Mujeres en la ciencia que sortearon obstáculos para dejar huella
Vivimos en un contexto en que la brecha del género aún existe, sin embargo, cada vez son más las mujeres que luchan por que esta brecha no sea tan marcada.
A lo largo de la historia las mujeres tuvieron que sortear diferentes obstáculos para abrirse paso en un mundo dominado por los hombres y dejar huella en la ciencia.
Las mujeres y su participación en la ciencia es un tema que se basa fundamentalmente en la falta de reconocimiento. Los arrebatos de créditos merecidos y la falta de respeto profesional por parte de sus colegas hombres, siempre han estado a la orden del día, incluso en la actualidad.
En el marco del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, presentamos a las mujeres que abandonaron el rol que culturalmente “debían cumplir,” para dar paso a su vocación, a su estudio, a su pasión que muchas veces fueron limitadas y confrontadas por su propia familia, la sociedad y lamentablemente sus colegas científicos.
La representación femenina en las ciencias es aún muy baja. Menos del 30% de quienes se dedican a la investigación son mujeres.
— Naciones Unidas (@ONU_es) February 11, 2020
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Ida Tacke
Ida nació en 1896 en Alemania, sus estudios se centraron en la física y la química. Ella fue una de las primeras mujeres alemanas que estudió química, en 1919 se doctoró en la Universidad Técnica de Berlín y es considerada por su trabajo como química como la primera mujer en la industria alemana.
A los devenires que ha tenido su trabajo y que fueron “retomados” por otros colegas adjudicándose todo el mérito se derivan muchas discusiones. Curiosamente muy parecidas a las que alegan los detractores de los métodos de Rosalind Franklin para presentar sus trabajos. Por ejemplo, se sabe que Ida Noddack (su nombre de casada) fue la primera científica en mencionar la idea de la fisión nuclear; sin embargo, su trabajo prácticamente fue ignorado.
Más tarde sería asumido por Lise Meitner y Otto Stern. En ese trabajo describió los procesos fundamentales de la fisión, aunque el término no se había inventado todavía. Sería más tarde Enrico Fermi, quien fuera galardonado con el Premio Nobel de Física por sus trabajos sobre radioactividad inducida.
Ida es reconocida por el descubrimiento del renio de número atómico 75, sin embargo, junto con su esposo publicó un documento en el que aseguraban también haber aislado el elemento 43 (masurio, como le llamaron) pero sus resultados no fueron reproducibles. No fue sino en 1937 cuando Emilio Segre y Carlo Perrier lograron islar el elemento 43 al cual llamaron (y así lo conocemos) como tecnecio. Ida fue nominada 3 veces al Premio Nobel de Química.
Émile de Châtelet
Esta aristócrata parisina nació en el año de 1706. En dicha época las mujeres no asistían a la universidad, así como no eran bienvenidas en las tertulias científicas que en muchas ocasiones se daban lugar en los cafés de París. Sin embargo, tuvo la fortuna de contar con un padre liberal que le otorgó la misma educación que a sus hermanos hombres, aun siendo la única mujer de los seis hermanos que conformaban su familia.
Así, Émilie tuvo acceso a una educación culta en matemáticas, literatura, metafísica e idiomas: hablaba inglés, italiano, alemán, latín y griego. De hecho tradujo textos de Aristóteles y Virgilio, fue traductora y difusora de las teorías de Newton.
Contrajo matrimonio con el marqués du Chastellet-Lomont y en adelante viviría rodeada de lujos y el modo de vida habitual para los aristócratas de esos tiempos; sin embargo, no abandonó nunca su interés por el conocimiento. Su marido, que constantemente se encontraba lejos de ella en campañas militares, no se opuso al trabajo de Émilie. Incluso, en el castillo de Cirey se dio lugar una de las épocas más prolíficas en el trabajo de ella, esto, en compañía de Voltaire con el que mantendría una relación intensa (romántica y de trabajo) en la cual ambos se apoyaron mutuamente en sus obras.
Su amor por la física y las matemáticas la llevó a dedicarse toda su vida al estudio, la contribución más duradera de Du Châtelet a la ciencia fue su traducción al francés de ‘Principia’ de Isaac Newton, que todavía está en uso hoy en día.
Vera Rubin
Si hay alguien que ha protagonizado toda clase de descréditos como científica es esta astrónoma estadounidense nacida en 1928 y quien vive a la fecha con 86 años, pues desde los inicios de su formación universitaria se vio afectada por las normas de ese tiempo. Se dice que cuando fue aceptada en la Universidad de Vassar en 1948 un maestro le dijo “eso está bien, mientras se mantenga alejada de las ciencias, estará bien”. Luego, intentó realizar un doctorado en la Universidad de Princeton, esto no sucedió puesto que no se permitía mujeres en el programa de Astronomía (y fue así hasta 1975).
Fue admitida en la Universidad de Cornell donde estudió Física, luego estudió en la Universidad de Georgetown bajo la conducción de George Gamow, éste conocido por haber predicho el Fondo Cósmico de Microondas como una consecuencia del Big Bang. La tesis de Vera Rubin buscaba responder si las galaxias se distribuían de forma uniforme en el Universo.
Sus observaciones y estudios contribuyeron a desarrollar la Astronomía moderna debido a sus estudios sobre lo que denominó “materia obscura”. Con mucho escepticismo y descalificaciones el trabajo de Vera fue finalmente recibido y fue hasta ese momento, que otros colegas, dieron crédito a sus investigaciones.
A Vera Rubin se le han otorgado grados de Doctor Honoris Causa por parte de diversas universidades, entre ellas Harvard y Yale. Por sus contribuciones, por sus artículos de investigación, actualmente Vera es miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos y de la Academia Pontificia de las Ciencias.
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