El Mejor Abrazo

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#ElMejorAbrazo

El martes de esta semana se celebró el “día internacional del abrazo”. Yo no tenía idea de que existiera eso, pero en un país como México, donde hoy se vive un problema de inseguridad, violencia e impunidad, siempre la noticia de un abrazo invita a una tregua, a voltearnos con el prójimo y ser empático.

La frase del presidente López Obrador de “abrazos no balazos” ha sido parte de su mensaje político para atender el problema de inseguridad que hoy se vive en nuestro país. El problema con esas tres palabras, que pueden tener la mejor de las intenciones, es que en este país violento y sin una verdadera seguridad jurídica, la frase “abrazos no balazos” dicha por una persona tan popular e importante como lo es el presidente, manda un mensaje laxo en la atención de los temas de seguridad. Por lo menos así la interpreto yo, y probablemente no estaré tan equivocado cuando vemos que el 2019 fue un año sumamente violento en la historia moderna de nuestro país.

El abrazo invita a perdonar, a acercar, a mandar mensajes de que todo está bien. Cuando uno es una persona íntegra, eso cae muy bien. El problema es cuando este mensaje llega a los delincuentes, actuales y potenciales. Los malos lo ven como la posibilidad de delinquir, porque sus delitos quedarán impunes, ya que además de que nuestro sistema de justicia históricamente se ha caracterizado por dejar los delitos sin resolver, ahora ven a un gobierno que no parece querer perseguirlos y atraparlos.

Eduardo Galeano, escritor uruguayo, quien se convertiría en toda una celebridad desde muy joven cuando publicó un libro llamado Las venas abiertas de América Latina, tiene una frase que para mí define claramente lo que hoy está pasando en nuestro país. Él dice: “La impunidad premia el delito, induce a su repetición y le hace propaganda: estimula al delincuente y contagia su ejemplo”. Tratemos de desmenuzar la frase y veremos que cada detalle es muy importante.

Cuando se refiere a que “premia al delito”, su afirmación es lapidaria. Parece que el delito sale siempre triunfante. Los diferentes reportes que se pueden encontrar publicados en nuestro país coinciden en que más de 90% de los delitos que se denuncian quedan impunes. Estudios como el de “México Evalúa”, incluso hablan de que, en estados como Tamaulipas, en 2018, ese porcentaje fue del 99.99% y en otros seis estados el 99% de los delitos denunciados quedaron sin resolverse.

La impunidad, según la frase de Galeano, “induce a su repetición”. Si el delincuente robó una tienda, extorsionó a una gasolinera o asesinó a una persona y no tuvo consecuencias, éste, claramente, puede hacer del delito su forma de vida y repetir su conducta delictiva muchas veces. Además, ese mismo delincuente, al estar impune por el mundo “le hace propaganda” a la impunidad y sigue estimulando la delincuencia. La parte final de su frase, “contagia con su ejemplo”, es la que a mí –y espero que a mis lectores también– me preocupa más.

Ser delincuente parece tener un cierto atractivo. El incentivo de que “no me van a cachar y si así lo hicieran de todos no me afecta porque salgo libre muy rápido”, debe ser el pensamiento de muchas personas quienes, incluso, no son delincuentes hoy, pero que están contagiados del “éxito” de esos malandros.

En México, frases como “el que no tranza, no avanza” o lamentables declaraciones como la del expresidente Peña, quien señalaba que “la corrupción era un asunto cultural”, nos deja ver que hay mucho de fondo en nuestros problemas de inseguridad, violencia, corrupción e impunidad.

En nuestro país se premia más la astucia que el esfuerzo. “Ser vivo” es mejor que ser tesonero. La pereza, uno de los siete pecados capitales, afecta mucho al mexicano. En mi opinión, está mucho más arraigada que el esfuerzo. Si uno ve por qué hay tanta delincuencia en nuestro país, nunca nos detenemos a pensar que tiene que ver con que somos flojos. Alguien que roba es porque no quiere hacer un esfuerzo adicional para lograr ganarse el pan. Lo que quiere es ganarlo rápido, sin perder el tiempo y sin tener que salir de su zona de confort. Los delincuentes aplican los métodos más rudimentarios para lograr sus objetivos; amedrentan, usan la fuerza bruta con violencia y armas, y hasta matan para lograr conseguir quedarse con algo que no les pertenece, comercializar productos que son ilegales o aprovecharse del más débil. Es la pereza de no querer hacer las cosas con voluntad, esfuerzo y tiempo para obtener sus recursos de una forma adecuada. Lo quieren de inmediato, lo quieren en abundancia y lo quieren sólo para ellos.

Si en México hoy existen estadísticas de que somos uno de los países más violentos e inseguros del mundo, donde la impunidad rige, y a eso le agregamos una sociedad apática, que ya no se sorprende de los muertos, que no exige justicia a sus autoridades y que no es participativa, estamos construyendo un futuro muy oscuro para las nuevas generaciones.

Las autoridades tienen un trabajo enorme por hacer. Los tres Poderes de la Unión no pueden deslindarse de su responsabilidad de buscar hacer a nuestro país seguro y donde el que delinque pague las consecuencias de sus actos. El poder Ejecutivo con sus cuerpos de seguridad, para atrapar a quien esté violando nuestras leyes; con la procuración de justicia, integrando bien los expedientes para que los delincuentes no tengan oportunidad de salir de prisión por una falla procesal –aunque sean culpables– y con fiscales incorruptibles para que el ciudadano tenga confianza en denunciar los delitos. El poder Judicial siendo más expedito en la resolución de los juicios, con jueces y magistrados preparados y honestos; ambos poderes, en eliminar burocracias que entorpecen cualquier trámite en los procesos. No puede ser que la razón principal por la que la gente no denuncia un delito es porque va a perder mucho tiempo. Se deben implementar mecanismos más modernos para denunciar, revisar un proceso, presentar escritos, etc. En la era de la digitalización debemos de utilizar esas herramientas. El otro Poder de la Unión, el Legislativo, debe estar revisando de forma permanente que las leyes que tienen que ver con estos temas sean las adecuadas, que no estén obsoletas y que sirvan a los otros dos poderes para poder hacer su trabajo. Quien legisla tiene la enorme responsabilidad de fijar las reglas del juego.

El mejor abrazo que nos pueden dar a todos los mexicanos es uno de paz y concordia, pero derivado de la eficacia en la actuación de las autoridades y no sólo de frases y buenos deseos.

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