El impacto ambiental del uso masivo de plástico en el mundo ha sido un tema que estremece a la opinión mundial en el período reciente. Su avance tan acelerado puede apreciarse en el hecho de que el 44% de todo el plástico producido en el mundo se ha generado sólo desde el año 2000. El avance en el reciclaje, en cambio, es lento y sólo abarca el 5% del plástico total. El 40% del plástico generado se emplea como material de empaque y normalmente es usado una sola vez para luego desecharse (The National Geographic). Las bolsas de plástico para cargar productos se introdujeron masivamente en los años 70 y son una parte importante de este último segmento.
Según datos de Naciones Unidas, se consumen globalmente 5 billones de bolsas de plástico al año y estos productos, derivados del petróleo, tardan alrededor de 500 años en degradarse biológicamente. El Centro para la Diversidad Biológica (The Problem with Plastic Bags, https://www.biologicaldiversity.org) estima que las bolsas de plástico afectan a 267 especies marinas, a la vez que son responsables de la muerte de 100,000 mamíferos marinos anualmente. Hay que señalar que buena parte de la basura plástica va a dar al mar, donde se degrada mucho más lentamente que en tierra.
En este contexto destaca el hecho que Chile, con un litoral de más de 4,000 km de largo, se haya convertido en el primer país en América Latina en proscribir el uso de bolsas plásticas en todo su territorio (algunos otros países de la región lo han implementado a nivel subnacional). A partir del 3 de febrero de 2019, entrará en vigor la prohibición al comercio de entregar bolsas de plástico a los consumidores que fue dictada por la Ley 21.100, promulgada el 3 de agosto de 2018. Ésta otorgó 6 meses de transición para que la medida se aplique a todos los grandes establecimientos, lapso en el cual se ha permitido entregar un máximo de 2 bolsas plásticas por cliente en una compra. Las pequeñas y medianas empresas tendrán dos años, desde la promulgación de la ley para implementar estas nuevas directrices.

En otras partes del mundo también se ha avanzado en la eliminación del uso de las bolsas de plástico. De acuerdo al informe “Global Efforts to end Plastic Pollution: Single-Use Plastics” (Earth Day Network) China, que produce el 29% de todo el plástico a nivel mundial, prohibió la distribución de bolsas de plástico de uso único en las tiendas en todo el país, y los comercios que no acatan esta disposición son multados con 10,000 yuanes o aproximadamente 1,600 USD. Con ello, se estima que se ha reducido en alrededor de 66% el uso de bolsas plásticas en ese país, pero ha sido necesario contar con 600,000 reguladores capaces de supervisar el acatamiento de la norma. Francia ha prohibido la distribución de bolsas de plástico de uso único tanto en establecimientos comerciales como una pequeña proporción de su uso en el sector productivo. Iniciativas de este tipo pueden apreciarse en una gama muy amplia de lugares, desde varios estados de Estados Unidos y de Canadá, hasta países africanos, como Kenia y Ruanda; y la India, entre otras.
En México hay esfuerzos, más bien tímidos, para reducir el uso de bolsas de plástico a través de varias iniciativas a nivel estatal, pero estas medidas están lejos de generalizarse en todo su territorio. Hay tres estados donde ya se ha introducido esta prohibición (Baja California Sur, Querétaro y Veracruz), y en otros cuatro estados y Ciudad de México existen iniciativas en este sentido que aún no se han puesto en práctica.
En Santiago de Chile ya se ve a mucha gente cargando sus bolsas “ecológicas” y va asimilándose esta nueva costumbre. Por su parte, el comercio tendrá que acatar las nuevas disposiciones porque las penalidades a su transgresión no son menores: poco más de 240 mil pesos chilenos, o cerca de 360 dólares por cada bolsa entregada (aunque el monto exacto depende de algunos otros elementos como reincidencia y condición económica del establecimiento).

Es importante notar que las bolsas mal llamadas biodegradables también están prohibidas de acuerdo a la nueva ley chilena. Ello es destacable pues se elimina de raíz el problema del plástico que producen estas bolsas. Como muestra un estudio de UNEP de 2015 (Biodegradable Plastics and Marine Litter), en general, los plásticos biodegradables tienen un aditivo que acelera su descomposición, pero ello no hace desaparecer al plástico, pues se genera microplástico que no se degrada en forma natural y es prácticamente igual de dañino. Dicho informe concluye que “la adopción de productos plásticos etiquetado como ‘biodegradable’ no conllevará una reducción significativa en la cantidad de plásticos que entran al océano ni disminuirá el riesgo del impacto físico y químico en el medio marino, de acuerdo al balance de la evidencia científica actual.”
De todas formas, las medidas tomadas en Chile y en otros países para eliminar el uso de bolsas plásticas, o incluso otros productos como popotes y utensilios plásticos es sólo el comienzo del esfuerzo por reducir la contaminación del plástico. En el caso de la ley chilena, “Se excluyen de esta prohibición las bolsas que constituyan el envase primario de alimentos, que sea necesario por razones higiénicas o porque su uso ayude a prevenir el desperdicio de alimentos.” Es decir, todo lo que está ya envasado en plástico y lo que se vende a granel y necesita ser empaquetado dentro de las tiendas perpetuará el uso de plástico en el comercio, a menos que se tomen medidas adicionales. Y, por otra parte, el uso amplísimo de plástico como empaque en el sector productivo, incluyendo la construcción, prácticamente no se ha regulado.
El desafío es enorme e involucra el desarrollo de nuevos materiales ya sea para sustituir completamente el uso de plástico, o para fabricar plásticos que sean enteramente reciclables. Se ha avanzado en la invención de ambos tipos de materiales pero su industrialización e introducción en el mundo real ha sido lenta. Si bien hay empresas que han tomado iniciativas propias para desplastificarse o para crear un círculo productivo en el que reutilizan todo el plástico que ponen en circulación, el daño que enfrenta el planeta y que se agrava por minutos, necesita medidas perentorias. Una política expresa para inducir la introducción de estas innovaciones a través de estímulos y regulación nacional, así como acuerdos internacionales, son de suma urgencia.