La conciencia corporal no se restringe a sentir y mover el propio cuerpo, sino que incluye el percibirlo situado en un sitio del espacio por un lapso del tiempo. La percepción del entorno circundante está ligada a la del propio cuerpo y permite a las criaturas cognitivas interactuar con el espacio y los objetos. Se trata de una autoconciencia tácitamente ubicada en referencia al entorno inmediato. Estos principios fueron gestados y analizados en el transcurso del siglo pasado por un conjunto de científicos de la psicología y la biología originalmente vinculados a la fértil escuela germánica de la Gestalt. Vale la pena revisarlos brevemente para empezar a comprender la función de la autoconciencia que está enlazada y ajustada con el medio ambiente físico, ecológico y social.
Un pionero de las teorías científicas que subrayan la importancia del entorno para la psicología fue el zoólogo de Estonia, Jakob Johann von Uexküll (1864-1944), quien propuso el concepto de Umwelt como el medio ambiente en el que opera un organismo animal. La relación entre el agente y su mundo se torna indivisible por el circuito percepción-acción-objeto. Por su parte, el médico, psicólogo y político Willy Hellpach (1877-1955), colaborador de Wilhelm Wundt en Leipzig, desarrolló más tarde una Psychologie der Umwelt, es decir, una psicología del medio ambiente y la concibió como Geopsique. Su énfasis en una dependencia recíproca entre la mente y el ambiente factual fue un heraldo de las nociones centrales de la psicología ambiental, en particular de la psicología de la arquitectura.
Kurt Lewin (1890-1947), miembro prominente de la Gestalt, emigrado a Estados Unidos durante la hegemonía nazi, desarrolló una teoría de campo relevante a la autoconciencia y la cognición situada al afirmar que la conducta resulta de una totalidad de hechos coexistentes que tienen el carácter de un “campo dinámico”. El estado de cada una de las partes de ese campo depende de todas las demás, de acuerdo a la siguiente formulación:
C = f (P, A)
donde “C” es la conducta o acción de un individuo y es una función (f) de la situación global que incluye las condiciones del individuo (P) y las del ambiente (A). Esta teoría tuvo un impacto medular para la construcción de la psicología ambiental de sus discípulos Roger Barker y Herb Wright de la Universidad de Kansas, que ya en los años 60 concebían a la conducta no sólo como el movimiento muscular de un agente, sino como una acción determinada en un medio dado. En este mismo sentido, el psicólogo húngaro Egon Brunswik (1903-1955) estudió en Viena bajo influencia de la Gestalt y emigró a Estados Unidos en 1935. Su trabajo se erigió en torno a la idea de que la psicología necesitaba poner tanta atención a las propiedades del ambiente en el que opera un organismo, como al propio organismo, lo cual tuvo importantes consecuencias para la llamada psicología ecológica.
La relevancia cognitiva del medio ambiente fue empíricamente abordada por el anfitrión de Brunswik en Berkeley, Edward C. Tolman (1886-1959), en un trabajo clásico titulado Cognitive maps in rats and men de 1948, en el cual postula que la mente opera como un cuarto de control más que como una red telefónica, como lo consideraba el conductismo entonces imperante. Los estímulos entrantes no se conectan a las respuestas del organismo como si fueran interruptores en línea, sino se elaboran en mapas tentativos del ambiente que determinan la respuesta. La polémica que surgió entre conductistas y cognitivistas en relación a esta cuestión vino a ser superada por la comprobación del sustrato nervioso del mapa ambiental en las redes neuronales del hipocampo. Se trata de las “células de lugar” que se ubican en la capa CA1 y que intervienen en la capacidad para reconocer sitios específicos.
Por la misma época surge una idea afín en relación a los objetos del medio como contenidos de la percepción, el affordance de James Gibson (1904-1979), según el cual los objetos percibidos no sólo constituyen contenidos perceptuales que permiten reconocerlos y ubicarlos, sino que su percepción involucra y supone las posibilidades que el sujeto tiene de actuar sobre ellos. La cualidad de un objeto no le es intrínseca, sino que se adquiere en virtud de la actividad que demanda o permite del individuo. Esto quiere decir que la percepción es ecológica y es constructiva, pues no sólo engarza sistemas cognitivos de memoria, juicio, categorización y conceptualización, sino actividad práctica en el mundo mediada por bucles perceptivo-motores del cuerpo modulados por el cerebro. De forma relevante a nuestro tema, el filósofo de la mente, José Luis Bermúdez, ligó la autoconciencia con el affordance, pues este permite a una criatura entender las relaciones espaciales y temporales de los objetos a su alrededor con su cuerpo y sus capacidades de movimiento.
En referencia al ambiente cognitivo, es relevante citar el concepto de set and setting explicado por el médico y psicofarmacólogo Andrew Weil en su libro The Natural Mind de 1972, donde conecta de manera complementaria los factores del sujeto y del ambiente que determinan el curso de una experiencia psicodélica. El set o mindset, es lo que la actitud del sujeto aporta a la vivencia y depende de su temperamento, carácter, historia, motivación, ideología, expectativas y conciencia. El setting es el escenario, el contexto físico, ecológico y social en el que ocurre la experiencia: el cómo, dónde, cuándo y con quién. La vivencia y la conducta son el resultado de la interacción de set y setting, de mentalidad y circunstancia, una idea precedida por la teoría del campo de Kurt Lewin y desarrollada por Edwin Hutchins en Cognition in the wild de 1995.
En su doctrina de la meshwork, (la textura del mundo), en 1968, el geógrafo sueco Torsten Hägerstrand (1916-2004) concibió trayectorias evolutivas y de expresión que ocurren en la interacción diacrónica –es decir, temporal e histórica– del sujeto con su entorno y que determinan la conexión yo-mundo. Estas tramas fueron desarrolladas por Tim Ingold, antropólogo biosocial británico, para quien la cultura implica estar en el mundo de la vida como organismos entre otros organismos. Ingold redefine la textura del mundo como una malla trabecular, consistente en trayectorias de “geografía temporal” que se despliegan y se cruzan en haces transitorios que determinan el becoming que caracteriza la vida de los seres humanos. Becoming no sólo designa devenir, mutación y evolución, sino que debe traducirse en este caso como la realización o el llegar a ser. La doctrina se remonta a Heráclito e indica la evolución constante de todo lo existente, en particular el proceso de cambios del organismo que en castellano se estipula más con el verbo estar que con el verbo ser, como veremos en las siguientes secciones.
Termino con una idea un tanto jocosa de Tim Ingold:
“Para el devenir humano, la nariz no existe como una estructura anatómica –un bulto en la cara– sino como el naricear: esto es, en el respirar, oler y sentir a través del cual continuamente exploramos el camino por delante”.