No creáis que el destino es otra cosa
que la plenitud de la infancia.
R.M. Rilke.
En los extremos. Abril, el mes que el enorme poeta inglés T.S. Eliot calificara como el más cruel, cierra cada año sus días haciendo tocar los extremos. De un lado, concluye el plazo para que las personas físicas hagan su declaración de impuestos: del otro, se celebra la infancia y a la infancia.
Nada parecería más lejano que una cosa y la otra. Hacerse mayor de edad cumpliendo las obligaciones tributarias. Solazarse en la infancia real o recordada, como ese tiempo en el que pocas fueron (o debieron haber sido) los deberes.
Ingenuidad en la niñez; responsabilidad, en la edad adulta. No están lejos, quizá.
Sobre todo si se asume que nada es más ingenuo que pensar que existe en una posibilidad para un país de desarrollo sin que de modo responsable el mayor número de sus habitantes paguen impuestos.
Como tampoco nada hace tan adulta a una nación como hacerse cargo plenamente de que sus niñas y niños lo sean plenamente; es decir, sean niños y niñas capaces de ejercer su primer derecho: ser felices.
Conocidos hoy como nativas y nativos digitales, las niñas y los niños del presente abran de ser también algún día, adultos que, en nombre de lo que fueron, se harán responsables de quienes entonces sean niñas y niños.
La infancia no es una esencia. No permanece inmutable a lo largo de los años y las épocas. Ni como recuerdo de quien ya la vivió ni como forma de ser vivida por quienes son niñas y niños en cada tiempo determinado.
Marcada de modo inefable por el acceso a dispositivos y plataforma en línea, la niñez de nuestro tiempo pertenece, como a cada infancia ha correspondido, a la época que le ha tocado, la digital.
Se puede pensar en retrasar, o incluso vedar por completo, la interacción con los dispositivos y con el acceso a Internet. Pero lo central nunca ha recaído en los objetos o las herramientas. Los cambios de época lo son porque representan nuevas formas de pensar.
Lo digital es la experiencia, no el objeto. Así que aun habiendo niñas y niños que tengan acceso diferenciado o incluso no lo tengan, por decisión de los padres, las ideas, las nuevas maneras de organizar la información y de representar al mundo están ahí.
Los modos “en red”, horizontales, colaborativos, descentrados, antidicotómicos de construir la realidad, a la manera que corresponde a lo digital, han llegado para quedarse. Están ahí y se expande con rapidez.
De acuerdo con la organización Net Children Go Mobile, la edad promedio de acceso a Internet se ha ubicado en los siete años. La encuesta anual sobre usos de TICs que realizan el INEGI en nuestro país coloca la edad más baja en seis años.
En cuanto a porcentajes, el INEGI ha establecido que un poco más de 7 millones de niñas y niños entre 6 y 11 años son usuarios de la RED, lo que representa el 10% del total de mexicanos conectados a Internet.
Tengan acceso o no a esa edad, lo que está claro es que tarde o temprano navegarán y se toparán con cuanto en la Red se puede encontrar. Tan asombroso como deleznable.
El asunto, pues, plantearse: “¿ser nativo digital es sinónimo de hacer un uso seguro y responsable de la tecnología? La respuesta es no”, como bien señala la extraordinaria iniciativa Is For Kids (https://www.is4k.es/) dedicada a pugnar por la seguridad de la infancia en Internet.
Nunca antes en la historia de lo humano existieron tantas herramientas al alcance, aun de los más pequeños, para conectarnos con otros, para acceder al conocimiento, para desarrollar habilidades y destrezas.
De poco servirá, si cada nación no es capaz de desarrollar, ya, políticas públicas que sumen a la expansión de la conectividad la transversalidad social de la inclusión y la alfabetización digital.
En materia de relación de las niñas y los niños con los dispositivos, herramientas y acceso a Internet, la gran oportunidad no descansa en prohibir, sino de promover la formación y ampliar el alcance de la información.
Estamos frente a la posibilidad de prevenir y atender algunas de las principales problemáticas, que organizaciones con Is4Kids ha encontrado en el uso de las TICs entre menores.
El respeto y la tolerancia online, la conciencia y cuidado de la privacidad, la utilización de “candados” en dispositivos, la valoración social de un espíritu crítico en la Red y la capacidad para contrastar la información que se va encontrando, son algunos de los desafíos.
Pero, abril seguirá siendo el mes más cruel, siguiendo a Eliot, si los impuestos continúan sin traducirse en la atención de nuestras niñas y niños.
Por el contrario, cuando en cada nación verdaderamente detrás de las pantallas esté la sociedad protegiendo a sus niñas y niños, querrá decir que los adultos de ese país han encontrado, por si les faltaban, buenas razones para pagar sus contribuciones.
En abril o cualquier otro mes, de eso se trata a final de cuentas, ¿o no?