Ya vendrán tiempos propicios

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“[…]

Por Verlaine, inocente como los pájaros

[…]”

J.L.B. – Otro poema de los dones

“Life imitates art far more than art imitates life”

O.W. – The Decay of Lying

Un día de 1956, Constant Nieuwenhuys (quien pasaría a la historia simplemente como Constant, sin duda más por su perseverancia en un afán aparentemente delirante que por una intención de facilitar verbalmente su recuerdo) recibió una invitación de su amigo Asger Jorn para dar una conferencia en la localidad italiana de Alba.

Algo le sucedió en esa aventura a Constant a nivel personal. Digamos que la experiencia de Constant en Alba fue a la vez su despertar. De pronto todo le resultó muy claro. Esa experiencia marcaría el inicio de un proyecto que ocuparía los siguientes (casi) veinte años de su vida: la Nueva Babilonia.

En Alba, luego de las conferencias, Constant entró en contacto con una comunidad gitana que se había asentado (asentado tanto como asentarse pueden los gitanos) por la zona. Y fue entonces que, pensando en crear vivienda para esos nómadas, se unió a Guy Debord para poner las bases del Urbanismo unitario, una teoría aparentemente absurda que rechazaba la lógica utilitarista de la sociedad de consumo y pugnaba por la creación una sociedad ideal en la que la creatividad, la libertad y el juego ocuparían los lugares primordiales.

El proyecto de Constant fue evolucionando hasta convertirse en lo que consideró que le satisfacía (o que satisfaría el hombre que habría de venir). En el nuevo urbanismo de Constant las unidades básicas serían los “sectores”, que se parecerían lo menos posible a las ciudades como las conocemos, núcleos urbanos – si se quiere – que estarían montados sobre pilotes y comunicados entre sí por arriba y por abajo, de manera que los nuevos babilonios pudieran viajar en permanencia entre ellos y en sus estancias temporales construir ambientes que se mantuvieran en constante mutación; en una mutación tan constante como lo permitiera la creatividad susceptible de ser desarrollada en la sana interacción.

Constant. Nueva Babilonia
Constant. Nueva Babilonia

Parecería que toda la trayectoria de Constant tuviera una coherencia interna casi musical. Algo difícil de encontrar en un artista. El adviento de la Nueva Babilionia, no sería inminente, advirtió, sino que vendría anunciado por un largo periodo de destrucción de la sociedad. Quizá por eso se me ocurre pensar que Constant hubiera quedado satisfecho con ese gesto museográfico del Reina Sofia (la exposición se cerró los últimos días de este febrero bisiesto), que culminaba con un laberinto: un laberinto del que uno está destinado a finalmente salir, por tortuoso que resulte todo mientras tanto, para ir a observar un video en el que el artista explica cómo hacer practicable esa comunidad planetaria en la que los robots trabajarán y los hombres se dedicarán a jugar en perfecta harmonía fraternal.

Constant dio por concluido su proyecto en el año de 1974. “Hasta aquí he llegado”, dijo; “El proyecto existe. Se halla a buen recaudo en un museo, a la espera de tiempos más propicios en los que vuelva a despertar el interés de los urbanistas”. Y, como se ve, no dudó en usar ese verbo elemental: “despertar”. Luego volvió a tomar la paleta de colores y regresó a los temas que lo habían obnubilado antes de que finalizara su somnolencia: la guerra, la destrucción, el dolor y el sufrimiento. Ya vendrían tiempos propicios, dijo. Ya sería rescatado el proyecto para ser puesto en operación.

Constant. Maqueta para Nueva Babilonia
Constant. Maqueta para Nueva Babilonia

¿Sería Constant un romántico inocente? Tal vez no. Tal vez seamos nosotros quienes, en nuestra incredulidad del cambio, estemos equivocados. Quizá seamos parte de la profecía constantiana. Tal vez estemos viviendo ese largo periodo de autodestrucción del que él habló, en vísperas del momento idóneo en que el hombre entienda que lo importante está en el juego; en vísperas del día en que la Nueva Babilonia surja de entre las cenizas de un mundo destruido por sus propios habitantes.

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