La Banca de Desarrollo: ¿financiamiento para el propio sector público?

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El país enfrenta una astringencia de financiamiento a la economía que puede verse en el tiempo en dos momentos. El primero se remonta hasta 1994, a raíz de la crisis bancaria nacional.  El segundo momento de bajo financiamiento se ubica a partir de 2000.  En ambos casos, la banca de desarrollo ha visto afectada drásticamente su operación y su asignación de crédito, disminuyendo su apoyo a la planta productiva del país, hasta llegar al extremo, como ahora acontece, de ser fuente de financiamiento del propio gobierno.  Es decir, aunque puede sonar absurdo, la banca de desarrollo ha visto limitada su operación por las prácticas seguidas y han terminado privilegiando crediticiamente al propio sector público, en detrimento del sector productivo.

Para fines esquemáticos, es posible identificar la integración de la banca de desarrollo con los bancos del gobierno y los fondos y fideicomisos de fomento y crédito.  En el primer caso, se puede considerar como un ejemplo al Banco Nacional de Comercio Exterior (Bancomext).  En el segundo caso, a guisa de ejemplos, es posible indicar a Nacional Financiera (Nafin), Financiera Rural y FIRA (Fondos Instituidos en Relación a la Agricultura) de Banco de México (Banxico).

En ambos casos, se puede decir que la banca de desarrollo no cuenta de manera propia con bancos de primer piso, es decir de atención directa y en ventanilla al público.  Por ello, la banca de desarrollo tiene que operar a través de la banca comercial y en algunos casos por medio de intermediarios no bancarios, tales como las Sociedades Financieras de Objeto Múltiple (Sofomes), Uniones de créditos, entre otras figuras.

De esta manera, por la práctica bancaria seguida, parece ser que la banca comercial y los intermediarios financieros no bancarios, son la última instancia en la decisión de la asignación de créditos de la banca de desarrollo.  Dicho de otra manera, en general, para qué los flujos crediticios de la banca de desarrollo lleguen al sector privado es necesario que cuenten con las venas operacionales del sector financiero privado.

Obviamente, puede haber mandatos de la banca de desarrollo a la banca comercial para que se canalicen ciertos créditos, como sería el caso de Bancomext en el financiamiento a Mexicana de Aviación o los créditos que otorga Financiera Rural vía intermediarios no bancarios.  Pero en general, si una empresa requiere un préstamo de fomento de Nafin, o si un pequeño agricultor desea un crédito de FIRA sólo puede ser atendido si la banca comercial u otro intermediario lo acepta.  De otra manera, esas unidades económicas se quedan sin poder ser atendidas por la banca de desarrollo.  Esto aún y cuando haya disponibilidad financiera de la banca de desarrollo.

Probablemente la restricción de su operación ha generado el que la banca de desarrollo siga prácticas de la banca comercial para asumir bajos riesgos y lograr altos beneficios, al tiempo que haya terminado por acreditar a gran escala al sector público.  En el primer caso, instituciones como la Financiera Rural exigen que los potenciales acreditados aporten garantías “líquidas”, es decir en efectivo, en una alta proporción del crédito solicitado.  Casi se sigue el viejo principio de que se le presta al que no necesita.

De igual forma, la búsqueda de la rentabilidad hace que se acepte compartir con la banca de primer piso tasas relativamente elevadas, que no pueden ser consideradas como de fomento.  Así también se siguen otras prácticas de la banca privada, como es el caso de Nafin con su sistema de “factoraje” a cadenas comerciales que venden a crédito, desde muebles hasta zapatos, esos factorajes son sobre los adeudos de sus clientes minoristas.  Estas prácticas que no son realmente de fomento de la producción y el empleo, han sido señaladas reiteradamente como adversas por la Auditoría Superior de la Federación.

Una práctica que evidencia la sobre-liquidez de la banca de desarrollo es el hecho de que adquiere CETES, Bonos de Desarrollo (BONDES), bonos del Instituto de Protección al Ahorro (IPAB), como papel gubernamental.  Con esto la banca de desarrollo se ha tornado en un ente importante de financiamiento del propio gobierno.

De acuerdo con la información del Banco de México (Banxico), en 2011, el crédito de la banca de desarrollo como proporción al PIB, identificada como “profundidad” crediticia, fue mayor al “sector público y otros” (incluido el IPAB) que a todo el sector privado nacional (Cuadro 1).

Sin dejar de reconocerse que el financiamiento al sector público por la banca de desarrollo ha caído desde 2002 en relación al PIB, lo indicado cuestiona la supuesta intención gubernamental de apoyar al sector productivo, Sin embargo, además de canalizarse menos recursos al sector privado que al gobierno, los créditos de la banca de desarrollo a la producción nacional son relativamente exiguos, al significar en 2011 menos del 1% del PIB.

Analizada la distribución del crédito de la banca de desarrollo al sector privado nacional (Cuadro 2) se aprecia que el sector industrial, siendo el mayor acreditado, recibe apenas el 0.55% del PIB; porcentaje que es casi la mitad de lo que recibe el sector público.  El sector más emblemático, es el sector agropecuario, silvícola y de pesca, que recibe un porcentaje menor a un centésimo del PIB.  Así la gráfica presentada lo captura con un 0.00%del PIB.

Esta distribución por sector y su peso en relación al PIB explican porque para todas las empresas de México, de acuerdo con la encuesta de Banxico, su principal fuente de financiamiento son sus propios proveedores.  La encuesta correspondiente, incluye las empresas, desde “triple A”, hasta las más pequeñas.

Si se considera la distribución del crédito al interior del sector industrial privado (Cuadro 3), se encuentra que las manufacturas, que son las que más valor agregan y las de mayor recepción de crédito de la banca de desarrollo, obtienen el equivalente de 0.22% del PIB.  El porcentaje obtenido en 2011 representa únicamente la mitad de lo asignado un año previo.  De esta manera, además de haberse disminuido relativamente el acreditamiento al sector privado, en especial al sector agropecuario y la industria, la afectación a las manufacturas ha sido sumamente relevante.

Vista la evolución declinante del crédito de la banca de desarrollo a lo largo de los últimos 10 años y como el sector público sigue desempeñando un rol muy importante como receptor del financiamiento.  Además, la baja relación del crédito de fomento con respecto al PIB en México  contrasta con el activismo asumido por el Banco de Desarrollo Económico y Social (BANDES), como principal banco de desarrollo de Brasil.

Este banco coloca un monto total de créditos superior a todo el crédito otorgado a América Latina por el Banco Interamericano y el Banco Mundial juntos.  Esta realidad puede sonar asombrosa pero es la medida clara del porqué México ha enfrentado un exiguo crecimiento económico por un bajo financiamiento de fomento.  Fomento que en el caso de Brasil va desde la producción primaria, hasta el apoyo a las exportaciones.

El país no puede seguir con una banca de fomento que privilegia el financiamiento al sector público, que asigna el equivalente de menos de 1% del PIB a la industria y menos de un centésimo al sector agropecuario.  Esta preocupación ha sido manifestada reiteradamente hasta la saciedad en muy diversos foros y por el propio sector privado, pero poco se ha hecho.

El problema del bajo financiamiento a la economía comenzó en 1995.  Tres lustros de sequía crediticia algo explicarán del bajo crecimiento económico que el país ha enfrentado desde entonces.  Bien vale la pena tener en cuenta los viejos adagios: sin financiamiento no hay crecimiento y sin fomento no hay ni innovación ni progreso.

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