Pez de Oro

“Hermanas”: “A la familia con cariño”

Lectura: 4 minutos

Sinopsis:

A raíz de la muerte de su padre, tres hermanas se reencuentran para hacer los preparativos del funeral. Este acontecimiento será el punto de partida de un redescubrimiento entre ellas que impactará en la relación con su madre, parejas e hijos. “Hermanas” habla sobre el amor incondicional de las familias a pesar de todas las guerras internas, los secretos y las rivalidades. 

 

“Hermanas” tiene un elenco sui géneris. Cuando vi en la misma marquesina a Cecilia Suárez, Daniela Schmidt y Anabel Ferreira me preguntaba qué estaba pasando en el Teatro López Tarso; esta reunión de actrices de formaciones y trayectorias tan dispares era interesante por descubrir cómo iban a empatar sus estilos de trabajo. Luego encuentro los nombres de María Aura y Rodrigo Cachero que hacían aún más extraordinaria la compañía: ¿en serio todos ellos están en el mismo barco? ¿en qué barco van? ¿a dónde quieren llegar?

Cuando leí el programa de mano veo que está Arturo Barba como productor; él se destaca por tener sofisticados esquemas de producción y difusión para hacer del montaje un producto rentable en toda la extensión del término. Por último, llamó mi atención la sinopsis curricular de la directora y dramaturga, Carol López, quien, en resumidas cuentas, es una figura importante en el gremio teatral español cuya consolidación fue precisamente con “Hermanas”.

Mis primeras inquietudes de la función fueron el ritmo y la dirección. Me tocó estar en una circunstancia particular; no podría distinguir si era un bajo estado de ánimo de los actores, cansancio o problemas de concentración pero había una fuga de energía en escena. Por otro lado, y me costó trabajo darme cuenta de esto por esta merma de los intérpretes, la dirección de Carol López es errática .

Aquí se juntó el hambre con las ganas de comer: los actores tenían serios problemas de ritmo y mi ojo no sabía para dónde ver entre tanto movimiento en el escenario. La primera hora del montaje no pude conectarme con nada; todo el tiempo “Hermanas” me parecía lejana.

Hasta los últimos veinte minutos de la función entendí por qué el texto fue un éxito en España. Todo, sólo en el papel, tiene sentido hasta el final. Carol, como dramaturga, es sensible a las relaciones filiales porque sus personajes y situaciones se construyen a partir de sutilezas cargadas de un humor ácido. Ver a estas tres mujeres en el intento de entenderse a pesar de sus diferencias y enconos, verlas pelear porque se aman, verlas compartir sus desgracias más íntimas es sumamente conmovedor. Lástima que la dirección no me lo pudo dejar ver.

La gran irregularidad de la dirección de Carol está en llevar todo el montaje a un lenguaje más cinematográfico que teatral. Por supuesto, puedes tomar recursos del cine pero no puedes hacer la sintaxis de una película dentro de toda una obra de teatro. Por ejemplo, yo veía el primer cuadro, basado en un juego de flashbacks, y yo pensaba si esto tuviera una cámara enfrente y pasara por un proceso de edición sería genial. En una experiencia en vivo todo se vuelve desconcertante; parece un lenguaje críptico. Carol hace de una comedia frontal algo inentendible en muchos momentos.

A pesar de que me tocó una función donde los actores no estaban en sus mejores condiciones se nota un trabajo digno en cada uno de ellos. Ojalá este problema de ritmo haya sido excepcional y no sea porque la obra ya cayó en un lodazal. Anabel Ferreira, como la madre, está espléndida; ella, en mi función, rescataba el ritmo cuando a todo mundo estaba perdido. Cecilia Suárez en un personaje cómico, en donde implica una caracterización de cuerpo y la voz, llega a matices nunca vistos por mí.

Al día siguiente de ver la función no podía dejar de pensar en el lugar donde se presenta “Hermanas”. El Teatro López Tarso no es el foro para este montaje. Carol López tiene un humor ácido hasta la pared de enfrente, vamos, hay una gran escena en donde se habla sin ningún juicio de valor (y de una manera prodigiosa – yo no paraba de reír en ese momento) del incesto, de  sexo entre una tía y su sobrino. Yo me la pasé bomba pero dos familias en la fila de atrás (mamá, papá, uno o dos hijos adolescentes) estaban petrificados.

Carol apela a muchas referencias de sitcom, a una corriente liberal muy española y a crudeza en el lenguaje. Dudo mucho que la audiencia empática a estos tres aspectos, por decir lo menos, llegue al López Tarso. Pienso en el Teatro Milán o en el Foro Shakespeare como nichos donde sí está esa gente dispuesta y con las competencias para disfrutar este humor de pe a pa.  El montaje antes de “Hermanas” en este teatro fue “Duele” de Diego Del Río; era una gran historia de amor sin ningún tipo de compromisos políticos. La anécdota de Carol está sustentada en la ironía y una gran crítica social.

Para todos los interesados a “Hermanas” le quedan muy pocas funciones. Ojalá estos problemas de ritmo hayan sido una eventualidad porque el montaje vale la pena por ver la construcción de personaje y conocer el texto. Yo disfruté 1000 veces más la historia, la anécdota, los personajes que el planteamiento escénico.

 

Traspunte

Entonces, después de la salida de Melissa Barrera, Daiana Liparoti será Mimi en Rent de Diego Del Río.

 

“Hermanas”

Dramaturgia y dirección: Carol López

Teatro López Tarso (Centro Cultural San Ángel (Avenida Revolución esquina Fco. I. Madero, colonia San Ángel)

Viernes 19:00 y 21:00 hrs., sábados 18:00 y 20:00 hrs., domingos 17:00 y 19:00 hrs.

 

“Medida por medida”: “Reinvenciones a la mexicana”

Lectura: 5 minutos

Sinopsis:

Isabela, una novicia, recibe la noticia que su hermano está condenado a muerte por el delito de fornicación. Ella habla con el delegado de Viena, Ángelo, para frenar el castigo sin esperar que recibirá una propuesta que llevará al límite su moral y pondrá en riesgo la honorabilidad del sistema legal de la región.

