México en las venas de Francia

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Inyectemos un poco de México en las venas de Francia. Llevemos, más allá de la ufana París y sus políticos e industriales ya convencidos por el dato económico, mexicanidad al interior del hexágono.

Ciudad de México.- Las noches se hacen cortas y mágicas y los días largos y alegres. Es verano ya en el hemisferio norte y los cuerpos se animan de ritmos distintos, el polen ha dejado de fertilizar y ahora la madre naturaleza mese en vientos suaves, a veces, y huracanados otras, los frutos de la impronta primaveral.

Es tiempo de tarantelas y sones, telas de araña musicales que se esparcen por el aire e invitan a la danza. Francia toda se viste de fiesta en estos días en que la luz no se agota y en México la lluvia pertinaz alterna con los bochornos de media mañana.

Es tiempo de cerezas, higos y ciruelas de guayas, frambuesas, moras y melocotones; de algunas peras, melones y sandías. Predominan los púrpura, los rojos, los amarillos y blancos.

Se péndula así entre mansas quietudes y arrebatos carnales. En la política también se pasa en México de una inquietante primavera a un manso verano de estivales actitudes.

El tiempo lo es de examinaciones que se extiende a todos los niveles, maestros y alumnos pasan sus pruebas en autos da fe y manifestaciones sin salida histórica (…). Cambios.

Es la Temporada, como llaman en Yucatán, a este periodo en que un contingente migra a las playas algo más frescas de esa península, que mira extrañamente al norte. Un par de meses: julio y agosto donde restaurantes, barcos, motos marinas y miles de personas ocupan unos 100 kilómetros de playa entre Celestún y Holbox y más puntualmente entre Progreso y Huaymitun. Juan García Ponce ha parcialmente hecho la glosa de esta singular forma de vida de los gozosos meridanos.

Es tiempo en que hordas de turistas recorren los mismos monumentos en todas las latitudes del planeta. Tiempo también en que algunos de los principales restaurantes urbanos en Paris por ejemplo, cierran sus puertas para que los fatigados cocineros puedan reposarse las cuatro semanas del ritual de verano. Son el verano y el invierno cuando los ritmos y las alternancias se perciben más claros. Tiempo de reflexiones.

Es políticamente un tiempo de movimiento. Recuperado de su operación de vesícula, el Presidente de la República visitará oficialmente Francia en los próximos días. Antes acudirán a París varios gobernadores y la ciudad luz se llenará de un sector importante de la clase política mexicana.

Se habla de compras generosas, Francia ve así la cosa, Business as usual, México debiera hacer lo mismo. Es tiempo de preguntas más inteligentes, de demandas más puntuales, de acciones concretas.

Comprar helicópteros e importar tecnología aérea, vender materias primas deprimidas y comprar tecnologías al alza es lo obvio. Intercambios académicos con sentido, des-localizar la producción de bienes manufacturados y de espacialidad, posicionar la marca país a través de acciones específicas, si bien no es fácil es sin duda lo mas deseable.

La mexicanidad y la galicidad son valores universales ciertamente, pero si bien la segunda es un “commodity” en el mundo (mi no tan joven peluquero me lo recordó un día cuando le dije -Patrice ya es tiempo que comiences a perder tu acento, hace treinta años que vives en México…

…y sí, lo pierdo de que vivo querido- me dijo ufano y arrastrando elegantemente sus erres).

La mexicanidad ha sido lenta y dubitativa para posicionarse. Sin embargo, existe la mexicanidad existe en su alegría de la vida, en su forma de celebrar como lo señala Pellicer -El gusto por la muerte y el amor a las flores- el algoritmo sin embargo requiere transformarse prácticamente en otros bien-haceres, tecnológicos, económicos, actitudinales éticos y administrativos.

México requiere contarse desde una nueva narrativa, construir relatos reales y positivos, construirse un modelo del ser quizá menos estridente y más trascendente. Sacudirse un poco de las formas y encontrar las hormas de una liturgia mejor, del ser en el mundo. Una terapia del espejo, de la confrontación, hacerse mirar desde un tercero objetivante.

Francia ciertamente pudiera -intereses a parte- cultura al centro, jugar ese papel. Se echa de menos a aquellos viejos surrealistas, demasiado serios quizá y tan mal entendidos por la “intelligentzia” mexicana, por Frida incluso, quien después de su viaje a Francia les llegó a considerar simplemente pobres y malvivientes, cuando para ella y su círculo, lo intelectual debiera asociarse a lo sofisticado, culterano, dislocado geográficamente y mundano cuando posible.

La próxima visita de Estado del presidente Peña Nieto y espero que sus asesores sepan señalarlo, marca el período en que inicia lo estival, es el fin de un ciclo. Después del 15 de julio París, Francia, toda se mueve, cambia, alterna, no tal vez con el énfasis de los yucatecos, pero alterna al fin, es el momento de la visita exótica, al país lejano o de la calma provenzal, tiempo para lo humanitaire, para entender la noción de servicio. París se prepara para recibir al turista, al circunstancial, al efímero, al que sólo puede viajar en el verano. Tiempo de baratas y baratijas. Este tiempo se simboliza con un desfile espectacular en que Francia toda se reconoce en identidad, y en nostalgia también.

La última buena noticia antes de la “rentrée”, (la vuelta al trabajo, a las clases y a la cotidianidad) será, espera la clase política e industrial francesa, el anuncio de compras espectaculares por parte de este huésped especial en Visita de Estado. Desde esta columna, sin reales esperanza de ser escuchado, señalo con énfasis la necesidad señor presidente Enrique, por favor, no de un discurso alambicado y lleno de lugares comunes de fraternidad entre Francia y México, no más de la enorme herencia cultural francesa en la historia de México, tampoco abundar en los superados problemas (Cassez no fue sino un instante y Maude Versini, un tema personal y de mal gusto ya). Pasemos a otra cosa presidente, nuestro país le pide allende las Reformas, la venta de un imaginario mexicano, mejor y poderoso, una mexicanidad renovada y activa.

Inyectemos un poco de México en las venas de Francia. Llevemos, más allá de la ufana París y sus políticos e industriales ya convencidos por el dato económico, mexicanidad al interior del hexágono. Contemos México, convidemos valores, compartamos cultura, acordemos diálogos, recojamos buenas prácticas y entreguemos vocación de aprendizaje, de servicio. Aprendamos el valor y el potencial de cierta coquetería y apliquémoslo a nuestra propia belleza, a nuestra propia inteligencia a nuestra visión de un futuro más convival, sostenible, mejor, más igualitario.

Es tiempo para que México se exprese creativamente como diseño de país, re-pensar su industria, sus productos, sus materiales, re-trabajar su música, apreciar sus identidades fuertes, su diversidad enorme, enorgullecerse de sus emociones. Miremos al México sublime, sofisticado por inteligente y no por culterano, apoyemos el mundo del trabajo, aprendamos lo mejor de los otros desde una idea de nosotros mismos, hay mucho por hacer. Comencemos a hacerlo.

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