Recibiendo el 11-11-11 en YAGUL

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Amigos queridos:

Gran revuelo se armó en torno a esa fecha (no creí que se fuera a terminar el mundo), pero si sentí que era un buen momento para recargar energía antes del demandante fin de año lleno de presiones laborales, compromisos sociales, compras decembrinas y un tráfico desquiciado.

Creo que la vida es como el oleaje del mar, tiene que fluir hacia dentro para entablar un claro contacto contigo mismo. Y ya lleno de riqueza interna puedes volcarte hacia fuera, dar la mejor versión de tu ser a los demás y abrirte a todos los estímulos del exterior, mismos que luego requieres procesar en la intimidad.

Así pues decidí regalarme cuatro días conmigo en Oaxaca, que siempre ha tenido un encanto especial en mi vida. Fernando, mi difunto esposo, me invitó cuando aún éramos novios para mostrarme la ciudad con toda su magia.

El sitio en el que había decidido pasar la mañana del once era Yagul, es una hermosa zona arqueológica, menos difundida que Mitla y Monte Albán, se encuentra en todas las guías, pero no está incluido en los tours que salen de la ciudad.

En un principio pensé irme en camión, más propiamente dicho, en un urbano como lo denominan los oaxaqueños. Afortunadamente me quedé dormida y si quería aprovechar toda la mañana mejor pagar un taxi.

El lugar está a 36 kilómetros de la ciudad, pero de la carretera a la entrada son casi cinco kms. de subida. Había logrado negociar con Toño (el chófer del taxi) una tarifa por todo el día. El quería 950 pesos y se quedaba conmigo, pactamos en 600, pero no pasaba la mañana esperando, era mejor que regresara por mí.

Cuando llegamos a la entrada después calibrar el camino a la carretera y el lugar desierto. Si el taxi no regresaba por mí estaba en serios aprietos. Afortunadamente hice pronto migas con Margarito, el cuidador del lugar. Me tranquilizaba pensar que al menos podría hospedarme en su casa.

Dado que Yagul es poco visitado por el turismo, el simpático Margarito se encarga del estacionamiento, la taquilla, abrir las tumbas y la seguridad del sitio. Estuvimos platicando un rato mientras lo acompañaba en su recorrido para abrir los sepulcros. Me dio mucha tristeza ver que están restaurando el lugar, no acabo de comprender por qué una zona arqueológica tiene que parecer recién construida para que la gente la visite, pienso que por el contrario, ver el paso del tiempo y como se sostiene le confiere carácter al lugar.

Yagul floreció como centro urbano tras la decadencia de Monte Albán (800 d.C), la edificación es impresionante y te llevas al menos un par de horas para recorrerlo con calma. De lo más destacado es el juego de pelota, el segundo más grande del mundo, cuenta con unas tumbas decoradas con mascarones y una piedra que parece un altar con forma de rana impresionante. Pero todo el conjunto es maravilloso y no puedes dejar de sorprenderte al preguntarte cómo lo construyeron sin la tecnología de nuestros días.

Se asienta en una colina, en la parte superior esta la fortaleza –que suponen era el mirador–, subir es fácil, la pendiente es suave, sin embargo ocurre algo mágico cuando llegas a la cima, en ella puedes admirar todo el valle de Oaxaca. Para mí la mejor vista panorámica del lugar. Ver como se yerguen las montañas estáticas, te invita a un estado contemplativo y te permite meditar por horas.

No te pierdas los árboles del lugar, puedes adivinar a guardianes antiguos, algunos de ellos cuentan con más de cuatrocientos años, según me informaba el buen Margarito.

Tuve la suerte de escuchar a una chicharra (así le llaman por allá), que son unas cigarras propias de la época de lluvia, que al frotar sus manos te envuelven con su vibración, parece que estuvieran mantralizando.

Me sentí conectada con el lugar, cuando vi que eran las dos baje hacia el estacionamiento. Aliviada observé a Toño, quien me esperaba con una botella de agua. Mientras caminaba hacía él, me imaginaba corriendo en cámara lenta hacia su encuentro como en comercial de champú y solté una alegre carcajada.

Estaba completamente plena y feliz.

Les mando un largo y apretado abrazo,

Claudia

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