecuentes cuando median el alcohol y algunas drogas. Sin embargo hay muchas cosas por explicar ante una crisis de Trastorno explosivo intermitente en su variedad de la rabia o la furia de la carretera o de la calle: primero se requiere que una contraparte, cuando menos, inicie una respuesta ante la ira de un primero; segundo, que con frecuencia acontece entre individuos ejemplares que súbitamente pierden el control; uno de los perfiles de riesgo es el que tienen individuos rígidamente cumplidos, que ante la falta vial de un tercero, saltan furiosamente. Otro punto por explicar es la posible extensión de la furia que en ocasiones se extiende entre otros testigos o participantes, también con frecuencia ciudadanos ejemplares que en lugar de mediar en la riña participan en ella. La duda más relevante es si existe un sustrato biológico por debajo de la respuesta súbita de ira, desproporcionada ante el suceso que la desencadena. Parece ser que esto último sí es así –y se hacen estudios al respecto–, pues se han encontrado incluso algunas variaciones genéticas en los individuos que lo sufren, es una mutación sobre el gen HTR2B. Mucho hay por estudiar y en poder tratar especialmente a los sujetos reincidentes. Hay varias medidas preventivas para apartarse de las situaciones desencadenadas por otro, las más destacadas son quedarse en el auto, no bajar de él, no responder a las provocaciones, intentar alejarse tranquilamente del lugar, ofrecer disculpas aunque no se sienta responsable del acontecimiento, intentar conducir cuidadosamente y no hacerlo después de haber ingerido alcohol o drogas.
Total, que lo acontecido en Veracruz es debido a un padecimiento, de cuando menos, uno de los participantes (sino es que de ambos), que no es tan frecuente en México como en otros países.
Lecturas recomendadas:
José Ramón Alonso. Fantasmas del cerebro y otras historias de ciencia y de la mente. Guadalmazán. Madrid. 2017.
https://dsm.psychiatryonline.org/pb-assets/dsm/update/Spanish_DSM5Update2016.pdf.
Bevilacqua L., Doly S., Kaprio J., Yuan Q., Tikkanen R., Paunio T., et al. “A population-specific HTR2B stop codon predisposes to severe impulsivity”, Nature. 2010; 468, (7327): 1061-6., doi: 10.1038/nature09629.
Shaikh M.A., Shaikh I.A., Siddiqui Z. “Road rage behavior and experiences of rickshaw drivers in Rawalpindi, Pakistan”, Eastern Mediterranean Health Journal. 2011; 17, (8): 719-21.
Sagar R., Mehta M., Chugh G. “Road rage: an exploratory study on aggressive driving experience on Indian roads”, International Journal of Social Psychiatry. 2013; 59, (4): 407-12., doi: 10.1177/0020764011431547.
Pfeiffer J.L., Pueschel K., Seifert D. “Interpersonal violence in road rage. Cases from the Medico-Legal Center for Victims of Violence in Hamburg”, Journal of Forensic and Legal Medicine. 2016; 39: 42-5., doi: 10.1016/j.jflm.2015.11.023.
Wu X., Wang Y., Peng Z., Chen Q. “A questionnaire survey on road rage and anger-provoking situations in China”. Accident Analysis & Prevention. 2018, feb; 111: 210-221., doi: 10.1016/j.aap.2017.12.003.
Rodrigo A., Perera D., Eranga V.P., Peris M.U., Pathmeswaran A. “Road rage in Sri Lanka: prevalence and psychiatric distress”. Ceylon Medical Journal. 2015; 60 (3): 86-90., doi: 10.4038/cmj.v60i3.8186.
José Ramón Alonso. El escritor que no sabía leer y otras historias de la neurociencias. Guadalmazán. Madrid. 2013.
José Ramón Alonso. La nariz de Charles Darwin y otras historias de la neurociencia. Almuzara. Madrid. 2010.
Gracias por este artículo y su bibliografía. Varias veces me he preguntado porqué no somos amables tras el volante, en ocasiones no nos reconocemos a nosotros mismos. En mi colonia se han puesto paso para peatones y ha sido una gran lección lograr que el automovilista ceda el paso. También hay cruces importantes donde se pasa 1 y 1 y todo funciona mejor, aunque llega alguien que no es de la colonia y no cede, por el contrario hasta agrede. Ojalá pudiéramos estar consientes de que siendo amables tras el volante, llegamos antes y mejor a nuestros destinos.
Hola Dr Ramiro siempre aprendo con sus artículos, muchas gracias, Ya tiene nombre la neurosis que todos hemos padecido y desde que ya no manejo me siento libre en esta gran ciudad.