El hombre de las mil decisiones no necesita tecnología

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Hay una sola historia. Una sola que recorre todos los tiempos. No como maldición, sino como marca humana. No reina sobre lo inevitable. De ahí que resulte fascinante. Se puede evitar, pero no se quiere.

Se regresa a ella como algo que nuca se ha ido. Para refrendar que hay algo que puede estar por encima del tiempo. La misma historia, dice Joseph Campbell, de forma variable. Lo constante, dentro de lo que muta.

Se encontrará a quien antes que ser hombre quiera ser héroe. Incluso cuando no tenga ninguna cualidad sobresaliente. O incluso por eso. Su decisión de vida es repetir esa historia única. La del hombre que antes de ser hombre, decidió ser héroe.

El héroe es tan simple como esa historia omnipresente. Simple como su propio mundo de verdades. El mundo del hombre decidido a ser héroe no requiere ni siquiera que la realidad corrobore lo que dice o lo que piensa.

Enseña lo que no conoce. Riega verdades sobre lo que ignora a fondo. Asevera con tal convicción que persuade. No porque sepa, sino porque cree. Lo suyo, pues, no son actos de conocimiento sino de convicción en que así pasarán las cosas.

Decisiones.
‘Decisiones’, Dulce María González Calero (s/f).

El hombre decidido a ser héroe está, pues, persuadido, no sólo de que él puede (y debe) serlo, sino además de que la verdad es una sola.

Mostrar el camino, así él no lo haya recorrido nunca, es su tarea. Pelear incansablemente contra aquello que se le oponga, una consecuencia de ésta.

En el decir de Campbell sobre el universo de las representaciones, para el héroe no hay cosa más evidente que los seres humanos, no los héroes, los seres humanos, “nacen demasiado pronto; están incapacitados para enfrentarse con el mundo”.

El propio erudito norteamericano define al héroe como “el hombre de la sumisión a sí mismo”. Mas, señala el mismo Campbell, ¿sumisión a qué?, al identificar este rasgo como la principal virtud del héroe.

A su decisión de serlo. A eso se somete, a sí mismo, se dirá, pues se trata de un acto, así lo mira, en el que radica la decisión primera y básica de su destino. Las demás, vendrán por añadidura.

No debe extrañar, entonces, que para quienes han decidido ser héroes, no haya cosa más natural que decidir, incluso al grado de ser rebasados por ellos mismos.

El super hombre.
‘Man sitting on ladder overlooking the city’, Nico Fine (s/f).

Al hombre decidido a ser héroe, le habita, como sangre en las venas, un talante casi compulsivo de tomar en sus manos cada decisión. Al final es regresar al principio. La decisión primera, la decisión que engendra todas las demás.

El héroe decide todo el tiempo; el héroe lo decide todo. Decide por encima del tiempo, del sentido común, de los datos, de la ciencia, de la evidencia, él decide porque es el que (ya) decidió.

Confiará en unos cuantos, en ciertas rutinas (si no es que verdaderos rituales), confiará en algunas señales, en algunos instrumentos o herramientas. Pero sobre todo, confiará en su instinto. Su intuición lo separa y lo une, de otro modo, al mundo.

El mundo externo, sus tecnologías, sus avances, todo aquello a lo que se le confiere un estatuto de progreso, significa poco para el hombre que ha decidido ser héroe, comparado con su percepción como fuente para tomar decisiones.

Aún más, el mundo exterior con todos sus instrumentos, su capacidad de raciocinio, con sus científicos, poetas, académicos, artistas y tecnólogos, no será para el hombre decidido a ser héroe, sino muestra de que su estatura supera esa exterioridad.

Para el hombre decidido a ser héroe, la historia, que no es otra que su historia, se resume, justamente, en el tránsito entre la realidad exterior, con todos sus instrumentos y representaciones, y el mundo interior, su mundo interior, como origen de cada decisión, desde la primera hasta la última.

El hombre.
Ilustración Javier Jubera.

Campbell lo dice de este modo, el primer paso, al que denomina separación o retirada, consiste en una “radical transferencia de énfasis del mundo externo al interno, del macro al microcosmos, una retirada de las desesperaciones de la tierra perdida a la paz del reino eterno que existe en nuestro interior”.

No hay camino que lleve hacia delante en el andar de quienes han decidido ser héroes. Lo que es más, la tecnología, eso que llamamos progreso es un distractor, una sombra de la realidad real, diríase con aires platónicos.

Así, sin importar la época, la geografía o las culturas, la historia del héroe es siempre la historia de aquel que decidió serlo, por encima de todo y de todos.

Mil caras ha tenido el héroe a lo largo del devenir humano, dice Campbell. Mil rostros humanos distintos. Un mismo camino común. Una historia que se repite. Porque es una sola historia.

En las mil decisiones que toma a diario el hombre decidido a ser héroe, pervive una: él mismo y su destino.

Bajo ese parámetro, mil decisiones a diario incluso pudieran parecerle pocas. Él ya tomó la fundamental. Su mente está en otra parte. Su destino. Y para eso no necesita de la tecnología.

Con él se basta.

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Roberto Arriola García

Felicidades Colega!

Muy interesante artículo. Inevitable conectar con la coyuntura de los lideres mesiánicos de nuestro tiempo y lugar.

Gracias por compartir!

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