La Economía Política Internacional y el FMI

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La crisis financiera internacional ha puesto de manifiesto la importancia de la interdependencia económica de los países y del rol que desempeñan los organismos internacionales entre ellos.

Esta situación se ha agudizado a raíz de la globalización desatada a partir de los 1980´s. En tanto el rol de los organismos internacionales a escala global prácticamente se conformó al término de la segunda guerra mundial. Ello se dio particularmente con la creación de la Organización de la Naciones Unidas (ONU) y con el entramado financiero institucional erigido a la par, relevantemente por la creación del Banco Mundial (BM) y del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Obviamente, la trascendencia de la interdependencia económica y de los organismos internacionales se evidenció porque la profundidad de la crisis obligó a atacar el contagio sistémico desatado de los países desarrollados hacia el resto del mundo. Acción que asumieron los organismos financieros internacionales, particularmente el FMI, en el espacio económico de los países desarrollados. Tal es el caso de Europa, sin dejar de ser aplicable también a los Estados Unidos (USA).

Así, es posible decir que los países desarrollados por primera vez han enfrentado de manera directa las consecuencias de la Economía Política Internacional (EPI) definida por los organismos internacionales como el FMI. Organismos en los que ellos desempeñan un relativo papel de dirección y control. De igual forma, ante las consecuencias del cambio del peso económico relativo de los países en desarrollo, los países desarrollados afrontan hoy la necesidad de aceptar la nueva visión y reconformación del FMI.

De esta manera, la EPI es y será en los próximos años la base para entender el cambio económico del mundo. Cambio que se ha ido modelando política y económicamente con las medidas anticrisis aplicadas, pero no sin debates y reticencias. Sin una clara visión y análisis de la EPI se corre el riesgo de seguir atados al siglo XX, tratando de comprender un mundo que ya no existe.

Es dable definir de manera sintética que la Economía Política Internacional es un campo de estudio de las ciencias sociales que se ha desarrollado rápidamente, que intenta explicar los problemas internacionales y globales bajo un enfoque interdisciplinario (What is International Political Economy?, An excerpt from an article by Michael Veseth). Como todo conocimiento humano, la EPI tiene diversas corrientes. Las principalmente identificadas son la liberal, realista, marxista y constructivista.

La liberal asume la preminencia del interés individual sobre el interés público, es decir de los gobiernos. La realista presupone el interés nacional que es logrado por los mercados libres. La marxista parte del poder público para garantizar el beneficio de las élites sobre el de la población en general. Finalmente, el enfoque constructivista asume que las interacciones económicas internacionales no están libres de valores o intereses y que los intereses materiales junto con las identidades económicas y políticas son determinantes de la realidad económica.

El enfoque constructivista parece reflejar de manera más objetiva lo que acontece en materia de las relaciones económicas y políticas entre los países, así como entre los bloques regionales e interregionales que se han ido conformando con la globalización. Dentro de este enfoque y del campo mismo de estudio de reciente formalización, ha sobresalido la London School of Economics and Social Science, del Reino Unido (UK), habiendo sido su gran promotora Susan Strange desde el inicio de la década de los 1980’s.

Susan Strange dijo que en general los “economistas simplemente no entienden como la economía global opera” debido a su pobre entendimiento del poder y un exceso de confianza sobre los modelos económicos abstractos. En su libro States and Markets (Estados y Mercados), Strange identificó cuatro “canales” que constituyen el poder: seguridad, producción, financiamiento y conocimiento. Señaló que el poder es la habilidad de “proveer protección, producir cosas, obtener acceso al crédito y desarrollar y controlar modos de interpretar el mundo”. La autora enfatizó en su libro, a fines de los 1980’s, que el “canal” de poder más ignorado era el financiero, por lo que era el más importante a comprender dado que uno no podría comprender como el mundo opera sin un claro entendimiento de los mercados financieros internacionales.

La afirmación de Strange sobre los economistas puede antojarse lapidaria, pero bien sirve para explicar por qué unos países han sido ganadores y otros perdedores de la globalización, como resultado de las políticas seguidas ante ese nuevo entorno internacional. De igual forma, la crisis actual valida la importancia dada por esta autora inglesa para entender los mercados financieros y explicar cómo opera la economía mundial. Aún más, su marco de análisis da pie para explicar los actuales escollos que enfrenta el FMI para establecer nuevos arreglos institucionales derivados de la crisis.

