Temo el día en que la tecnología sobrepase a nuestra humanidad,
porque el mundo sólo tendrá una generación de idiotas.
Albert Einstein.
En 1938, un psicólogo llamado John C. Raven, ideó un test por medio del cual se lograba definir el factor G de la inteligencia humana. Dicho factor hace referencia a la inteligencia utilizada para resolver cualquier tipo de situación de la vida diaria, asegurando que el Factor G evidenciaba la habilidad de las personas a la hora de actuar ante una problemática y que, además, podían ser analizadas para conocer si era o no posible que la inteligencia se heredara. La eficacia de estos tests se hizo por demás conocida y, a la fecha, son utilizados y reconocidos simplemente como Matrices de Raven.
Muchos años después, tres investigadores del Kings College de Londres analizaron los resultados de 200 mil personas de 48 países diferentes, a quienes, durante los pasados 64 años, se les pidió resolver precisamente esa prueba de inteligencia, y los resultados los dejaron más que sorprendidos, ya que pudieron afirmar que, de 1950 al año 2015, la inteligencia humana se elevó, al menos 20 puntos.[1]
En otro punto de la historia, un científico neozelandés llegaba a las mismas conclusiones cuando, en 1982, revisaba viejos manuales sobre cómo medir el Coeficiente Intelectual (CI) de los norteamericanos. En su búsqueda, se dio cuenta de que, en cierto tiempo, aproximadamente, cada 25 años, los tests para medir el CI se modificaban, ya que elegían a un grupo que contestaba dos versiones de la prueba, la vieja y la que se realizaría actualmente. Así, las personas que contestaban ambas versiones resolvían una prueba sencilla (la anterior) y la actual (normalmente, más difícil). Con estos resultados, se llegó a la conclusión de que, en 1982, nos volvimos más inteligentes, creciendo nuestro CI más de tres puntos por década.[2]
Con todo este avance para la humanidad, llegaron las computadoras, el internet y, ¡claro!, nuestro buscador favorito para todas las respuestas: Google.
Aunque hay personas afirmando que, a raíz de su presencia en nuestras vidas, nos hemos vuelto relativamente más distraídos e, incluso, hay estudios que afirman anticipadamente que nuestra materia gris se está haciendo más pequeña porque no la “ejercitamos”. José María Delgado, director de la División de Neurociencias de la Universidad Pablo de Olavide (UPO), en Sevilla, afirma que: “Los cambios en el espesor de la materia gris son cambios muy considerables, que subyacen a cambios igual de considerables en el comportamiento humano y sus capacidades funcionales”.
Otros expertos como Emiliano Brunen, neurobiólogo del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) afirman que: “Las adaptaciones de los genes que moldean las especies tardan cientos o miles o millones de años, mientras que las adaptaciones fisiológicas, las del cuerpo, solo tardan días o meses”[3]; por lo cual dudan que el cerebro esté modificándose debido a las interacciones que hoy en día vivimos con el internet.
Cualquiera de las hipótesis sigue su curso, ya que, a la fecha, no se han encontrado pruebas contundentes ni veraces para concluir la posibilidad de ser menos listos gracias a la tecnología. Lo que sí es cierto es que nuestras capacidades cognitivas para orientarnos o resolver cuestiones sencillas, como una operación básica (suma, resta, multiplicación y división), se vuelven cada vez más complicadas para las personas que usan excesivamente su teléfono o el internet.
Personalmente, creo que la tecnología puede abrir nuevos campos de conocimiento, haciendo nuestra vida más fácil y cómoda, pero no puede ocupar un lugar tan importante como el de pasar un rato con la familia, con amigos o con nuestra pareja. Lo ideal es encontrar ese punto medio donde podamos aprovechar lo que la innovación y el internet nos brinda, sin olvidar la interacción humana, algo tan importante para ser felices.
Referencias:
[1] Revista Intelligence. “Estudio de inteligencia”, Peera Wongupparaj, Veena Kumari y Robin Morris, 2016.
[2] Universidad de Otago, Nueva Zelanda. “El efecto Flynn”, James Flynn, 1982.
[3] El Confidencial. “Mitos y verdades sobre cómo la tecnología nos está cambiando el cerebro”. Lucía Caballero, mayo 2017.