Cada tanto me siento empujado a manifestar algo sobre el antisemitismo que es una verdadera plaga social. Desde hace muchos años recibo todos los días alertas de Google sobre dos temas: antisemitismo y racismo en Israel. Los leo con mayor o menor intensidad y, a veces –confieso–, los elimino sin leer. Depende del estado de ánimo.
Precisamente creo que las manifestaciones de antisemitismo y racismo en general, incluyendo manifestaciones xenofóbicas, responden a estados de ánimo. Para mí el antisemitismo es un problema que surge de la ignorancia, su manifestación efectiva se produce a raíz del empuje que les dan personas, para nada ignorantes, y que saben manejar a las masas.
Si bien soy nacido en una familia que emigró de la Europa nazi, mi padre fue muy equilibrado en su educación y siempre me enseñó que en su escuela –tendría 15 o 16 años de edad– había algunos verdaderos nazis, muchísimos “que no se metían” y había algunos antinazis que, por supuesto, no tenían muchas posibilidades de sobrevivir si hacían alguna manifestación de oposición.
Si observamos el mapa del mundo veremos que no hay mucha diferencia hoy en día en la distribución de los pueblos. Estos días en Bulgaria hubo manifestaciones racistas en el partido de futbol entre Bulgaria e Inglaterra, una de las tantas notas[1] menciona que cuatro espectadores fueron detenidos. ¿Convierte eso a Bulgaria en un país racista? Manifestaciones nazis ya se vieron en otros partidos de futbol,[2] una tercera nota, también del año 2013 incluye a Hungría y Bulgaria.[3] Nunca visité Bulgaria, pero no creo que sea un país especialmente racista o antisemita. Sabemos que es un país europeo relativamente pobre; un indicador que yo mismo considero muy relativo porque el PIB per cápita no se distribuye por igual entre pobres y ricos; transcribo la siguiente referencia:
“Si ordenamos los países que publicamos en función de su PIB per cápita trimestral, Bulgaria se encuentra en el puesto 44, por lo que sus habitantes tienen, según este parámetro, un bajo nivel de riqueza en relación a los 50 países de los que publicamos este dato”.[4]
Mas Bulgaria no es el foco de esta nota. Podía haber tomado cualquier otro país, inclusive Alemania. El punto central ahora es el antisemitismo. La primera vez que tuve conocimiento de un ataque antisemita fue en el año 1962, lo que se denominó el caso Sirota, una interesante nota del año 2017[5] nos pinta una imagen de Argentina que no nos gusta ver y es un testimonio de la decadencia de los dirigentes comunitarios judíos a las que tantas veces condené. En aquella época emigraron muchos argentinos, especialmente a Israel, y también se formaron grupos de autodefensa.
La existencia del antisemitismo ha favorecido al Estado de Israel, ya que durante los años ha influenciado favorablemente en la inmigración. Hoy mismo el creciente antisemitismo en Francia ha empujado a muchos franceses a refugiarse en Israel y si bien la corriente no es tan intensa, no es un secreto que se hayan incrementado las inversiones de los franceses en bienes raíces israelíes.
La nota de Daniel Kupervaser[6] con su polémico título “En el mundo matan a judíos, en Israel cierran los ojos”, es real, pero también es real que responde a la ideología básica de los gobiernos de Israel, que abogan por la inmigración de todos los judíos. No es sólo una cuestión ideológica, es además económica. No estoy convencido que Israel necesita todos los judíos del mundo en su territorio, pero sí necesita de su apoyo económico que se manifiesta en los ingentes depósitos en los bancos israelíes,[7] en el apoyo político[8] que en algunos casos se presenta con las curiosas mudanzas de las embajadas de diversos países a Jerusalém.
He manifestado en varias oportunidades –y he recibido criticas por ello– que el crecimiento del antisemitismo en los últimos años se debe a la arrogancia y soberbia del primer ministro Benjamín Netanyahu, pues si a mí su presencia y sus manifestaciones me producen rechazo, cuanto más deben provocarlo a personas que no son judías y que en gran medida sufren de la influencia de elementos interesados. En una nota mía del pasado[9] expresé que el antisemitismo es parte de la formación cristiana y, me imagino, en la misma medida, en la formación musulmana. Es un hecho que no hay manifestaciones antisemitas en los países orientales.
Quiero finalizar con la siguiente idea que tomo de una nota mía: Una buena razón para comenzar deprimido esta semana, pues al final del camino no sólo está la muerte, sino un montón de escollos impuestos por las religiones.[9]
Obviamente los políticos no se liberan de su responsabilidad.