En la octava corrida de la temporada grande se programó el encierro con astados de Barralva que resultó muy interesante en su juego con la ascendencia de Atanasio Fernández en su crianza. Los pelajes y el comportamiento de los astados salieron del cartabón de la mayoría de ganaderías mexicanas con base en San Mateo y sucesivas adiciones en los años noventa de Santa Coloma, Buendía y Coquilla, entre otras.
Su comportamiento en conjunto propició una actuación cumbre de José Mauricio y rotunda de Fermín Rivera. La empresa con buen tino anunció a través del juez de plaza Enrique Braun que, junto con Juan Pablo Sánchez y Montecristo, ambos se integran al cartel del 22 de diciembre, en La México.
En su primer turno, José trazó con un noble astado una faena de altos vuelos malograda por la suerte suprema, mereció una vuelta al ruedo. En su segundo, se jugó la piel con la técnica y el valor por estandarte, ejecutó con fe la suerte suprema y logró así arrancar –literalmente– dos trofeos e irse en hombros.
Con “Clavellino”, el tercer toro de la tarde, José Mauricio supo manejar con el capote y la muleta, logrando una faena a media altura con lances y pases preciosos por la naturalidad con la que les fue trazando; y con gran naturalidad, consiguió extraer el fondo de nobleza del astado que le permitió encauzar sus lágrimas de emoción a una expresión artística de altos vuelos, pues mucho tiempo le llevó volver a un paseíllo en La México –y bien que aprovechó la oportunidad–. En la suerte suprema falló, pero estrujó a la afición gestando una tarde triunfal e inolvidable.
En su segundo toro de nombre “Malagueñito”, un astado emotivo por lo codicioso en la embestida y por momentos fiero, el torero supo combinar técnica con valor y al final, en la suerte suprema, puso el corazón por delante pero sin lograr librarse de una paliza, que finalmente, conseguió el triunfo rotundo de dos trofeos, que le permitieron salir en hombros.
Fermín en sus dos turnos alcanzó extraer –con base en una sólida tauromaquia– momentos de gran calado que en el primero por la suerte suprema no le resultaron en un trofeo, pero sí en su segundo, “Bilbalero” del que obtuvo un trofeo y como José, su inclusión en el cartel de la siguiente semana en La México.
Con un encierro así, no se libraron de salir fuertemente mallugados Sergio González, subalterno, Paco Cabañas, director de Radiópolis alcanzado aun cuando estaba guarecido en un burladero y el mismo José Mauricio.
Se despidió de los ruedos el buen subalterno Jorge Kingston, después de muchos años de estar en la brega y al lado de muchas figuras del toreo, en el quinto turno compartió la vuelta al ruedo con Fermín y después –con “Las Golondrinas” sonando– dio la propia vuelta entre la nostalgia del momento.
El “Fandi” no le fue propicio para su lote y el público tampoco apreció su esfuerzo que solamente brilló en las banderillas, para irse inédito.
En concreto, el comportamiento de los toros de Barralva y la actitud de los toreros –en especial los mexicanos–, propiciaron una corrida de aquellas que se suman al arcón de los recuerdos y que seguramente servirán de reflexión de que no todo es docilidad y dulzura en el toreo. ¡Viva la diferencia!