En los seres humanos, el “punto de vista” constituye un ajuste de la observación que puede estar dirigida al mundo exterior, al propio cuerpo, o proporcionar un acceso privilegiado a los propios estados mentales. La expresión “punto de vista” constituye una explícita metáfora visual, porque el “punto” sugiere un “ojo” desde el cual se enfoca y dirige la mirada, en tanto la “vista” es la escena que resulta de un determinado arreglo que se suele denominar “perspectiva”. En las pinturas, las fotografías o las películas cinematográficas, el punto de vista es el sitio y la posición desde los cuales el artista y eventualmente el espectador contemplan la escena visual. El uso de la perspectiva en la pintura occidental es un recurso que data del siglo XV en Italia con el empleo de un punto de fuga en un horizonte ilusorio al cual convergen las líneas de la pintura. De esta forma, el artista crea una ilusión en dos dimensiones para imitar la percepción visual tridimensional. El procedimiento prevaleció desde el Renacimiento hasta principios del siglo XX, cuando el cubismo rompió con la tradición representando a los objetos o a los modelos desde varias perspectivas simultáneamente.

Ahora bien, el “punto de vista” no se restringe a la visión y las artes visuales, sino también se refiere a la actitud, creencia o cosmovisión desde donde se percibe y se entiende al mundo. Ortega y Gasset planteó que la única forma de conocer la realidad es a través de las perspectivas en las que el observador está colocado y que de forma inevitable le proveen las circunstancias. No tiene sentido decir que sólo una de ellas es verdadera y las demás falsas, pues todas y cada una constituyen realidades relativas. Excepto para una deidad omnisciente, no hay un punto de vista total y privilegiado que acceda a la verdad absoluta. Este relativismo del conocimiento fue llevado más lejos por Wittgenstein al plantear que en todo punto de vista existe una plataforma y una escena que en conjunto constituyen “los límites del mundo” porque “la realidad” está limitada o constreñida precisamente por la perspectiva. Aquello que se encuentra fuera de los límites del punto de vista para el observador está fuera de su mundo y no puede ser puesto en palabras. El mismo filósofo austro-inglés acepta que existe un mundo más allá del punto de vista y del lenguaje, pero éste no puede ser concebido sino sólo mostrado al sujeto: es el ámbito que llama “lo místico”. En este mismo tema analizó algo muy relevante para la autoconciencia: la actitud determina o modifica sustancialmente el punto de vista, de tal forma que la misma realidad puede ser muy diferente, por ejemplo, para una persona alegre y para otra triste. Resuena el conocido cuarteto de Ramón de Campoamor:
Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira:
todo es según el color
del cristal con que se mira.
O su dicho equivalente en inglés: beauty is in the eye of the beholder (la belleza está en el ojo de quien contempla).

Es bastante aparente que la manera como está construido un punto de vista, determina en alguna medida las observaciones y sus resultados. Entre los elementos cognitivos que sostienen el punto de vista están las creencias, los deseos o los recuerdos, características de la mente humana que se conocen como “actitudes proposicionales.” Más allá de que estas actitudes pueden ser rígidas o dúctiles, se plantea que la objetividad misma está en entredicho porque el punto de vista no sólo es relativo, sino voluble, de tal manera que no habría forma de establecer una verdad confiable, invariable y “objetiva”. Los “realistas” en filosofía aceptamos que existe un mundo independiente de las conciencias al que es posible aproximarse sucesivamente tomando todos los puntos de vista posibles, pero a sabiendas que no es posible gozarlos todos, lo cual equivaldría a una objetividad absoluta. El criterio más seguro de objetividad se definiría más modestamente como el acuerdo entre observadores, algo que se ha denominado inter-subjetividad. De hecho, éste es un principio rector de la ciencia, pues el método científico requiere el estudio empírico de alguna realidad accesible, aunque estipula que por sí sólo el resultado obtenido no se fortalece y sedimenta hasta su reiterada confirmación independiente o se invalida cuando es definitivamente refutado. Ahora bien, la historia de la ciencia sugiere que existen puntos de vista y perspectivas de modelos, teorías y creencias que por épocas sucesivas dominan la manera como se diseñan los proyectos y se interpretan los resultados; son los llamados “paradigmas” por Thomas Kuhn.
El filósofo Thomas Nagel está de acuerdo en que la pretensión de objetividad absoluta se encuentra necesariamente aquejada por el punto de vista relativo y parcial de nuestra perspectiva aquí y ahora, en un sitio preciso y un tiempo dado. Plantea que hay un problema para combinar la perspectiva de una persona particular, que es por necesidad subjetiva, con la más objetiva que puede intentar valiéndose, por ejemplo, de la información científica. En efecto, un sujeto curioso y dispuesto puede percatarse de que su punto de vista es parcial e intentar una perspectiva más amplia, lo cual constituye una actitud loable y productiva. En la película de Peter Weir, La sociedad de los poetas muertos (1989), un profesor excepcional pide a los alumnos que se suban a sus pupitres para tomar otra perspectiva de su realidad inmediata, lo cual resulta revelador para ellos, aunque subversivo para las autoridades escolares. Siempre es posible tomar una posición más incluyente, como sucede con la fotografía cuando la cámara se retrocede para revelar una escena más amplia. Sin embargo, por mucho que la cámara se eche hacia atrás, no es posible adquirir una vista completa y global.

El punto de vista subjetivo es la perpectiva individual “desde el interior” de una persona y la coloca como centro de su mundo de tal manera que es el conocimiento más directo que tenemos los seres humanos y que llevó al pensador zen Douglas Harding a sostener que, por experiencia, él no tiene cabeza. En contraste, el punto de vista objetivo es impersonal y se adopta cuando la persona concibe la realidad en cierto modo “desde afuera,” lo cual está avalado por la coincidencia de los puntos de vista de otros o, por la inter-subjetividad. Nagel denomina a este como el punto de vista desde nowhere, es decir, desde ninguna parte en especial (no-where = sin donde). Jugando con la gramática en inglés, podríamos interpretar ese nowhere como su opuesto now-here, (now = aquí; here = ahora) como el aquí y ahora.

Con el resurgimiento de la conciencia humana como “objeto” de interés en las ciencias, desde hace unas décadas ha venido ocurriendo un interés en detectar el punto de vista personal o subjetivo, lo cual hasta hace poco se consideraba inviable. Por ejemplo, los informes en primera persona, los relatos que alguien hace sobre lo que siente, quiere, piensa, imagina o sueña, se constituyen en datos que se pueden analizar sistemáticamente. Una forma de aproximarse al punto de vista ajeno consiste en registrar lo que mira un sujeto en estudio, sea mediante el registro de sus movimientos oculares y la dirección de su mirada, o bien colocando una cámara digital en su frente o en anteojos de video digital. Al visualizar la escena que el sujeto mira, el investigador obtiene una aproximación a su experiencia visual. Se trata de hacer más patente el punto de vista del otro, de excavar en la subjetividad ajena.