 

En este ímpetu de conmemorar la figura de William Shakespeare a los 400 años de su muerte vamos a encontrar, desde y por las instituciones culturales del país, sus obras a diestra y siniestra en diferentes formatos, gustos y presentaciones. De toda la oleada de producciones destaca el trabajo de Mauricio García Lozano con un programa doble (“Frente a frente”) en el Teatro Julio Castillo: “Ricardo III” y “Medida por medida”.

Destaca no por el hecho de ser un director que ha dejado lágrimas, sudor y (casi) sangre en sus proyectos sino porque en este momento de su vida, después de tantos triunfos y el reconocimiento de todo el gremio teatral, se pone en riesgo para abandonar todas las fórmulas seguras y entrar a un terreno más experimental. Valoro a este tipo de directores capaces de decir “no” a su reputación e historia para empezar de cero.

La apuesta no es para menos y no lo digo en un plano retórico para hacer más interesante la reseña. Ahora, Mauricio está ensayando el musical “El Hombre de la Mancha” para el Teatro De Los Insurgentes y este pequeño detalle, el de trabajar en este foro, determina todas las reglas de creación; tiene que cumplir con las del género del musical, después monitorear a las “estrellas” del elenco, cabildear con  los productores y sentir el pulso de la audiencia del teatro (por decir lo menos).

Mauricio sabrá capotear al toro con todo el éxito del mundo porque tiene el oficio y la sensibilidad para hacerlo. Sin embargo, cuando yo veo “Medida por medida” veo una creación que sólo obedece a la necesidad personal de comunicarle algo al “otro”. Sin presiones externas; sin deberes políticos. Este par de montajes shakespearianos es la manera de Mauricio de decirle al mundo “así canto yo”, “me mueve contar esta historia”. “Esto es lo que hay”.

¡Qué agallas! Porque a veces la exploración de un teatrero para redefinir su propia voz es muy difícil por toda la imagen y las expectativas que se crean alrededor. Para muestra varios botones: Jorge Ibargüengoitia, Carlos Olmos, Julio Castillo, hasta el propio Ludwik Margules. Me encanta el desenfado de presentarse tal cual es sin preocuparse por el qué dirán (y cada quien que se rasque con sus uñas).

Me enfoco en “Medida por medida”. Mauricio, por trabajar con jóvenes en la docencia universitaria, se ha vuelto extremadamente sensible a su lenguaje, referencias y manera de mirar el mundo. El montaje está hecho para producirle sentido a ellos; no quiero profundizar en un análisis de audiencias porque no me alcanzaría el espacio y, también , porque reconozco este tema como una obsesión personal desde mi ida a “Aplauso” con Verónica Castro. Esto es lo más interesante de la obra: los espectadores que más la pueden disfrutar de principio a fin son hombres y mujeres de menos de 30 años (me gustaría hablar de más filtros de la audiencia pero me concentro en éste porque es muy revelador sobre la forma de abordar la anécdota).

Esta imagen me vuela la cabeza: el texto, que en cualquier momento podría ser una pieza museográfica, le habla a una audiencia sobreestimulada por los medios, con una alta capacidad de procesar mucha información al mismo tiempo y una conciencia del ritmo acelerada. En este sentido, la adaptación de Alfredo Michel Modenessi es efectiva en cuanto al tratamiento del lenguaje y la síntesis dramática. Gran parte del valor de Shakespeare radica en la sintaxis y Alfredo logra un equilibrio entre respetar la esencia poética y llevar esas palabras a una cotidianidad. Irremediablemente, percibo una dominante sintonía juvenil al abordar a Shakespeare en este año; pienso en primera instancia en “Mendoza” de Juan Carrillo.

Por otro lado, Mauricio tiene a su favor que “Medida por medida” es la obra más mexicana de las 36 obras de Shakespeare. El tema central es la corrupción en lo público y lo privado. Y ahí sí, sin importar la edad, todos conectamos; entendemos y nos produce sentido todas las ideas del “compadrazgo”, “el que no tranza no avanza”; de las triquiñuelas de los políticos mexicanos; de los abusos de poder; de las “mordidas” y los “tehuacanazos”. Shakespeare, cuando escribió la obra en 1604, nunca se imaginó cómo, en realidad, hacía una investigación sobre el comportamiento social  de un lugar en América llamado México. Parece como si él mismo hubiera venido a tomar  nota de las calles para aventarse la puntada de escribir la comedia.

Precisamente porque el texto no se pierde en las grandes alegorías, ni en los mitos y ni en las referencias culteranas (a diferencia, por ejemplo, de “La Tempestad”, “Cimbelino”o hasta “Hamlet”) viene mi inquietud sobre la dirección. En grandes momentos del montaje, Mauricio apuesta por un esteticismo que le resta contundencia al conflicto de los personajes. El ojo de Mauricio ya lo quisiera cualquier pintor; tiene una habilidad prodigiosa para construir imágenes; sabe dónde poner al actor, sabe cómo iluminarlo, sabe cuál es la escenografía idónea, tiene una gran intuición sobre el movimiento pero a veces tanta pirotecnia visual me estorba.

Y sí pongo este trabajo en perspectiva con “Ricardo III” porque es del mismo director. En “Ricardo…” se logra un balance entre la forma y el fondo; se crean imágenes potentes que pueden sostener la premisa y están en congruencia con el conflicto de los protagonistas; en “Medida por medida” esta forma bien podría estar fuera de foco en varios momentos porque la historia no lo necesita; es más, en mi función muchos chistes no caían porque todos los espectadores estaban sorprendidos con la arquitectura visual.

Voy a poner esta analogía: me trajeron un pastel que tiene un pan de la más alta calidad pero tenía demasiado betún; éste tampoco me incomoda porque sabe rico pero si me pones a elegir me como sólo el pan. No quiero spoilear pero los momentos donde la forma me jaló y perdí el foco son: la primera escena donde estamos en el burdel; el primer encuentro entre Isabela y Ángelo; la posible ejecución de Bernardino, el “encuentro” entre Mariana y Ángelo y la última intervención del Duque como fraile.

