El cambio climático generado por la emisión de Gases de Efecto Invernadero es el problema ambiental más grave del presente siglo. Si bien en la historia del planeta se han dado cambios climáticos globales, el cambio climático observado en el presente está ocurriendo en lapsos que harán muy difíciles los ajustes o adecuaciones de los sistemas biológicos y de los sistemas productivos humanos.
El efecto invernadero es el fenómeno por el cual determinados gases, que son componentes de la atmósfera terrestre, retienen parte de la energía que la superficie planetaria emite por haber sido calentada por la radiación solar. Dicho suceso evita que la energía recibida constantemente vuelva inmediatamente al espacio, creando cambios en la temperatura y produciendo a escala planetaria un efecto similar al observado en un invernadero.
Entre 1950 y 1980 se recogieron datos que demostraron que las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera estaban aumentando muy rápidamente.
Los científicos fueron los primeros en llamar la atención internacional al darse cuenta de las amenazas planteadas por el efecto invernadero, sin embargo, tuvieron que pasar años para que la comunidad internacional reaccionara.
En 1988 se creó el Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) por iniciativa de la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). En 1990 este grupo presentó un primer informe de evaluación en el que se reflejaban las investigaciones de 400 científicos. En él se afirmaba que el calentamiento atmosférico de la Tierra era real y se pedía a la comunidad internacional que tomara cartas en el asunto para evitarlo.
Algunas de las revelaciones que arrojaron los estudios científicos fueron las siguientes:
-Cubierta de nieve. Desde 1978 la extensión media anual de los hielos marinos árticos ha disminuido, y la disminución en verano ha ido aumentando año tras año. Los glaciares de montaña y la cubierta de nieve han disminuido por término medio en ambos hemisferios.
-Lluvia y sequía. Desde la Revolución Industrial ha habido grandes cambios en los regímenes de lluvias de todo el planeta: ahora llueve más en las partes orientales de América del Norte y del Sur, el norte de Europa y el norte y centro de Asia, pero menos en el Sahel, el Mediterráneo, el sur de África y partes del sur de Asia. Es probable que la superficie mundial afectada por la sequía haya aumentado desde el decenio de 1970 a 1980.
-Más calor. A lo largo de los últimos 50 años los días fríos, las noches frías y las escarchas han sido menos frecuentes en la mayoría de las superficies de tierra, mientras que los días y noches cálidos han sido más frecuentes.
-Ciclones y huracanes. Aproximadamente desde 1970 se ha observado un aumento de la actividad ciclónica tropical intensa en el Atlántico Norte. El aire caliente es combustible para los ciclones y los huracanes.
-Las estaciones. Los procesos primaverales se adelantan y las plantas y los animales se están desplazando hacia los polos y hacia mayores altitudes debido a las recientes tendencias de calentamiento.
-La naturaleza. Los científicos han observado cambios inducidos por el clima en al menos 420 procesos físicos y especies o comunidades biológicas.
Debido a estos graves cambios climáticos la comunidad internacional formó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), la cual entró en vigor el 21 de marzo de 1994 y cuenta con un número de miembros que la hace casi universal (195 países). El objetivo fundamental de la CMNUCC es impedir la interferencia peligrosa del ser humano en el sistema climático.
Los países que han ratificado el tratado (las Partes de la Convención), deciden tener en cuenta el cambio climático en los asuntos relacionados con la agricultura, la industria, la energía, los recursos naturales y las actividades que afectan a los litorales marinos. Acuerdan también establecer programas nacionales para frenar el cambio climático.
La Convención hace caer la carga más pesada de la lucha contra el cambio climático sobre los países industrializados, ya que son ellos la fuente principal de la mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero. Se pide a estos países que hagan todo lo posible por reducir las emisiones de las chimeneas y tubos de escape y que aporten la mayor parte de los recursos necesarios para los esfuerzos que se deban realizar en otros lugares.
Protocolo de Kyoto
El Protocolo de Kyoto (PK) fue estructurado en función de los principios de la Convención. Establece metas de reducción de las emisiones para 37 países industrializados y la Unión Europea, reconociendo que son los principales responsables de los elevados niveles de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que hay actualmente en la atmósfera, y que son el resultado de quemar combustibles fósiles durante más de 150 años.
Tiene los mismos objetivos y principios que la Convención, pero la refuerza de manera significativa ya que a través de él las Partes incluidas se comprometen a lograr objetivos individuales y jurídicamente vinculantes para limitar o reducir sus emisiones de GEI.
Las metas cubren las emisiones de seis Gases de Efecto Invernadero.
