Wonderwoman: cuando la mujer cae en esquizofrenia vital por ser multiactiva

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Las mujeres quieren cambiar el mundo y hoy dirigen la mirada hacia ellas mismas

Ciudad de México.- Aunque en menor grado, aún vivimos en una sociedad patriarcal, en la que el hombre tiene propiedades sobrenaturales y llega a extremos omnipotentes, es así como se tiene en mente que “Juancho” es quien provee, mientras que María debe de encargarse de tener los frijoles en la olla, para cuando él llegue a casa. Y esto quizás pudo haber sido cierto y hasta correcto en alguna época de nuestra historia, pero la realidad es que hoy en día, esta imagen dista mucho de la realidad.

Existe una importante participación de la mujer en el mundo laboral combinada con la responsabilidad de los quehaceres domésticos, COSNTRUYE (Observatorio Regional para la Mujer de America Latina y el Caribe) manifiesta que un 96.1 por ciento de las mujeres dividen su tiempo entre lo profesional y el mantenimiento de un hogar. De cada diez personas económicamente activas en México, cuatro son mujeres. De acuerdo a cifras de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) ellas ganan una media de 17 por ciento menos. Se espera que en México la participación femenina continúe en aumento, especialmente mujeres entre los 24 y 54 años, y se considera que el 23 por ciento de los hogares mexicanos son encabezados por una mujer.

Las mujeres quieren cambiar el mundo y hoy dirigen la mirada hacia ellas mismas. Esta perspectiva ha generado un impacto en la desarticulación de la opresión femenina, que a diferencia de lo que se creería, suele presentarse mas de mujer a mujer, sin embargo, existe aun una gran tendencia hacia la conservación de la feminidad dominante. Esta feminidad dominante exige mujeres que sean capaces de gestar y parir, que administren los recursos y que creen una atmosfera hogareña; se les invita a ser sumisas, sutiles y encontrarse en el ámbito privado más que en el público; se les invita a ser para otros. Marcela Lagarde,academica, antropologa e investigadora mexicana es autora de numerosos artículos y libros sobre estudios de género, feminismo, desarrollo humano y democracia, poder y autonomía de las mujeres; ella explica: “la feminidad es la distinción cultural históricamente determinada, que caracteriza a la mujer a partir de su condición genérica y la define de manera contrastada, excluyente y antagónica frente a la masculinidad del hombre. Las características de la feminidad son asignadas como atributos naturales, eternos y ahistóricos, inherentes al género y a cada mujer. Contrasta la afirmación de lo natural con que cada minuto de sus vidas, las mujeres deben realizar actividades, tener comportamientos, actitudes, sentimientos, creencias, formas de pensamiento, mentalidades, lenguajes y relaciones específicas y su cumplimiento demuestra que en verdad son mujeres. Ninguna mujer puede cumplir con los atributos de la mujer. La sobrecarga del deber ser y su signo opresivo le generan conflictos y dificultades con su identidad femenina. De hecho se producen contradicciones por no haber correspondencia entre la identidad asignada -cuerpo asignado, sexualidad asignada, trabajo asignado, vínculos asignados-, con la identidad vivida -el cuerpo vivido, la sexualidad vivida, el trabajo realizado, los vínculos logrados-. La identidad y los hechos vividos por las mujeres son evaluados y contrastados, además, con lo que en su círculo cultural se considera masculino o femenino”.

Existió hasta la década de los 50 una forma de feminidad dominante, que comenzó a fracturarse, debido a lo frágil de la economía durante esta época, y dio inicio a la inserción de la mujer al campo laboral; fue este hecho lo que revolucionó las cosas para siempre, porque si en un principio fueron un medio necesario para mantener las fabricas funcionando (pues había demanda de trabajadores masculinos ya que en su mayoría se encontraban participando en la guerra), posteriormente se convirtió en un campo de su dominio, del cual no quisieron nunca jamás despegarse. Y fue así como comenzaron a laborar en empleos poco remunerados, y principalmente, en aquellos que tenían que ver con el cuidado, aun considerado propio, de lo ‘femenino’. Destacaron como enfermeras, maestras, secretarias, cocineras, entre otras profesiones. Pero esto fue solo el principio, y de ninguna forma terminaría ahí. Nadie sabe a ciencia cierta porque decidieron hacerse asiduas a este tipo de empleos, quizás fue porque descubrieron que la economía ya no iba en auge, y el salario de dos personas era indispensable para la manutención del hogar; tal vez fue por la promesa de llegar a realizar actividades diferentes, a las que se les habían sido impuestas durante miles y miles de años, o puede que haya sido la sensación de placer, que les provocó destacar y poder hacerlo en grande.