Uno de los grandes aciertos de Mauricio es guiar a los actores para que puedan encontrar a su personaje. El trabajo es exquisito porque la obra se podría sostener sólo con la interpretación. Aquí hay tres notas: Ilse Salas, al hacer “Medida por medida”, hace su maestría como actriz; hacer a Shakespeare acciona herramientas del intérprete poco o nunca usadas en textos del siglo XX (ya sé, con este comentario muchos me odiarán por ser un purista del teatro). Ilse hace un trabajo de precisión rítmica fuera de serie porque junto con Ángelo, en comparación del resto de los personajes de la obra, están en un tono diferente.

Que todos los dioses del teatro bendigan a Haydée Boeto no sólo por su personaje de Herculano, en este montaje, sino por su trayectoria, experiencia y amor al oficio. “Medida por medida” tiene sus partes más brillantes en comedia por ella;  su caracterización de un hombre inspirado en películas de Ismael Rodríguez es inolvidable. Por último, Harif Ovalle, como el Duque de Viena, me conmovió por acercar las palabras de Shakespeare a las audiencias actuales sin un halo de pretensión académica o presunción actoral.

Mauricio García Lozano hace un trabajo sobresaliente con “Medida por medida”; para mí se debe al acercamiento que hace de esta figura “inalcanzable” de Shakespeare con los jóvenes y rendirle tributo con una mirada audaz y profunda.

 

Traspunte 1

¿Regresa “Grito”, esa obra que hace poco hizo Ludwika Paleta y Daniela Schmidt en la Sala Chopin, ahora al Teatro López Tarso?

 

Traspunte 2

El próximo lunes abro un espacio en mi cuenta de twitter (@pezdeoro1972) que se llama “Grabado en piedra” en donde pretendo recolectar imágenes de memorabilia de obras de teatro en México (programas de mano, fotos, discos, camisetas, objetos de uso cotidiano, vestuario, parte de escenografía o cualquier souvenir). Si alguien quisiera compartir fotografías de algunos de estos recuerdos por favor suban su foto en twitter con el hashtag #grabadoenpiedra.

 

“Medida por medida” (Dentro del Ciclo “Frente a Frente”)

De: William Shakespeare

Director: Mauricio García Lozano

Teatro Julio Castillo (Paseo de la Reforma y Campo Marte s/n – Metro Auditorio)

Agosto y septiembre de 2016 (Checar fechas que pueden caer de jueves a domingo en la siguiente página: 

SHAKESPEARE FRENTE A FRENTE

 

“Como quieras… ¡Perro ámame!”: “¡Dejen al pop en paz!”

Lectura: 2 minutos

Sinopsis:

Una mujer en sus cuarenta llega a un restaurant para encontrarse con su cita a ciegas;  la plantan y, casualmente, un hombre joven tiene una situación similar con otra mujer. El encontrarse solos los lleva a compartir la mesa para hablar de sus mejores decepciones amorosas; irremediablemente, el conflicto desemboca en una historia de amor.

Con la promesa de ser un musical de rocola con varios éxitos del cancionero pop mexicano, el espectáculo no sorprende ni en su formato y temática. No pude conectar en ningún momento con el montaje porque las canciones están metidas a calzador y, en algunos casos, son gratuitas.

Me confundió cómo la dirección está comprometida con una improvisación que trata de integrar al público, sin embargo, olvida de qué se trata la obra y parece sólo importar esta dinámica. La escenografía es estridente en intenciones y estilos; hay un pianista incómodo en escena por no estar ubicado en un espacio claro.

Me tocó ver la interpretación de Gicela Sehedi y Roger González (porque el elenco tiene alternantes). La interpretación de Gicela es convincente en todos los sentidos; tiene el papel en los huesos y se permite divertir con él. Roger González, como el hombre quien busca desesperadamente el amor, tiene grandes carencias en cuanto a la construcción del personaje y el ritmo de comedia (Sehedi lo rescata en varias escenas); su punto más fuerte es el canto y sus habilidades de conductor para hacer dinámicas donde integra al público.

Sin embargo, he de reconocer lo bien que se la estaba pasando el público. Reían, seguían las rutinas de improvisación y se emocionaban con las canciones. Después yo me puse a pensar qué sucedía con los demás en la sala y, a pesar de todo lo mencionado, “Como quieras… ¡ Perro ámame !” tiene la gracia de no ser pretenciosa; el montaje refleja un universo bien personal del autor y director para hablar con urgencia de la pareja (aunque a mí me parezca un tratamiento burdo). Es un trabajo honesto y, por ello, merece un reconocimiento.

¡Como quieras… ¡ Perro ámame !” cumple con su tarifa de entretenimiento. Sólo espero que los próximos musicales escritos por mexicanos no caigan en repetir la fórmula de “Mamma Mia!”; si quieren usar canciones pop mejor hagan un concierto y ahórrense una historia gratuita.

 


Traspunte

Aplaudo el esfuerzo del teatro El Milagro de vender varios de los montajes que se han presentado ahí en DVD.

 

“Como quieras… ¡ Perro ámame !

Una obra de Diego De Erice

Teatro Renacimiento (Velázquez de León 31, colonia San Rafael)

Jueves 20:30 hrs., viernes 19:30 y 21:30 hrs., sábados 18:30 y 20:30 hrs., domingos 17:00 y 19:00 hrs.

“La gata sobre el tejado caliente”: “Raspar el colmillo”

Lectura: 3 minutos

La gata sobre el tejado caliente

Sinopsis

Brick y Maggie son un matrimonio en crisis; a partir de la muerte del mejor amigo de Brick, éste empieza una  separación amorosa y sexual con su mujer. En una noche tienen una confrontación donde los verdaderos intereses de la pareja salen a flote y ponen en riesgo los intereses de la familia del esposo.

 

Para hacer “La gata sobre el tejado caliente” se necesitan horas de vuelo sobre un escenario; cualquiera, desde la dirección o la actoralidad, que se tope con esta obra se enfrenta a una prueba de fuego: o vives o mueres en el intento. No hay puntos medios. Aplaudo, en primer lugar, el aventarse a tomar este toro. No cualquiera se decide a hacerlo.