1 Dióxido de carbono (CO2)
2 Metano (CH4)
3 Óxido nitroso (N2O)
4 Hidrofluorocarbonos (HFC)
5 Perfluorocarbonos (PFC)
6 Hexafluoruro de azufre (SF6)
Algunos casos internacionales
Unión Europea
Las emisiones de gases de efecto invernadero en la Unión Europea (UE) descendieron en 2012 y ya se sitúan en niveles que permiten a la Agencia Europea del Medio Ambiente (EEA, en sus siglas en inglés) asegurar que la UE está en el buen camino para alcanzar los objetivos de reducción que se fijó para 2020. No solo eso: los datos, ya cerrados, enviados a Naciones Unidas y que la EEA hizo públicos, muestran que los 15 países europeos que se comprometieron en el Protocolo de Kioto a contener sus gases de efecto invernadero han cumplido de sobra su meta conjunta: emitir en conjunto un 8% menos que en 1990.
En 2012 los registros mostraron una caída de las emisiones del 1.3% en toda la Unión con respecto a 2011. Si se compara con dos décadas atrás —1990, el año base para los cálculos de Kioto— Europa ha conseguido reducir un 19.2% sus emisiones. Sin embargo, no todos los actuales miembros de la Unión se comprometieron igual. Los 15 que formaban parte de ella cuando se firmó el protocolo (1997), incluida España, decidieron ir en conjunto: cada uno debía reducir un 8%, pero entre los 15 se repartieron la carga de manera que los países menos industrializados pudieran seguir con su desarrollo. Mientras países como Alemania tenían que emitir un 21% menos, otros podían aumentar. Globalmente han reducido un 11.8%.
España
El cumplimiento de Kioto se mide por las emisiones para la media del periodo 2008-2012 con respecto al nivel de 1990. Cinco de estos países incumplen sus objetivos individuales, según los informes de la EEA. Y uno de ellos es España, a la que se pedía no superar un 15% de aumento, pero que lo ha sobrepasado hasta el 23.7%. Pudo ser peor: hace una década, en 2004, España emitía un 53% más que en 1990. El grueso de la mejora de España en estos años no se debe a sus esfuerzos para ser más eficiente energéticamente o para aumentar el porcentaje de las energías renovables, sino a la crisis económica, tal y como reconocen las dos últimas titulares de la oficina de Cambio Climático del Gobierno, Teresa Ribera (2008-2011) y Susana Magro (2012-actualidad).
La EEA recuerda que las emisiones cayeron en 2012 con respecto al año anterior por dos motivos: las reducciones en transporte e industria derivadas de la crisis económica en países como España y la creciente proporción de energía que se produce a partir de fuentes renovables en el resto de la UE. La agencia destacó que, ocho años antes del objetivo de 2020, la UE ya estaba en 2012 muy cerca de conseguir reducir el consumo de energía primaria un 20%.
Una de las graves consecuencias del cambio climático en España (en base a investigaciones científicas coordinadas por Patrizia Ziveri, científica del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona), son las emisiones de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera que están calentando y acidificando el mar mediterráneo a un ritmo sin precedentes.
La acidificación, combinada con el calentamiento global, afectará la pesca, los ecosistemas, la acuicultura y el turismo. Dicho fenómeno podría llenar de medusas este mar en pocos años, lo cual impactaría de manera negativa al sector turístico y traería como consecuencia grandes pérdidas económicas.
La investigación es resultado del proyecto europeo MedSea, en el que trabajaron 110 investigadores de 12 países durante tres años y medio y que presentó en Barcelona Patrizia Ziveri.
Hace unos meses la EEA alertaba en otro informe de que en España la brecha entre lo que se tendría que haber reducido y las emisiones reales era comparativamente muy grande. Suponía un 13%, cuando la media de los países europeos era del 1.9%. España no es, sin embargo, el único país en esta situación.
Costa Rica

El impacto del cambio climático ha sido mucho más grave en zonas como Centroamérica. En Costa Rica, la situación de los espacios costeros, principalmente humedales, es alarmante debido a la elevación del nivel del mar causado por el cambio climático, según declaraciones del viceministro de Aguas, Mares, Costas y Humedales de Costa Rica, Fernando Mora.
En el marco del Día Mundial del Medio Ambiente (5 de junio), explicó que la respuesta del nuevo gobierno, instalado el 8 de mayo pasado, consiste en la elaboración y aplicación de una agenda que ponga especial atención en el tema y dé prioridad al cuidado de dichos espacios.
Mora citó un estudio elaborado por investigadores del Programa de Cambio Climático y Cuencas, del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie), que puso de manifiesto la vulnerabilidad de la zona costera occidental.
Según los datos, más de 40% de las playas costarricenses presenta reducción de superficie a causa de la elevación del nivel del mar, mientras la quinta parte de 59 distritos costeros, humedales y otros espacios acuíferos corre el riesgo de salinizarse.
El funcionario reconoció que “la afectación es grave y hay que entrarle ya”, pues “la degradación en los humedales es feroz” y reclama acción inmediata.
