El arte de jugar

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Tal vez no nos haga mal olvidarnos de vez en cuando de que nuestra existencia no es más que una broma de mal gusto, y ponernos a jugar sin tomarnos demasiado en serio.

París, 13 de noviembre de 2015.- Germán trabajaba en un jardín. Un día se dio cuenta de que un gran mezquite tenía una rama que se cansaba. Antes de dejarla caer, decidió que había que cortarla. Pensando en esto consiguió las herramientas necesarias en la bodega y se subió al árbol armado de su sierra. Se paró en la rama y empezó a serruchar. No sé por qué no se le ocurrió que pararse en la rama que estaba cortando le haría ir a dar al suelo junto con ella.

Jonny Lyons es un artista que documenta sus ocurrencias. Compró un día una sierra como la de Germán y se subió a una tabla que cortaría para ir a dar con sus huesos en el agua. Sólo que él, a diferencia de Germán, lo hizo a propósito.

Jonny Lyons Documentacion del performance Enjoy the Mellow
Jonny Lyons Documentacion del performance Enjoy the Mellow
Jonny Lyons Documentacion de Enjoy the Mellow 2
Jonny Lyons Documentacion de Enjoy the Mellow 2

 

Jonny Lyons Documentacion de Enjoy the Mellow 3
Jonny Lyons Documentacion de Enjoy the Mellow 3

Iñigo era un hombre que había ganado algo de peso por exceso de bebida y desenfreno en la comida. Esa noche lo había invitado su amigo Fernando a cenar a su terraza. Las sillas que ahí tenían eran de madera, y como nadie las había guardado durante esa tan inclemente y tan disciplinada temporada de lluvias de la Ciudad de México, estaban algo podridas. Todos se sentaron en torno a la mesa. Iñigo hizo lo propio después de todos. Quizá por educado. Quizá por indecisión. Su silla crujió. Entre astillas, un estruendo algo molesto, y las carcajadas de los comensales, Iñigo se encontró como una res volteando a ver los dientes de todos desde una posición algo penosa.

Jonny Lyons puso una silla en medio de un camino y se sentó. Empezó a bailar encima de ella hasta que perdió el equilibrio y se cayó. Su cara de sorpresa puede percibirse en una de las imágenes de la documentación de la secuencia. La cara de Jonny Lyons era fingida, en un juego divertido destinado a convertirse en arte fotográfico. La cara de Iñigo, yaciendo entre los restos de una silla descuidada, era una de auténtico azoro, tocada también tal vez por algún tipo de reclamo a su gordura, a los comensales irrespetuosos y a su anfitrión, que lo había recibido con un mobiliario que se encontraba en un auténtico estado de deterioro.

Jonny Lyons cayendose de su silla
Jonny Lyons cayendose de su silla

En sus Tres tratados sobre las buenas maneras, Alfonso Ussía dice que está permitido reírse de quienes se tropiezan con una cáscara en la calle, de aquellos a los que tumba un perro que los quiere saludar o de los que se caen de un caballo que está parado. El antiguo alcalde de la Ciudad de México mandó poner en los vagones del Metrobús televisiones que reproducían accidentes cotidianos e idiotas (como aquel de un gato gordo que trata de saltar de la ventana de un edificio a la del otro y se cae al vacío, o el de la tía no deseada que llega a la comida familiar del domingo y el perro la derriba y teniéndola ya en el suelo la embiste sexualmente). Esto parecería un gesto de demagogia y de desprecio por el intelecto de los votantes. Pero no es pecado querer hacer reír a los que se aburren olímpicamente yendo al trabajo y no han tenido la iniciativa de comprar un libro que los saque de su tedio.

En una época en que la técnica se ha convertido en herramienta descartable, en que la escuela de Bellas Artes de París ha retirado del plan de estudios los cursos de dibujo, en que un banquero que no sabe moldear una vasija puede ponerse a crear piezas que alcanzan en subastas los millones de dólares, también un hombre juguetón puede producir arte basado en su entretenimiento auténtico. No está mal que el arte divierta.

Jonny Lyons es un ejemplo que sirve para afirmar que el arte contemporáneo no debe ser escatológico, ni dedicarse a representar la violencia, ni ser forzosamente abyecto. El arte también puede documentar los juegos de alguien que ha querido hacer en la edad adulta aquello que hubiera querido hacer de niño pero que nadie le hubiera dejado, como comprar una sierra para cortar una tabla desde el lado equivocado y caer en el agua muerto de risa. Marcel Duchamp – dijo John Cage – se tomaba muy en serio el hecho de divertirse. Tal vez no nos haga mal olvidarnos de vez en cuando de que nuestra existencia no es más que una broma de mal gusto, y ponernos a jugar sin tomarnos demasiado en serio.

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