Me inquieta saber cuáles fueron las motivaciones de los productores para montar esta obra de Tennessee Williams. Es acertadísima la decisión, en cuanto a su pertinencia a las audiencias mexicanas, porque pisa callos. La tesis de Williams es devastadora: la mentira es la única manera de poder lidiar con este mundo; la sociedad no está diseñada para ser honestos.

En todas las sociedades se vive una doble moral pero la de México se parece mucho a la recreada en “La gata…”. Las manipulaciones de lenguaje, clase e intimidad que hacen Brick y Maggie resuenan con nuestras propias manipulaciones a nivel individual o colectivo. Todo se vuelve más aterrador cuando Williams hace de este texto su mejor radiografía de la pareja; supera, en este sentido, a “Un tranvía llamado deseo”.

Esta obra es incómoda (y lo digo en el mejor de los sentidos) porque no hace concesiones para hablar de la simulación. Todo el tiempo pasaba por mi cabeza esta idea de “alguien pare a estas personas, por favor”; porque la doble moral de la pareja es un kraken que devora a los padres, los hijos, los hermanos, la familia, las instituciones.

Williams es ácido para hablar del mundo de las apariencias; este no-pasa-nada porque estamos-donde-debemos-estar es una camisa de fuerza para los verdaderos deseos de los personajes; sin embargo, conforme pasa la historia, te cuestionas: ¿en serio puedes escaparte del “closet” social? ¿qué tantos compromisos estás dispuesto a perder si decides liberarte? “La gata…” al ser una pieza deja más hundido al protagonista en su propia miseria que como empezó; esto es un gancho al hígado del espectador.

El texto es una proeza y Enrique Singer, el director, hace del trabajo con los actores la guía del montaje. Desde “La mujer justa”, último montaje que vi de él, perfeccionó sus recursos para meterse de lleno al mundo interno del actor e intensificar la construcción de personaje; en “La gata…”, hace una prueba de lo aprendido con extraordinarios resultados. Lo más admirable de la propuesta es el trabajo de contención y la irradiación emotiva del ensamble actoral.

Luis Roberto Guzmán está jugando en las grandes ligas al interpretar a Brick; para su buena fortuna tiene el peso actoral para hacer frente a uno de los personajes masculinos más complejos de la dramaturgia occidental aunque faltan matices por encontrar. Iliana Fox, como Maggie, la siento ligeramente perdida en la primera parte de la obra al abordar el problema sexual de la pareja en cuanto a la intención y el gesto.

Cuando sale Rafael Sánchez Navarro a escena, al representar al padre de Brick, la obra sube de nivel. Tiene los contrapuntos más difíciles, mantiene todo el tiempo el tono de la pieza y, sobre todo, hace un manejo excepcional del cuerpo y la energía. Williams escribió la obra pensando en Brick pero se le salió de la manos el personaje del padre; éste se llevó la mejor parte del pastel.

Amanda Schmelz, Verónica Terán, Carlos Corona y Pablo Bracho están en un ejercicio actoral fuerte y contundente. En lo personal, me conmovió muchísimo Verónica Terán, como la madre de Brick; hace un trabajo cercano y lo que hace con la voz y el cuerpo es estremecedor.

El único elemento que me perturbó fue la escenografía. Todo sucede, en la habitación de Brick y Margaret, pero con el paso de las escenas esta imagen se pierde y no queda claro si existen cambios y límites espaciales. Tal vez la presencia de una cama en el centro del escenario todo el tiempo no ayuda; cuando se está en la habitación no hay ningún problema pero cuando se intuye que están en otro lugar y tratan de integrar la cama a este nuevo reacomodo es disonante.

“La gata sobre el tejado caliente” es un trabajo valioso: no sólo por montar a Tennessee Williams (eso es un logro en sí mismo) sino por hacer un montaje sólido. Me preocupan las fotos de la publicidad ya que no reflejan el espíritu de la obra; si alguien, sin la más remota idea del autor o del texto, decide comprar un boleto por las imágenes de la campaña publicitaria podría salir confundido (o hasta defraudado) porque esos ganchos visuales no se ven en el montaje.

Traspunte

¿Qué habrá hecho Felipe Fernández Del Paso en “Myst”? Tal vez dirigir conciertos sea algo más genuino en él.

“La gata sobre el tejado caliente”

De: Tennessee Williams

Director: Enrique Singer

Foro Cultural Chapultepec (Mariano Escobedo 665, colonia Anzures)

Viernes 18:45 y 21:15 p.m., sábados 18:15 y 20:45 p.m., domingos 17:00 y 19:30 hrs.

 

“Coco Mademoiselle Gabrielle”: “Libertades que nunca agonizan”

Lectura: 4 minutos

 

 

 

 

Hace poco empecé a ver “Orange is the new black” después de escuchar varios elogios. Amén de la impecable factura, los personajes entrañables y la historia tan efectiva, llamó mi atención su protagonista, Piper, una mujer quien cae en la cárcel por involucrarse en varias operaciones de su novia dealer, porque es uno de los pocos personajes femeninos en la televisión que no vive en torno a los deseos y necesidades de un hombre.

            Virginia Woolf en su ensayo “Una habitación propia” de 1929 (o “Un cuarto  propio” depende de la edición)  ya hablaba de la forma en que, en gran medida, la literatura ha planteado la condición de la mujer desde la masculinidad. Y a lo largo de su argumentación se compromete a un minucioso análisis sobre cómo los grandes personaje femeninos, sin mayor pretensión, son satélites de los hombres; esto como lamentable síntoma de un dominio violento y fundamentalista de estos hacia la mujer.

            Piper de “Orange is the new black” es una bocanada de aire fresco (necesario) en medio de estos paradigmas estúpidos; pone en la oferta de entretenimiento precisamente una “habitación propia” de mujeres ante una realidad, no sólo mediática o literaria, sino política, económica y social donde el sexismo impera y la discriminación (mejor dicho violencia) se normaliza. Por eso, cuando una obra de teatro es capaz de romper esta inercia como lo hace “Coco Mademoiselle Gabrielle”, se debe de comentar.