Detalló que entre las líneas de acción se encuentra el trabajo interinstitucional, que incluye al Instituto de Acueductos y Alcantarillados (AyA), al Instituto Costarricense de la Pesca (Incopesca) y al Servicio Nacional de Guardacostas (SNG).
Además, consideró importante la participación ciudadana, es decir, que “la gente de las comunidades costeras se empodere del tema y pueda trabajar junto con el gobierno para lograr un país adaptado al cambio climático”.
Con aproximadamente 51 mil 100 kilómetros cuadrados de superficie terrestre y unos 589 mil kilómetros cuadrados de mar territorial, Costa Rica es considerada como uno de los 20 países con mayor biodiversidad a nivel mundial.
Los microclimas contenidos en ambas costas –caribeña y pacífica- y su sistema montañoso central alojan a más de medio millón de especies, las que representan aproximadamente 4.0 % de las registradas en el mundo.
México
México es un país altamente vulnerable al cambio climático. La vulnerabilidad afecta a todos los sectores económicos en mayor o menor medida así como a todas las regiones del país, aunque de diferente manera tanto en intensidad y frecuencia, como por tipo de afectación.
Con el cambio climático, se espera un aumento en incendios, mayor erosión, mayor probabilidad de inundaciones, azolve y sedimentación, afectando la producción de la tierra y causando problemas de salud. Aunado a esto, hay pérdidas de agua y biodiversidad, tanto de especies de flora como de fauna y productos forestales.
El cambio climático también provocará un incremento en las enfermedades y la mortalidad asociadas tanto al aumento de la temperatura como a una mayor concentración de gases contaminantes en la atmósfera.
Aun cuando algunas medidas de adaptación ya están en curso en nuestro país, son insuficientes. Una estrategia nacional en materia de cambio climático para México debe contener medidas de adaptación a corto, mediano y largo plazo.
Considerando los altos costos de los impactos indeseados del cambio climático en México, es imperativo que la economía transite hacia a una trayectoria de crecimiento de baja intensidad de carbono.
Si bien los recursos monetarios y financieros requeridos para ello son ciertamente significativos, el costo de la inacción será muy superior a la inversión de actuar a tiempo. Más allá del financiamiento internacional disponible actualmente y a futuro, México debe plantearse la necesidad de destinar recursos propios y adicionales para cumplir tanto con sus metas de mitigación como con los retos que implica la adaptación.
En México se presentó en el año 2007 la Estrategia Nacional de Acción Climática (ENAC) por parte del ejecutivo federal. En esa estrategia se detallan los impactos hidrometeorológicos que han afectado al país, y se describen los impactos y costos asociados a éstos. Ante los posibles escenarios de cambio climático, en esa estrategia se establece que “el cambio climático es un problema de seguridad nacional”. Esta declaración es fundamental para la construcción de políticas de adaptación a nivel nacional.
Asimismo, en julio y septiembre del 2008 se realizaron reuniones convocadas por la Comisión de Medio Ambiente y Recursos Naturales de la Cámara de Diputados, y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), entre otras organizaciones, para profundizar en el tema de cambio climático como un problema de seguridad nacional
En las conclusiones de esas reuniones se estableció que: el cambio climático se presenta como un riesgo muy serio en el intento de reducir la pobreza y amenaza con impedir el desarrollo social y económico de las naciones. De seguir la tendencia actual, para el año 2050 este fenómeno reducirá un 25 por ciento el área cultivable del país, la mitad de los ecosistemas de bosques tendrán vegetación de climas más secos y habrá desertificación y sequías.
Conclusiones concretas acerca del cambio climático.
El cambio climático es el problema ambiental más grave del presente siglo en el mundo. Si bien en la historia del planeta se han dado cambios climáticos globales, el cambio climático observado en el presente está ocurriendo en lapsos que harán muy difíciles los ajustes o adecuaciones de los sistemas biológicos y de los sistemas productivos humanos.
A diferencia de las glaciaciones, o del lejano pero inevitable agotamiento del sol, una de las características más importantes del presente cambio climático es que está asociado a acciones humanas. Esto implicaría que si la humanidad cambia la forma en que se relaciona con el ambiente, este cambio climático acelerado podría reducir su velocidad o incluso estabilizarse.
La adopción de medidas para incrementar la resistencia y reducir los costes a un mínimo, posee una importancia crucial. Aunque ya no será posible evitar el cambio climático que se va a producir en las próximas dos o tres décadas, sigue siendo posible proteger en cierto grado nuestras sociedades y nuestras economías contra sus consecuencias, proporcionando y desarrollando, por ejemplo, mejor información, planificación, infraestructura de energías limpias y cultivos con mayor resistencia a las condiciones climáticas.