Me preguntó mi fraternal amigo, el pintor Fernando Leal Audirac, si estaba enterado del fallecimiento de nuestro entrañable Manuel Serrano. Consternado y entristecido le contesté que no. Bajo qué circunstancias o cuánto tiempo del suceso ya no era lo determinante, sin embargo, comentó que quedaría como una víctima más de esta pandemia, que se encontraba muy conmovido. ¡Una enorme pérdida!
Desde una larga distancia telefónica en la que por ahora tenemos siete horas de diferencia entre ambos países, de inmediato vinieron los recuerdos, las anécdotas y datos más personales de nuestra amistad con el querido Manuel.
Su imagen de un hombre íntegro que siempre tuvo una enorme disposición hacia todas las personas, pero en particular a los artistas; su calidad humana hacía de Manuel ese ser de misterio, conocimiento y de un alto grado de ironía. De trato afable, directo y siempre claro de sus ideas.
Sus trabajos de restauración son de relevancia mundial, como el desprendimiento del mural de Siqueiros, Ejercicio plástico, en Argentina. Para dicho desprendimiento y futura reubicación fue necesario “desmontar” –piedra por piedra– la residencia en donde se encontraba, a fin de salvarlo. Hoy en día se encuentra en La Casa Rosada, sede de la presidencia de la República Argentina y es considerado el monumento artístico más importante de dicho país. Trabajos sobresalientes como el del ex-Convento de Santo Domingo en Oaxaca, que le valiera compartir, con el arquitecto Iturriaga, el Premio Reina Sofía, el rescate de los frescos de Malinalco y Cacaxtla, su presencia como parte del comité de rescate de la Catedral Metropolitana y como conservador de la colección Banamex, entre otros muchos cargos en México y Sudamérica, lo colocan, con justificada razón como uno de los más importantes restauradores de nuestro tiempo, a nivel global.
Manuel Serrano se puede considerar como el digno heredero de la gran tradición de la restauración científica, iniciada en México por el maestro Guillermo Sánchez Lemus, director y fundador del Centro Nacional de Conservación de Obras Artísticas del INBA, como se le llamaba en esa época.
A Manuel Serrano y su equipo se debe también la asesoría técnica a artistas del relieve de Rufino Tamayo, Francisco Toledo, Sergio Hernández, Fernando Leal Audirac, Gabriel Orozco y Gabriel de la Mora.
Manuel también asistía a la tertulia intelectual de los “Viernes”, que se desarrollaba en vieja casa de Fernando Leal Audirac. Fue a principios de los años ochenta, que en una reunión nos conocimos. Por ahora sería difícil recordar los nombres de todos los que participamos, me vienen a la memoria los de Arturo González Cosío, Juan Acha, Ernesto de la Peña, Pancho Liguori, Jan William, Ana Rosa González Matute, Jorge Pablo de Aguinaco, José Luis Cuevas, Jacobo Borges, Rocío Mireles, Roberto Tejada, Gabriel Bernal, Lorna Scott-Fox, Francis Alỹs, Kurt Hollander, Oscar Gutman, Álvaro Díaz, María Sada, entre muchos otros. Fue en el seno de los Viernes que nació una generación de nuevos artistas e intelectuales determinantes en la política cultural mexicana de ese decenio.
Tuve la fortuna de contar con su confianza, ya que en algunas ocasiones me hablaba para consultar sobre materiales o técnicas para restaurar esculturas, lo que permitió tener acceso a su estudio de restauración y a él, en los momentos en que también visitó mi taller. Hace apenas unos años fui convocado por la H. Cámara de Diputados, querían saber si estaba interesado en hacer la limpieza de los relieves en bronce del Pluralismo Político, del maestro José Chávez Morado. Recuerdo que hablé con diferentes especialistas debido a que se trata de tres cuerpos de gran tamaño y peso, por una parte, el edificio, obra del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, una enorme estructura metálica patentada por el ingeniero Heberto Castillo como tridilosa, la cual une y carga el relieve escultórico de más de 60 toneladas de peso a toda la construcción.
Este edificio sufrió un incendio devastador en el año de 1989, fue el maestro Serrano quien participara en los trabajos de restauración del ya citado relieve; sin mayores preámbulos, me citó en “Restauro” para platicar y poderme mostrar cómo se habían logrado la reincorporación de las enormes placas de bronce torcidas por el fuego, los daños que aún conserva la estructura metálica a causa del desastre y además por su ya pronunciado desnivel que se está produciendo por el hundimiento del edificio, así también una parte del Centro Histórico de la Ciudad de México. Ésta fue la última tarde que compartimos.
La comunidad artística y científica de México ha sufrido con su deceso una pérdida irreparable.
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La práctica hace al maestro… Mucho me gustó tu artículo!!!
Miguel Peraza , compartimos la tristeza de perder a talentos irrepetibles, me siento afortunado de estar con el amigo, el artista y el intelectual que se aplica en el detalle con visión de futuro aun incomprensible.
¡Un restaurador irremplazable! Gran pérdida para el arte en México
Que fortuna que lo trataste , yo sabía de sus espléndidas restauraciones por una amiga galerista . Y por una exdirectota del la escuela de restauración. Hay seres que de vuelven ejemplos permanentes , él corresponde a estas almas. Gracias por informarme Miguel… un abrazo desde Breraña … Julio