            Silvia Peláez, la escritora y también directora, usa como vehículo la vida de Coco Chanel en sus últimos momentos para plantear el enfrentamiento de una mujer a un mundo regido por hombres.  Lo más sorprendente del texto es cómo combina el rigor histórico y licencias poéticas para presentarnos la estrategia de Coco: su presencia en la moda cambió todas las reglas del juego para imponer las suyas; sus diseños eran arte para hablar de una sensibilidad femenina auténtica, indomable.

            Si en algún momento dado usaba elementos masculinos en sus diseños eran tuneados por su propio ingenio para reflejar su manera de sentir al mundo. La obra muestra la mente de esta mujer como un reto para la sociedad francesa de principios del  siglo XX porque nunca cumplió con las expectativas impuestas por las reglas masculinas e invariablemente expuso su visión sin ningún condicionamiento.

            Pero no sólo este montaje se mueve en esta línea sino también es un viaje al perdón. Silvia esboza a una Coco mermada en la salud, con dolores intensos en el cuerpo, sin más remedio que mirar de frente a sus demonios como una forma de redención antes de morir; mirar  de frente su oscuridad para perdonarse ella misma.

            En lo personal, el montaje me conmovió por ver a esta mujer capaz de ser lo que ella siempre deseó, dispuesta  a enfrentarse a quien sea por defender su libertad, siempre en un permanente ejercicio de poder sobre millones de personas, reducida a una enfermedad, condenada a una cama y habitación. Coco no puede esconderse de Coco; ninguna máscara que se inventó a lo largo de su vida le sirve para esquivar el dolor acumulado por los años, los errores y las mentiras dichas a ella misma.

            “Coco Mademoiselle Gabrielle” representa la vida como la constante batalla contra el tiempo; este personaje la persigue la muerte (como nos persigue a todos). La enfermedad, en esta historia, es una situación límite donde se hace apremiante la toma de conciencia; a todos nos estruja el corazón ver a esta mujer librando esta contienda como la tenemos todos en cada decisión, experiencia y aprendizaje.

            Sin duda alguna no existe mejor actriz para interpretar este monólogo que Pilar Boliver. Ella nació para ser Coco. Me faltarían palabras y párrafos para hablar de su extraordinaria formación profesional, sus trabajos más destacados en teatro (desde su participación en “De la Calle” de Julio Castillo hasta “Un corazón normal” de Ricardo Ramírez Carnero) y su inconmensurable amor al teatro; pero en este proyecto va más allá de sus límites al dejar a un lado lo probado, lo conocido y arriesgarse a nuevos caminos.

            Pilar Boliver nunca ha parado de transformarse para llegar más profundo en su registro actoral y emotivo. Con “Coco…” llega a una complejidad desconocida por mí; después de verla hacer esa memorable escena en “Un corazón normal” donde su personaje, una de las primeras doctoras en tratar pacientes con VIH en Estados Unidos, reclamaba a representantes del gobierno la falta de apoyo para estudiar el virus, la enfermedad  y el tratamiento, pensaba que había llegado a su punto más alto de rango emotivo.

            ¡Qué equivocado estaba! Con “Coco…” no da un gancho al hígado como lo hacía en “Un corazón normal” sino opta por un camino de suavidad para acercarnos poco a poco a los límites del abismo de esta mujer para compadecernos por ella e, irónicamente, por nosotros mismos.  Pilar hace más grande su escala emotiva con este montaje y sólo puedo sentir que esto lo logra porque el teatro para ella nunca ha sido un fin sino un medio.

Es un orgullo y privilegio tener a Pilar Boliver en las filas de nuestro gremio. Ella hace de este montaje una celebración de toda su trayectoria y para los espectadores se vuelve un acontecimiento extraordinario por ver a esta actriz que en cada gesto, movimiento, en cada palabra le brota su generosidad no sólo como profesional sino como ser humano.

Ya sea con Piper de “Orange is the new black” o cualquier otro espacio en la oferta de entretenimiento, la “Habitación propia” de Woolf se vuelve necesaria para acercarnos a una sensibilidad capaz de enriquecernos como sociedad. “Coco Mademoiselle Gabrielle” es urgente no sólo por esto, sino porque en las condiciones de nuestro país, en la permanente crisis y el cotidiano desánimo, nos vuelca la mirada a esos seres que nunca comprometen su libertad ante nada ni nadie para tener como recompensa ser ellos mismos.

Traspunte

¡Qué difícil es encontrar obras de Emilio Carballido en las librerías!

 

“Coco Mademoiselle Gabrielle”

Autora y directora: Silvia Peláez

Teatro La Capilla (Madrid 13, Colonia Del Carmen, Coyoacán)

Lunes a las 20:00 hrs.

 

 

mauriciopezdeoro@gmail.com

Twitter: @pezdeoro1972

“Aplauso”: “All about Verónica”

Lectura: 4 minutos

Todos en el gremio teatral saben que Fela Fábregas tiene “modos de producir teatro muy suyos” (sic). Cuando compras un boleto para estar en uno de sus montajes es como si regresaras a la manera de hacer y consumir espectáculos de los setenta (hasta en la dulcería venden golosinas de la época). El Teatro San Rafael, el lugar de los Fábregas, lo amo por todos los recuerdos que me unen a él desde la infancia y me intriga saber cómo se sigue sosteniendo a pesar de su desfase de esquemas de producción ante los del circuito teatral a la redonda.

            Y, si lo pienso desde aquí, sin el juicio de valor por delante, entiendo por qué Fela decidió hacer el musical setentero “Aplauso”. Pero lo que no concebía, en primera instancia, es para qué invertir dinero a  una obra passé, sin un pedazo de empatía con nuestra cultura e idiosincrasia, fuera de toda proporción ante la demanda teatral.  Y si esto resultara poco sin una canción que se pueda tararear de regreso del teatro a la casa.

