¡Ah… la vida es cotidianidad!

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Estoy emocionado, descubriendo el estilo literario del premio nobel Peter Handke. Una serie de felices coincidencias me unen en espíritu a su propuesta narrativa y es que Handke es un especialista en lo que sus vecinos alemanes y sus paisanos austriacos llaman el Alltag Analyse, Lebenskunst para algunos.

La vida cotidiana con la que se entretienen las referencias de Jules Laforgue o Boris Vian, ésa sobre la que advierte Schopenhauer, la de los pequeños dientes, aquellos de los innombrables peces de las riberas amazónicas que se atacan a la carne hasta dejar sólo un esqueleto inmaculado. La vida de todos los días, el sitio de los placeres y las tragedias de todos los instantes, esa cotidianidad es sublimada a grado de literatura, de evocación innecesaria, esencial y real, traída del recuerdo y la convulsiva paz del autor reconocido con la más significativa de las preseas del mudo literario.

Detenerse en la aventura de unas aves en una pequeña estación de trenes en Croacia, y decidirse a perder la conexión ferroviaria por acompañar un micro-drama circunstancial, aparentemente insignificante y que sin embargo permite viajar en el sentido de infinitas posibilidades del espíritu que contempla y narra. He allí la genialidad del nobel austriaco.

Peter Handke.
Peter Handke, escritor austriaco, ganador del Premio Nobel de Literatura 2019 (Fotografía: El Clarín).

Conocí el nombre de Handke hace unos cuantos meses, en el comienzo de este pasado verano. Lo mencionó con respeto mi amigo Víctor H., que lleva casi cuatro décadas viviendo en Viena y con quien pude compartir unos cuantos días de viaje caminando el Tirol austriaco en la frontera de las dolomitas.

Pero mi inclinación al valor de la cotidianidad data de hace mucho más tiempo. Fue en el verano de 1976 cuando en su departamento de la calle Pradier, cerca del parque del Buttes-Chaumont, en el barrio XIX de París, mi profesor me obsequió su más reciente obra entonces, la Micropsicología de la vida cotidiana.

 Me siento muy orgulloso de la condición en que aún conservo esa obra pequeña y significativa. Un poco más de cien páginas en que Abraham Moles se divierte lanzándose al análisis del peso de la cotidianidad en nuestras vidas. El libro se encuentra hoy lleno de anotaciones a lápiz, algunas incomprensibles incluso por mí que las escribí para apuntar alguna reflexión, una referencia o asociación de ideas. Por el número de veces que recorrí sus páginas, las hojas están algo más pesadas y manchadas por sudoraciones, gotas de café, de vino y todo tipo de grasas producto de mi generalmente mala e indisciplinada alimentación, ¿de entonces?…

Abraham Moles.
Abraham Moles, ingeniero, físico y filósofo.

Pensar en mi libro de Micropsicología, con su portada blanca y el dibujo de una larga fila de espera para subir a un autobús de transporte colectivo, es también recordar la obra de Valéry, ésa que nunca terminó y que tanto me gusta por su tono de comedia y su profundidad filosófica, Mon Faust, que escrita a comienzos de los años 40 revela a un autor sabio, algo viejo, enérgico  y pícaro también, que se aventura en una farsa teatral en la que aparece un joven estudiante en quien el Maestro observa su obra trabajada por el joven pupilo, grasosa y manchada… como mi libro de micro, la diferencia, sin embargo, es significativa mientras Fausto señala con cierto desapego a su estudiante que “si le gustara su obra, es en ese lamentable estado que le gustaría verla”, a mí, en cambio, mi maestro nunca me dijo nada de su contentamiento por mi conocimiento de la micro-psicología, disciplina que me llevó a la elaboración de una tesis sobre los micro comportamientos en la puesta en escena, particularmente en la televisual.

Y es que con Handke ahora, y entonces con Moles, Valéry, Schopenhauer, Vian, Paula S. Fast, Henri Lefebvre, Marcel Proust, Edward T. Hall, Konrad Lorenz, Kurt Lewin, J.L. Moreno, Erwin Goffman, y que sé yo cuántos otros, tuve que recetarme incontables jornadas en la hoy renovada Biblioteca Nacional Universitaria de Estrasburgo para “poner” como gallina, el huevo de mi tesis. Con todos ellos las lecciones de la cotidianidad me aparecen como si fuesen un buen chiste contado entre especialistas de la riqueza y de la vacuidad aparente en la vida cotidiana, de la que se extraen si se buscan, las más profundas conjeturas filosóficas.