Conforme fueron pasando las décadas las mujeres comenzaron a adueñarse cada vez mas del campo laboral y se convirtieron en doctoras, ejecutivos de venta, astronautas, escritoras, propietarias de grandes negocios, químicas, militares, chóferes, ¡lo que te imagines! Esto dio pauta a una serie de cambios sociales, económicos, jurídicos, políticos, científicos y culturales que contribuyeron a la transformación esencial de la feminidad, del ser mujer y de las mujeres mismas. Dichos cambios han ocurrido a las mujeres, a los hombres, a la organización genérica, en la sociedad, en las instituciones civiles y políticas, y en la cultura.

Sin embargo, la sociedad aun exige normas muy especificas para lo que se considera propio y correcto sobre el como ser mujer y el como ser hombre, es debido a esto que ambos bandos se encuentran en medio de la eterna lucha entre lo que se quiere y lo que se debe.

El termino Esquizofrenia Vital, acuñado por Marcela Lagarde en su libro “El cautiverio de las mujeres: madreesposas, monjas, presas,putas y locas” hace referencia al estilo de vida en el cual las personas, se deben de mover en un mundo que no esta adaptado para los nuevos requerimientos de la sociedad actual, porque aun se aspira a ideales fuera de proporción, descontextualizados y que resultan injustos y opresores.

En nuestra sociedad las mujeres pueden llegar a ser profesionistas y exitosas pero eso no las excluye a cumplir con las “normas” impuestas socialmente para lo que es considerado ser mujer: gestar y parir, cuidar de los niños, tener un hogar perfecto, verse encantadora, cocinar la cena y estar libre y dispuesta a las 8pm. Debido a las exigencias del medio esto es prácticamente imposible, sin mencionar que es una forma de violentar el ímpetu y el deseo de ser. Y es que al parecer con toda nuestra inteligencia humana aún no hemos logrado la forma de desapegarnos de las viejas costumbres obsoletas que lo obligan a uno a comportarse como no quiere para impresionar a quienes no le importan.

Y es que aun ahora en pleno siglo XXI, podemos ver en cualquier lugar entaconadas que llevan a su hijo a la guardería desde las 6:30 am, con el portafolios en una mano y la pañalera en otra, que regresan después de una jornada de 8 horas a una casa que aun tienen que limpiar, donde la espera ropa por lavar y una cena para preparar. Y seamos sinceros, no existe la mujer maravilla y todos estos requisitos son simplemente absurdos, las personas viven en una tensión tal que les es difícil disfrutar de la vida que están llevando lo que genera: estrés, depresión, ansiedad, enfermedades somáticas, crisis y neurosis, esto sin mencionar el estado anímico con el cual ejercen todo el día sin parar.

Pero no solo ellas se encuentran en pleno conflicto existencial, también ellos indican no saber en que punto se encuentra su masculinidad; si ella es la que aporta el dinero entonces ¿debería yo quedarme en casa y hacer las labores? eso quizás sería de gran ayuda, pero ¿Qué dirían de mi entonces? ¿Qué soy un mandilón, poco hombre? ¡Eso jamás! Mientras que se considera un logro adoptar posturas “masculinas” como el trabajar y ser exitoso, incursionar en el campo de lo publico, aun actualmente se piensa en las labores domesticas “propias de lo femenino” como una forma de denigración, la triste verdad es que son incluso las mujeres quienes lo creen así y es esto lo que las impulsa en su mayoría a salir de casa, estudiar y laborar; a adoptar conductas “propias de lo masculino” y aborrecer todo aquello que sea femenino, sinónimo todavía de debilidad y perdida. “La creencia de que cambiar es convertirse en el otro es aun generalizada, ellos se contaminan de lo femenino y esto los hará endebles mientras que ellas buscan empaparse de lo masculino y esto las hará fuertes” ( Lagarde, M. 1993).

El punto aquí no es decir que un género es mejor que otro, o intentar hacer que se compadezcan de ellos o de ellas; es mas bien una invitación a analizar la forma en la que vivimos hoy en día, si los tiempos han cambiado ¿no es momento de que cambiemos también nosotros? Intentar construir una nueva sociedad de la nada es un sueño utópico, y es que seguimos instalados en pensamientos tan arraigados dentro de nuestra cabeza que seria incluso doloroso cambiarlos de un instante al otro, pero se busca invitar a nuevas formas de pensarlos, a dejar de lado los prejuicios, a hacerse cargo de tu persona sin importar lo que otros quieran para ella, y es que no eres menos hombre si lavas los platos, ni eres mas mujer si además de tu trabajo tienes doce hijos; la realidad es que en este momento estamos en tierra de nadie, y las posibilidades de adaptación y cambio son infinitas.

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