“Mendoza”: “Tesoros compartidos”

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Sinopsis:

Esta obra es una tropicalización de “Macbeth” de Shakespeare en la Revolución Mexicana. Al regresar a su regimiento después de un conflicto armado, Mendoza se encuentra una bruja quien le vaticina poder y fortuna; él, instigado por su esposa, Rosario, decide cumplir la profecía al emprender la destrucción de su grupo político y confrontar sus lealtades y deseos.

A hora y media después de haber visto la función…

Me doy de topes contra la pared por no haber ido a ver “Mendoza” en el 2014. La tenía en el radar pero hasta hoy no encuentro una razón por la que no fui a comprar un boleto. Todo mundo hablaba maravillas de ella pero cuando te sientas en la butaca para ser parte de este montaje te das cuenta de cómo las palabras se quedan cortas para describir su impacto.

            No sé cómo seguir esta reseña; estoy tan tentado de hablar de la valentía del proyecto, de su honestidad… Tengo la sensación de que los integrantes de esta compañía son sumamente afortunados por contar esta historia: cualquier teatrero mataría por tener entre sus manos un juguete tan sofisticado y peligroso como éste.

Después de catorce horas…

En la mayoría de los casos, calificar una obra como “inteligente” cae en el terreno de la ambigüedad. Y en el peor de los casos en el de la falacia. Sin embargo, con “Mendoza”, el adjetivo se vuelve apropiado porque hace referencia a una forma de conectar pensamientos y emociones que le da la vuelta a algo que ya estaba dado por hecho.

            Es inimaginable el número de adaptaciones, mejor dicho, tropicalizaciones,  que se han hecho de Shakespeare en todo el mundo. Se ha experimentado hasta la saciedad con su lenguaje, tono, ritmo, contexto y época como una clara señal del culto a este hito. Y hay algo natural en ello: la academia lo vuelve tradición; la mercadotecnia inglesa no deja de recordárnoslo; el paso del tiempo confirma la necesidad de regresar a los “clásicos”.  Pero muy pocas veces hay riesgo al hacerlo.

            En este país, se ha hecho con chile, mole y pozole; se ha usado al narco, los indígenas, personajes históricos de la Reforma o, en su versión más extrema, con simbolismos intrincados de la mexicanidad. El reto de tropicalizar una obra extranjera no sólo es cuestión de ajustar el idioma o la circunstancia dramática a una cultura sino es lograr que la trama sea orgánica en ese lugar, verdadera pues.

Para mí, este proyecto es de las contadas veces que se le da vuelta a la tortilla con un trabajo de tropicalización de Shakespeare. Antonio Zúñiga y Juan Carrillo llevan al límite esta versión de “Macbeth” no sólo por situarlo en la Revolución Mexicana, ni por lograr una poética fuera de serie en el lenguaje, sino por hacerlo con la firme convicción de resonar con nuestro momento histórico. De forma directa, sin pretensiones, brutalmente dolorosa.  Con todo respeto a Shakespeare, éste se vuelve un pretexto porque la obra adquiere otra dimensión y profundidad más allá del autor.

            Cuando estás en la función y sabes que afuera está sucediendo el conflicto magisterial, los jaloneos del IPN, el dominio del narco en la cotidianidad, el desplazamiento forzado y matanzas a diestra y siniestra (por decir lo menos) la experiencia se vuelve estremecedora. “Macbeth” y “Mendoza” hablan sobre cómo el poder violenta la realidad; México se ahoga en su propia violencia. Y es aquí donde el riesgo de llevar a la escena el texto está en todo momento: por ser tan incómodo (y lo digo en el mejor sentido de la  palabra), tan bello y tan lejos del juicio del valor.

Después de 57 horas…

Este montaje entra por los sentidos para cuestionar, indagar, debatir. Los  episodios están dibujados con recursos tan lúdicos que hacen de Juan Carrillo, también director, una de las mentes más refrescantes para el teatro en México.

            Aplaudo (por horas y a rabiar) su capacidad de sintetizar premisas, simbolismos y sensaciones en formas sencillas. La escenografía, iluminación y vestuario trabajan a favor de la ficción en un concepto directo, sin perderse en el esteticismo o alejado de caprichos.

Parece que cualquiera puede dirigir esta orquesta, sin embargo, detrás de cada una de las decisiones hay muchísimas horas de estudio, exploración y trabajo. El riesgo, y vuelvo a usar esta palabra porque la experiencia teatral no se puede explicar sin él, no sólo queda en la escena. Juan tiene el tino de  hacer partícipe al público sin que éste se entere cuando se subió al barco; no sabemos cuándo ya estamos sufriendo por Mendoza, no sabemos por qué ya empatizamos con los personajes, no sabemos por qué nosotros dictaminamos el ritmo del montaje. Sólo nos dejamos llevar. La experiencia es inmersiva; el espectador nunca se puede esconder.

Después de 84 horas…

El ensamble actoral hace gala de una pericia técnica para escudriñar personajes complicadísimos. Ver la construcción de un mundo interno a través de los ojos, gestos y movimientos de los actores es una clase magistral. Nunca dejé de sorprenderme por su trabajo de contención en los momentos más altos del montaje.

            Aquí hago una nota especial por la relevancia del personaje y la propuesta actoral: Mónica del Carmen, quien interpreta a Rosario, basado en Lady Macbeth, es una de las actrices que están en un rango sensible y emotivo extra-ordinario.

Llamó mi atención desde la película “Año bisiesto” (si no la han visto corran a verla) y siempre tuve la sensación de que tiene una profundidad más allá del cine (lo digo porque ese personaje tan difícil no sólo era el resultado del trabajo de cámaras o edición, sino había algo de la actriz en donde se le iba la vida en ello). Cuando la vi en directo, tan cerca, pude ser testigo de su peligrosa manera de habitar un escenario; para mí, por mucho, esta interpretación es una de las más memorables (y desgarradora) del 2016.

A una cuantas horas de publicar esta reseña…

Sigo repasando en mi cabeza todo lo que dejó este montaje en mí. Aún mis sentidos pueden recrear el estar sentado en esa butaca… puedo sentir otra vez esa conmoción de haber llegado al final. En serio, se los suplico, vayan a ver “Mendoza”. Estarán hasta el 12 de agosto.

            Todos los que participan en este proyecto encontraron un tesoro y agradezco su generosidad de haberlo compartido conmigo y con cada uno de los asistentes con los que estuve en esa función, las que fueron y las que faltan. Gracias.

Traspunte

“Éstas son las mañanitas…” al CITRU (Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Teatral Rodolfo Usigli) que celebra 35 años el 12 de julio.

 

“Mendoza”

Tropicalización de “Macbeth” hecha por Antonio Zúñiga y Juan Carrillo

Director: Juan Carrillo

Centro Cultural Helénico – Foro La Gruta (Avenida Revolución 1500, Colonia Guadalupe Inn)

Viernes 20:30 hrs.

Hasta el 12 de agosto

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