Hace unos días, al leer el periódico que habitualmente examino y hojeo cotidianamente (El País), dos noticias me sorprendieron, quizá me conmocionaron. En la última página (el equivalente a la cuarta de forros) habitualmente vienen dos columnas, una de extensión más o menos breve, generalmente de un escritor (a) y periodista destacado; y otra, más amplia, que resalta un hecho curioso o destacado. Ese día venía un escrito de Antonia Laborde, en éste se realza un hecho que a mí me parece realmente extraordinario: un coleccionista compró un par de tenis viejos (a lo que los españoles conocen como zapatillas deportivas) por 437,000 dólares (sí, cuatrocientos treinta y siete mil dólares americanos). Esta compra la hizo al parecer de manera directa, pero unos días antes, en una subasta de Sotheby’s, había comprado otros 99 pares de zapatos viejos por 850,000 dólares –en promedio 8,500 por cada par de tenis usados–. Las que compró por un poco más de ocho y medio millones de pesos mexicanos, son un modelo diseñado por Nike para las Olimpiadas de 1972.
El comprador y coleccionista es un empresario canadiense dedicado al marketing publicitario que en más de una ocasión ha sido sancionado por actividades de dudosa licitud en sus empresas, e incluso ha sido sancionado económicamente y destituido como director de sus empresas. Entre otras colecciones, reúne además una que incluye 142 autos y 40 motocicletas. Es indudable que el empresario canadiense considera sus colecciones como una inversión, al estilo de los coleccionistas de arte o los acaparadores de propiedades inmobiliarias lujosas, que espera que se revalúen y adquieran mayor valor. Pero no se puede negar que es toda una excentricidad. Como si fuera poco, al escribir esta nota, me encontré un catálogo de Nike con zapatos tenis cuyo precio oscila entre 850 y 30,000 euros, pero eso sí, estos son nuevos y parece que podrían usarse.
En las páginas interiores del mismo periódico aparece una noticia verdaderamente espeluznante, una patera (así llaman los españoles a las balsas generalmente inflables) en la que huían más de 100 africanos, los encontraron frente a las costas de Libia de donde al parecer habían partido, entre los rescatados viajaban muchas mujeres e incluso niños. A este sólo hecho se aúnan dos más: al poco de ser salvados, muchos cayeron al mar, de los cuales 80 personas se encontraron muertas y 20 más seguían desaparecidas; el otro hecho también terrible es que el buque que hizo el salvamento no encontraba un puerto europeo en dónde desembarcar a los migrantes.
Para muchos habitantes de África, la búsqueda de una vida mejor, dejando atrás las miserias, la violencia y la represión en sus países de origen, consiste en desembarcar en un país de Europa. Hay dos rutas que cruzan el Mediterráneo, una que va de Libia a las costas de Italia y otra que cruza hasta las costas de España; en verano parece no tan difícil hacer un trayecto marítimo en una mar sin muchos problemas climatológicos y una distancia no tan larga, sin embargo, los traficantes de personas hacen que esto se vuelva un peligro extremo, las balsas son paupérrimas, sin ningún aditamento para conseguir la travesía, sin auxiliares de navegación y sin navegantes con experiencia. El colmo de los colmos, es que muchas veces los salvavidas de los que son dotados los viajeros no funcionan cuando se requiere, en todas las fotos de los rescates aparecen con unos chalecos rojos, y ya se ha comprobado que no están hechos para funcionar. Por supuesto que los cobros por el viaje con chalecos incluidos, son muy costosos.
La migración de África hacía Europa es tan complicada como la que vivimos hasta hace pocos años de México a Estados Unidos o la complicadísima que se vive actualmente desde Centroamérica y otros países, incluidos Cuba y Haití, hacia Estados Unidos y que sucede a través de nuestro país. Las carencias en el país de origen y la esperanza de superarlas al establecerse en un país desarrollado hacen correr a los migrantes los mayores peligros inimaginables, muchas veces los hacen conscientemente, pero la desesperación hace que estos sean minimizados o ignorados, otras veces las mafias de traficantes les hacen creer en seguridades y comodidades que, por cierto, nunca existen.
No pude sustraerme de la imagen de contraste que estas dos noticias en el mismo día me desarrollaron. De la futilidad a la tragedia. La migración es uno de los grandes problemas de nuestro tiempo y parece ser que ignoramos que en un mundo globalizado como el que vivimos, al final repercutirá sobre todos, seamos migrantes o no. En el caso de África y Europa, habría que destacar que muchos países europeos eran hasta no hace mucho tiempo colonizadores de grandes extensiones africanas y, que a su independencia, no han podido desarrollarse ni brindar una vida digna a la mayoría de sus habitantes, por lo que alguna responsabilidad conlleva.
Un mundo de contrastes.
Gracias Dr Ramiro si estamos rodeados de hechos contratantes y muy alarmantes. La gente pide a gritos ayuda y parece que nadie escucha.
Saludos