            El espectáculo dura más de dos horas pero le podemos quitar hora y media para enterarnos a cabalidad de la premisa. El planteamiento de una joven actriz quien hace y deshace por competir con una estrella  veterana de Broadway es naive. Mi morbo fue mucho y me metí a YouTube para ver el telecast de “Aplauso” que protagonizó Lauren Bacall en 1973: sinceramente toda la idea del show me parece sólo una forma de complacer y hacer lucir a esta actriz desde su origen.

            Al terminar la función, nació la inquietud de hace dos párrafos: para qué invertir en esta historia. Ni siquiera me cuestionaba el por qué; Fela tiene todo el derecho de hacer con su dinero lo que ella quiera pero al superar esta primera motivación, pensaba, qué más hay, qué está en el fondo. Y de pronto me di cuenta de la verdadera incógnita relevante al ver el crédito de Verónica Castro en el programa de mano y toda la gente que se estaba levantando a mi alrededor para salir de la sala: ¿qué le pasa al público con una obra como ésta?

            No quiero ser reduccionista. Por supuesto que importa todo lo demás: la adaptación de la historia falla al empatar con nuestra realidad en el lenguaje y situaciones; la ejecución del dispositivo escenográfico es digna; los actores de reparto y todo el ensamble son de una gran valía (sobre todo Gloria Toba); Natalia Sosa, al interpretar a esta actriz ambiciosa sin principios, sorprende por su versatilidad; la dirección fracasa al plantear el timing de las escenas para lograr un efecto cómico. Esto importa pero la presencia de Verónica Castro altera todo el resultado en los espectadores.

            Verónica vende la estrella de Verónica Castro. Su personaje, esta gran diva de Broadway, no importa; todo el tiempo su figura de las telenovelas y programas nocturnos trata de escapar de una camisa de fuerza. Por otro lado, yo voy al teatro cada semana (por lo menos) y contadas veces he visto ese poder de convocatoria para pagar un boleto (el de mayor costo por cierto) de mil pesos (sin la comisión Ticketmaster) que no puede ser de menor precio por la inversión, el número de funciones a la semana y la nómina. Y sí, por otro lado, es caro para la economía de este país.

            En la función que yo asistí el foro estaba a un 92% de su ocupación. Lamento no contar con los recursos para hacer un estudio de hábitos de consumo de esa audiencia; por mi experiencia, a ojo de buen cubero, por puritita intuición son hombres y mujeres de más de sesenta años; llegaban al teatro, en la mayoría de los casos, en coche y taxi de sitio (no Uber o derivados); no asiduos al teatro; dispuestos a pagar el costo del boleto para ver en vivo y en directo a su estrella. Insisto, esto no es una muestra representativa porque me faltan herramientas para determinarlo pero aunque no fuera así, aunque no se llenara todas las noches el foro, es interesante analizar qué está sucediendo en el San Rafael.

            Estas condiciones de producción no suceden a menudo en el teatro y debería de interesarnos a todos, sin importar el tipo de teatro donde estés: comercial, intenso, universitario, experimental, posmoderno, infantil, personal. Lo obvio sería decir “van por Verónica” pero muchos fans no invertirían ni un peso por más fans que sean: ¿por qué ellos sí hacen el esfuerzo de verla? ¿Por qué alguien decide invertir su tiempo y dinero en una oferta de entretenimiento como el teatro? ¿La única ganancia es Verónica Castro? Sinceramente lo dudo; debe haber otros beneficios. Y sí, pésele a quien le pese, este fenómeno se puede ver con alguien como esta estrella de los ochenta. Si queremos “generar público”, ¿qué sabemos de éste? ¿Cómo lo conocemos? ¿Qué herramientas tenemos para conocerlo?

            Pude platicar con tres personas desconocidas a la salida, en algo súper causal, sin el rigor metodológico necesario, sobre “Aplauso” (insisto, son conclusiones sesgadas, pero el aplauso del final, a rabiar y de pie, y las risas con las participaciones de Verónica me inquietan): notaron las carencias del montaje (en esta columna ya comentadas), se quedaron atónitos por ver a su estrella tan cerca (y tan guapa) pero, he aquí lo interesante, nadie salió defraudado para nunca volver a pisar un teatro. Se la pasaron genial. ¿Volverían? Claro que sí.

            Y aquí llego a preguntas sin respuestas: ¿Cómo le hacemos para capitalizar esto? ¿Si no fuera “Aplauso” qué historias se contarían para esta audiencia? ¿Qué estrellas tenemos para hacer este tipo de espectáculos? ¿Qué estrellas tienen poder de convocatoria en el teatro? ¿Vale la pena que un productor se arriesgue por una estrella para asegurar la taquilla? ¿Dónde importan los nombres del elenco? ¿Dónde la obra es la estrella? ¿Es pecado contratar a una estrella aunque sea apta para interpretar el papel? ¿Qué entendemos por star system? ¿Tenemos uno?

            Sólo una nota más: antes se tenían programados los jueves para dar función; me acabo de meter a Ticketmaster y esas fechas están canceladas. Me resulta lógico que esta audiencia  medianamente escaneada en la función donde yo asistí no vaya ese día de la semana. “Aplauso” pone sobre la mesa muchos temas pendientes más allá de Verónica Castro y la obra en sí misma. Y, al terminar este párrafo, me queda claro que Fela Fábregas, a pesar de todo, sabe por qué y para qué apuesta por esta historia.

 

Traspunte

¿En qué fase irá el plan de rescate del Teatro Blanquita?

“Aplauso”

De: Betty Comden y Adolph Green

Compositores: Lee Adams y Charles Strouse

Teatro San Rafael (Virginia Fábregas 40, Colonia San Rafael)

Viernes 20:30 hrs., sábados 19:00 hrs., domingos 17:30 hrs.

mauriciopezdeoro@gmail.com

Twitter: @pezdeoro1972

“Niño perdido”: “Camino con retorno”  

Lectura: 3 minutos

 

“12 princesas en pugna” es una joya de culto. Poco a poco adquirió el prestigio para asegurar una temporada que hasta ahora no parece tener fin. Después de tener un éxito de este tamaño, Quecho Muñoz, el autor y director, se lanza otra vez al ruedo con “Niño perdido” donde asume los mismos roles junto con el de actor.