Desde mediados del 2000’s, era común indicar que la emergencia de ciertas economías, tales como China y Brasil, tendrían que obtener un mayor peso relativo en el concierto de la producción mundial. De allí surgió el acrónimo de BRIC, que después cambió a BRICS, para identificar a Brasil, Rusia, India y China, como las grandes economías emergentes. A ellas se agregó posteriormente Sudáfrica.

En general, estas economías pudieron campear relativamente bien la crisis económica y financiera internacional. China, por ejemplo, siguió creciendo a tasas elevadas, aunque menores a las logradas pre-crisis. Por lo que estos países comenzaron a desempeñar un papel más activo dentro de los organismos internacionales.

En este contexto, se vio la conveniencia de que los países en desarrollo, dado su peso económico relativo en la producción mundial y otros factores como reservas monetarias, apertura económica, entre otros, tuvieran un mayor “poder” dentro del FMI. Tal aumento de poder obviamente tiene una relación directa en el aumento de cuota o capital de la institución financiera y el poder de voto.

Así, desde 2010 se propuso un cambio en el peso relativo de sus miembros dentro del FMI, con el correspondiente cambio de cuota. Tal propuesta debió haberse llevado a cabo en 2012. Sin embargo, dos años después, 2014, aún está pendiente el cambio propuesto, por la espera de aprobación por los parlamentos de los países miembros del FMI. El país que presenta el mayor problema de ratificación del acuerdo es USA, después de haberlo hecho 140 de sus miembros (El País, domingo, 13 de 2014).

En la actualidad, los países con más poder dentro del FMI son USA, Japón, Alemania, Francia y Reino Unido. Con el cambio en marcha, China pasaría a ocupar el tercer lugar y Brasil, India y Rusia quedarían dentro de los primeros diez países de mayor cuota y voto del FMI. USA tiene el 17.6% de cuota o capital; con el cambio, disminuiría a 17.4%. China pasaría de 3.9% a 6.3%, quedando Japón con el 6.4%.

El volumen de cuota es muy cercano al derecho de voto, por lo que el poder de USA en el FMI es considerable; máxime si se considera que los acuerdos deben ser aprobados por el 85% de los votos. En el caso de México la cuota pasaría de 1.5% a 1.8%, aparentemente un incremento bajo. Sin embargo, México se encuentra entre los primeros 16 países de mayor peso dentro del FMI. Además, de manera emblemática facilitó al FMI en 2012 un préstamo por $10 mil millones de dólares.

Pudiera ser poco apreciada la naturaleza del cambio propuesto por el FMI. Pero, implica el reconocimiento de la emergencia de países en desarrollo en la dirección y gobierno de la institución financiera más importante a nivel global. Esto, dentro de la trama de la realidad económica post-crisis.

Tal cambio se dará, sin ninguna duda, en el contexto de una corrección del paradigma del liberalismo económico que había prevalecido hasta recientemente en el FMI. Transformación que ha llevado a la institución a enfrentarse al Banco Central Europeo (BCE), respecto a las políticas instrumentadas para atender la crisis en el viejo continente.

En especial, el debate entre ambas instituciones ha sido sobre el impacto claramente adverso de las políticas económicas sobre la producción, el empleo, la concentración del ingreso y las finanzas públicas. Es decir, por la subestimación del efecto multiplicador de las políticas de austeridad fiscal y de saneamiento de las finanzas públicas sobre variables macroeconómicas y sociales.

La crisis ha terminado por cuestionar el paradigma económico que la depresión económica del 29 sepultó, hasta que contradictoriamente la prosperidad económica de la postguerra lo revivió y la globalización entronizó. El paradigma del mercado sin estado hoy una vez más se sepultará; las viejas ideas del laissez faire, laissez passer van ya una vez más al panteón de los recuerdos. Los sepultureros habrán de surgir de las propias instituciones que las difundieron e impusieron en los últimos 40 años, como probablemente de allí mismo surjan en el futuro lejano sus renovados profetas.

Nuevos aires intelectuales y políticas económicas institucionales recorren el mundo, aun cuando algunos gobernantes y sus técnicos se resistan a reconocerlo. Una Nueva Economía Política habrá de conformar una realidad económica global diferente, en la que los estados y los mercados se expliquen y funcionen de manera diferente, pero que operen coordinadamente. Esperemos que así sea.

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