Políticas de acción afirmativa

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En los días recientes se ha puesto de manifiesto la dificultad que tienen los partidos políticos de cumplir las cuotas de género en las candidaturas a puestos de elección popular. Aunque no muy común, en México esto debe llevarnos a pensar sobre la conveniencia de establecer políticas de “acción afirmativa”, de su traducción del inglés.

Las “acciones afirmativas” son un concepto que incluye una variedad de políticas que tratan a personas con características distintas, siendo el sexo u origen racial las más comunes, diferente. Las becas Oportunidades que otorgan un mayor monto si la becaria es mujer que si es hombre es un ejemplo de una acción afirmativa.

Lo primero que se tiene que entender es que las “acciones afirmativas” deben ser la respuesta a algún tipo de discriminación que sufra cierto grupo de población ya sea en el presente o en el pasado; de otra forma, constituyen en sí mismo una discriminación que no tiene sustento. En una sociedad donde todas las personas son tratadas siempre igual no tiene sentido establecer políticas compensatorias, o de discriminación reversa, como también son conocidas.

Las acciones afirmativas buscan compensar la discriminación presente cuando algún grupo de personas son simplemente discriminadas por sus características, ser mujer por ejemplo, y busca compensar la discriminación pasada debido a que cierto grupo de personas se desarrolló en un ambiente que lo pone en desventaja.

Por ejemplo, una pobre educación de los padres, una comunidad agresiva y/o bienes públicos deficientes (como una mala educación) puede poner en desventaja un grupo en específico de la población en comparación con otro grupo que vivió en un ambiente más favorable. Este fenómeno se conoce como discriminación social. Este es lo que a mi parecer argumenta la UNAM cuando otorga cuotas de admisión a los alumnos de sus propias preparatorias y limita el número de lugares a alumnos que vienen de otras preparatorias.

Así, cuando se establecen acciones afirmativas primero se tiene que comprobar que un grupo de la población sufre discriminación o ha sufrido discriminación social; y segundo, se tiene que justificar que una “acción afirmativa” es la mejor política compensatoria. De no cumplirse estas condiciones se pueden tener efectos contraproducentes.

Una política de cuotas por ejemplo en un ambiente de no discriminación, generará forzosamente pérdida de eficiencia pues se estarán asignando posiciones escasas – en las universidades, en la política, en los empleos – a personas menos productivas.

Por otro lado, las acciones afirmativas, se argumenta, pueden generar problemas aun en ambientes donde previamente ha habido discriminación. La literatura ha identificado entro otros efectos perversos los de: desempeño, pues las personas beneficiarias de las acciones afirmativas pueden ver mermados sus incentivos a invertir en su capital humano ya que pueden llegar a ciertas posiciones sólo por su condición de minoría; de adaptación, pues generalmente las personas, como consecuencia de la política, deben adaptarse a ambientes que les han sido ajenos (afroamericanos en universidades prestigiosas), y que puede mermar su desempeño; y de estigma, que incluso puede dañar al propio sujeto de la acción afirmativa. Por ejemplo, a los empleadores se les dificulta distinguir que un afroamericano que estudió en Harvard lo hizo por su capacidad intelectual o por su condición racial.

Hablando de la condición de que previamente a la introducción de acciones afirmativas tiene que haber discriminación, es importante mencionar que medir la discriminación no es fácil. Observar únicamente los resultados de participación o de salarios de un grupo social no es un indicador confiable de discriminación. Dos ejemplos ilustran esta situación. Si hay pocas mujeres en la política o en altos puestos corporativos puede ser porque las discriminan en el mercado laboral pero también puede ser porque pocas mujeres quisieran dedicarse a esa labor. La diferencia salarial que se observa entre hombres y mujeres de igual nivel educativo, edad, y otras variables de control, puede reflejar discriminación, pero también esconder que las mujeres están dispuestas a ganar un poco menos con tal de tener una mayor flexibilidad laboral.

Evidentemente en cada uno de estos ejemplos se puede argumentar que la raíz de las diferencias entre hombres y mujeres se explica porque la mujer tiene una mayor complejidad de combinar su vida laboral y familiar, lo cual no ignoro, simplemente argumento que no es fácil medir la discriminación y menos hablar de discriminación en el marcado laboral.

Si medir la discriminación es difícil, justificar acciones afirmativas es aún más complicado. La literatura que analiza este tema en Estados Unidos indica que las acciones afirmativas han sido exitosas en aumentar las posibilidades de empleo y el acceso a la universidad de mujeres y hombres afroamericanos. No obstante, los resultados en eficiencia, que debe ser el fin último de una política, no son claros. Es decir, no es claro que el asegurar el lugar a personas de origen afroamericano a estudiar derecho se traduzca en un mayor número de abogados graduados y en capacidad de ejercer, sólo por poner un ejemplo.

El tema de las acciones afirmativas es polémico. En Estados Unidos, país en el cual ha habido importantes experiencias, las opiniones sobre su conveniencia están divididas. A mi parecer, la literatura especializada en el tema indica que las acciones afirmativas pueden ser necesarias para emparejar la cancha y efectivas bajo las dos condiciones arriba mencionadas. Considero que en Oportunidades el trato desigual a niños y niñas ha sido bien justificado. Ahora bien, en el tema de los candidatos al congreso y el proceso de admisión de la UNAM no me queda claro que haya información para justificar la política.

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