            Yo tenía ganas inmensas de ver este montaje para ver qué ruta tomaría y cómo se podría reinventar. El primer elemento digno de destacar es precisamente la fidelidad a sus obsesiones: vuelve a darle el protagonismo a un personaje en la frontera entre la adultez y la infancia. Hay algo de inocencia en los montajes de Quecho que siempre es conmovedor y, sobre todo, habla de un sentido auténtico en su escritura.

            Toma de nuevo el camino de la comedia, sin embargo, en comparación con “12 princesas en pugna”, el humor es básico. Entiendo esta necesidad de ser empático, o cercano, pero cuando sólo centras la atención en la grosería por decir la grosería las risas se vuelven forzadas (a menos que seas Polo Polo). Todo depende de la acción y no del parlamento: la “tragedia” de los personajes da el efecto cómico no las palabras.

            Sin embargo, el mayor del problema del texto no está en el tono sino en la falta de síntesis. La anécdota no da para una obra de más de una hora; cuando se acabó el primer acto yo sentí que ya se había llegado a un clímax y conclusión, sobre todo, por la contundencia energética, pero Quecho vuelve a abrir la línea dramática con un supuesto nuevo conflicto; entonces me preguntaba qué iba a pasar en la siguiente mitad si la premisa era lo suficientemente clara para no desarrollarla más. Cuando empieza el segundo acto la obra es redundante.

            Hay algo perturbador en esta última parte: Manuel, el protagonista, revive episodios traumáticos de la infancia con la edad en la que los vivió. El recurso es interesante porque vemos a ese niño vulnerable quien impactó al adulto que es y tiene sentido porque este personaje es quien lleva el peso de la historia. Cuando estos mismos momentos los vemos con su padre es forzado aunque emotivo porque sentimos el por qué es incapaz de involucrarse con su hijo.

            Pero cuando todos los personajes deben pasar por esta remembranza, con escasos elementos con los cuales yo pueda sentirme identificado, se vuelve ruidoso porque le resta importancia al protagonista. El grato sabor de ese final del primer acto se diluye por completo.

            La idea del dispositivo escenográfico remarca este aire infantil con una simulación de un enorme lego; la selección de colores hacen una unidad conceptual que todo el tiempo es congruente y se sostiene. Hay problemas en las texturas de las piezas sobre el escenario pero, en mayor medida, con las atmósferas de la iluminación.

            La dirección de Donald Bertrand es acertada en explotar las características de sus actores. Tiene un elenco poderoso para sostener el ritmo vertiginoso de esta comedia. Quecho Muñoz, como Manuel, carga un papel colosal con una dignidad sorprendente; el mayor reto de este personaje consiste en hacer verosímil a un “niño” sin caer en lugares comunes y chocantes. Quecho no hace una  caricatura y apuesta por construir un mundo interno potente.

            Es la primera vez que yo veo a Crisanta Gómez en algo no musical; ella interpreta a la mujer quien ama el protagonista, su compañera de trabajo. Sus habilidades probadas en este género la hacen una actriz con un gran sentido del ritmo y un destacado trabajo energético. José Daniel Figueroa, el jefe de Manuel, destaca por sus contrapuntos con Quecho Muñoz y  la construcción tan detallada del personaje en gestos y corporalidad.

            La nota más destacada en cuestión de actoralidad se la llevan Lupita Sandoval y Gerardo González. Interpretan a la hada madrina y padre de Manuel respectivamente. ¿Habrá algún personaje que no se les resista? “Niño perdido” supera, por mucho, las carencias del texto cuando ellos salen a escena.

            Al verlos trabajar, en este montaje, sólo podía pensar en la importancia de sus nombres en la historia del teatro mexicano. Ellos dos, entre muchos más, establecieron las bases de profesionalización del  medio; Lupita y Gerardo son baluartes que merecen todos los aplausos del mundo y no sólo lo digo por sus glorias pasadas, lo digo porque en cada trabajo en donde los veo demuestran por qué la experiencia es algo impagable.

            “Niño perdido” apuntala el estilo de Quecho Muñoz; valoro su entrega y determinación por seguir en búsqueda de una escritura genuina. “Niño perdido” le servirá de mucho para el próximo proyecto; es más, es necesaria esta transición para lo que viene. Vale la pena ver el montaje por las actuaciones tan entrañables, la colaboración de grandes figuras y gente joven y, sin duda alguna, por ser un espectáculo emotivo de principio a fin.

Traspunte

(A contracorriente) Rodrigo Llamas destaca tanto en “Dirty dancing” que se postula para ser una superestrella del teatro musical en este país.

“Niño perdido”

Dramaturgia y dirección: Quecho Muñoz

Teatro Julio Prieto (Avenida Xola 809, esquina Nicolás San Juan, Colonia Del Valle)

Lunes a las 20:30 hrs.

 

mauriciopezdeoro@gmail.com

Twitter: @pezdeoro1972

           

“Mendoza”: “Tesoros compartidos”

Lectura: 4 minutos

Sinopsis:

Esta obra es una tropicalización de “Macbeth” de Shakespeare en la Revolución Mexicana. Al regresar a su regimiento después de un conflicto armado, Mendoza se encuentra una bruja quien le vaticina poder y fortuna; él, instigado por su esposa, Rosario, decide cumplir la profecía al emprender la destrucción de su grupo político y confrontar sus lealtades y deseos.

A hora y media después de haber visto la función…

Me doy de topes contra la pared por no haber ido a ver “Mendoza” en el 2014. La tenía en el radar pero hasta hoy no encuentro una razón por la que no fui a comprar un boleto. Todo mundo hablaba maravillas de ella pero cuando te sientas en la butaca para ser parte de este montaje te das cuenta de cómo las palabras se quedan cortas para describir su impacto.