Recuerdo, por ejemplo, aquella vertiente de reflexión que me hizo pensar en qué podría un día montar un gabinete de consulta psicológica para contribuir a la solución de los problemas de la cotidianidad y sobre todo de los habitantes de las grandes ciudades tan proclives al accidente, a la micro-tragedia, a las microangustias, micro-miedos y microplaceres. Habría querido emanciparles, invitarles a reconsiderar sus presupuestos en el continuum de la vida, a evitar un infarto, úlceras, irritaciones sociales, conflictos maritales, es siempre una posibilidad.

Cotidianidad.
Ilustración: Michun.

Llegará el autobús para que esté en el trabajo a la hora (miedo)… ¿qué pretexto daré ahora por mi llegada tarde (angustia)?… alcancé la luz verde del semáforo que tarda tanto (placer)…

Cuántas veces tuve que aplicar aquella metodología más rigurosa que precisa en que repartíamos el costo de una acción en sus elementos constitutivos básicos, una acción, cualquiera, ir al trabajo, hacer una consulta médica, ir al cine, banales, sencillas, repetidas, cotidianas. Tomaba éstas y las dividía en elementos menores, cada uno asumiendo un tipo de coste, temporal, económico, energético, cognitivo, más, más, más… que constituyen en síntesis la perfecta paradoja de Zenón con aquella flecha que no termina de llegar por dividir la distancia en infinitas mitades, y llevarla a vertiginosas calculaciones que producen una cifra tan inconcebible que la flecha parecería desistir de su aparentemente fácil destino.

El costo de la cotidianidad se hace improbable y paradógico también, asumiendo un costo generalizado de la acción donde la sumatoria es por lo general muy superior al presupuesto establecido por el individuo antes de iniciarla, así, los ahori-ti-tas se convierten en días eternos, los retrasos involuntarios y perfectamente explicables en justificaciones de un peso psicológico enorme, micro-tragedias que acumuladas validan el axioma micropsicológico de pequeñas causas y grandes efectos.

El costo generalizado de una acción, expresado en la ecuación siguiente, queda algo más claro y es generalmente desproporcionado si se considera el presupuesto de inicio para realizarla.

 Es decir, que el costo generalizado de una acción es igual a la sumatoria de los costes temporal, energético, económico, psicológico (que incluye el coste cognitivo y el coste de riesgo). Es mayor a Po, esto es, al presupuesto original considerado.

Día a día.
Ilustración: Achilleas Mesaikos.

Pero la obra de Peter Handke es en realidad una igualmente trágica, aunque menos lloriqueada, el mundo se percibe desde afuera, sus tragedias se describen como fatalidades dentro de una armonía generalizada. La estación ferroviaria de Lyon-Perrache que muestra sus paralelas incontables y allá, no muy lejos, la certeza de una confluencia de los ríos Rhône que contiene, y Saône que vierte su caudal para fundirse en ese punto del infinito que como la cotidianidad, vincula en la complejidad las improbabilidades.

¿Qué diferencia a las aves de una estación de los trabajadores de la otra?, humanos animales y animales humanizados, todos hundidos en sus motivos, la grandeza de Handke esta allí en sus razones innovantes y gratuitas donde encuentra la perfecta justificación de unos gritos libres de niños que juegan el 25 de junio de 1989 en la estación de Lyon-Perrache, la mariposa azul que se posa sobre la vía y los niños deportados de Izieux, que debieron haber gritado como estos de ahora pero que ya no están.

Peter Handke, premio nobel

Ésta es la riqueza de las evocaciones de la cotidianidad, su ecuación resuelta en la libre asociación del pensamiento potencial y potenciado por la paz que acarrea recuerdos. Ésa es la libertad triste en que Handke refiere hoy toda cotidianidad.

Ésa es la realidad que se crea y se rompe como en Culiacán, donde todo pasó cuando no pasaba nada, para que todo siga siendo igual y cotidiano. Leamos a Handke y pensemos “los aquís” y lo ahora con sus pesos específicos, sus costes y sus cargas.

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