            No sé cómo seguir esta reseña; estoy tan tentado de hablar de la valentía del proyecto, de su honestidad… Tengo la sensación de que los integrantes de esta compañía son sumamente afortunados por contar esta historia: cualquier teatrero mataría por tener entre sus manos un juguete tan sofisticado y peligroso como éste.

Después de catorce horas…

En la mayoría de los casos, calificar una obra como “inteligente” cae en el terreno de la ambigüedad. Y en el peor de los casos en el de la falacia. Sin embargo, con “Mendoza”, el adjetivo se vuelve apropiado porque hace referencia a una forma de conectar pensamientos y emociones que le da la vuelta a algo que ya estaba dado por hecho.

            Es inimaginable el número de adaptaciones, mejor dicho, tropicalizaciones,  que se han hecho de Shakespeare en todo el mundo. Se ha experimentado hasta la saciedad con su lenguaje, tono, ritmo, contexto y época como una clara señal del culto a este hito. Y hay algo natural en ello: la academia lo vuelve tradición; la mercadotecnia inglesa no deja de recordárnoslo; el paso del tiempo confirma la necesidad de regresar a los “clásicos”.  Pero muy pocas veces hay riesgo al hacerlo.

            En este país, se ha hecho con chile, mole y pozole; se ha usado al narco, los indígenas, personajes históricos de la Reforma o, en su versión más extrema, con simbolismos intrincados de la mexicanidad. El reto de tropicalizar una obra extranjera no sólo es cuestión de ajustar el idioma o la circunstancia dramática a una cultura sino es lograr que la trama sea orgánica en ese lugar, verdadera pues.

Para mí, este proyecto es de las contadas veces que se le da vuelta a la tortilla con un trabajo de tropicalización de Shakespeare. Antonio Zúñiga y Juan Carrillo llevan al límite esta versión de “Macbeth” no sólo por situarlo en la Revolución Mexicana, ni por lograr una poética fuera de serie en el lenguaje, sino por hacerlo con la firme convicción de resonar con nuestro momento histórico. De forma directa, sin pretensiones, brutalmente dolorosa.  Con todo respeto a Shakespeare, éste se vuelve un pretexto porque la obra adquiere otra dimensión y profundidad más allá del autor.

            Cuando estás en la función y sabes que afuera está sucediendo el conflicto magisterial, los jaloneos del IPN, el dominio del narco en la cotidianidad, el desplazamiento forzado y matanzas a diestra y siniestra (por decir lo menos) la experiencia se vuelve estremecedora. “Macbeth” y “Mendoza” hablan sobre cómo el poder violenta la realidad; México se ahoga en su propia violencia. Y es aquí donde el riesgo de llevar a la escena el texto está en todo momento: por ser tan incómodo (y lo digo en el mejor sentido de la  palabra), tan bello y tan lejos del juicio del valor.

Después de 57 horas…

Este montaje entra por los sentidos para cuestionar, indagar, debatir. Los  episodios están dibujados con recursos tan lúdicos que hacen de Juan Carrillo, también director, una de las mentes más refrescantes para el teatro en México.

            Aplaudo (por horas y a rabiar) su capacidad de sintetizar premisas, simbolismos y sensaciones en formas sencillas. La escenografía, iluminación y vestuario trabajan a favor de la ficción en un concepto directo, sin perderse en el esteticismo o alejado de caprichos.

Parece que cualquiera puede dirigir esta orquesta, sin embargo, detrás de cada una de las decisiones hay muchísimas horas de estudio, exploración y trabajo. El riesgo, y vuelvo a usar esta palabra porque la experiencia teatral no se puede explicar sin él, no sólo queda en la escena. Juan tiene el tino de  hacer partícipe al público sin que éste se entere cuando se subió al barco; no sabemos cuándo ya estamos sufriendo por Mendoza, no sabemos por qué ya empatizamos con los personajes, no sabemos por qué nosotros dictaminamos el ritmo del montaje. Sólo nos dejamos llevar. La experiencia es inmersiva; el espectador nunca se puede esconder.

Después de 84 horas…

El ensamble actoral hace gala de una pericia técnica para escudriñar personajes complicadísimos. Ver la construcción de un mundo interno a través de los ojos, gestos y movimientos de los actores es una clase magistral. Nunca dejé de sorprenderme por su trabajo de contención en los momentos más altos del montaje.

            Aquí hago una nota especial por la relevancia del personaje y la propuesta actoral: Mónica del Carmen, quien interpreta a Rosario, basado en Lady Macbeth, es una de las actrices que están en un rango sensible y emotivo extra-ordinario.

Llamó mi atención desde la película “Año bisiesto” (si no la han visto corran a verla) y siempre tuve la sensación de que tiene una profundidad más allá del cine (lo digo porque ese personaje tan difícil no sólo era el resultado del trabajo de cámaras o edición, sino había algo de la actriz en donde se le iba la vida en ello). Cuando la vi en directo, tan cerca, pude ser testigo de su peligrosa manera de habitar un escenario; para mí, por mucho, esta interpretación es una de las más memorables (y desgarradora) del 2016.

A una cuantas horas de publicar esta reseña…

Sigo repasando en mi cabeza todo lo que dejó este montaje en mí. Aún mis sentidos pueden recrear el estar sentado en esa butaca… puedo sentir otra vez esa conmoción de haber llegado al final. En serio, se los suplico, vayan a ver “Mendoza”. Estarán hasta el 12 de agosto.

            Todos los que participan en este proyecto encontraron un tesoro y agradezco su generosidad de haberlo compartido conmigo y con cada uno de los asistentes con los que estuve en esa función, las que fueron y las que faltan. Gracias.

Traspunte

“Éstas son las mañanitas…” al CITRU (Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Teatral Rodolfo Usigli) que celebra 35 años el 12 de julio.

 

“Mendoza”

Tropicalización de “Macbeth” hecha por Antonio Zúñiga y Juan Carrillo

Director: Juan Carrillo

Centro Cultural Helénico – Foro La Gruta (Avenida Revolución 1500, Colonia Guadalupe Inn)

Viernes 20:30 hrs.

Hasta el 12 de agosto