Belleza Mexicana

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Ocurre en este periodo estival que nos damos el tiempo de pensar las cosas desde ángulos poco frecuentes. Ver las calles de la ciudad de México un poco más fluidas en su tránsito, las actitudes algo más relajadas, menos corbatas y trajes formales, algo más de ligereza en el vestir y mejor disposición para los diálogos.

Paseaba esta tarde de domingo por el Parque Olivetti, Lincoln, Ángela Peralta o Luther King como se plazca en llamar a esos dos bloques de verdor que ofrecen una visión casi ideal de ciudad. Arboles frondosos, una casa de arte, una concha acústica, algunas esculturas, zonas para los juegos, infantiles, paseantes solitarios, parejas conversando, familias deambulando, padres que enseñan a la bicicleta y barquitos radio controlados en las que a pesar de los esfuerzos de mantenimiento, son siempre sucios espejos de agua.   La Ciudad de México, tiene algunos rincones familiares que son el deleite de sus ciudadanos.

Polanco es un epicentro de las clases cómodas que gastan sus domingos en los restaurantes, cafés, librerías, mercados y tiendecitas de todas las formas seductivas para esos públicos que vuelven de o preparan sus vacaciones en este comienzo de Agosto, probablemente la semana mas vacía de la ciudad.

Las casas de las manzanas mas céntricas de este barrio desarrollado en los años 40, muchas de ellas reconvertidas a usos comerciales lucen hermosas y pintadas, presumiendo sus canteras y yeserías. Galerías de arte, tiendas de decoración, dulcerías y mercachifles ambulantes se asocian en vaivén de actividades que reflejan un estado de las cosas que se resuelve en paisaje urbano agradable a todos visitante.

México es un país hermoso si se le sabe mirar, pero falto ciertamente de coquetería allí donde se pierden los esfuerzos de las autoridades que gozan de presupuestos para cuidar y ponderar los espacios. La ausencia de administraciones que vean por la estética es palpable. CONACULTA tiene allí lo que la moderna ciencia social continúa llamando áreas de oportunidad.

El caos aparece por doquier con la anarquía de los micro comercios de la torta, la fritura y el confite. Sin duda negocios redituables pero cuán caros resultan si se les analiza desde la perspectiva de su capacidad refractaria a la circulación del paseante.

Colombia y Ecuador nos proveen de ejemplos de buenas prácticas en el desarrollo urbano, comprendiendo que las inversiones importantes pueden hacerse y reditúan cuando se hacen en las zonas más pauperizadas de la ciudad. Y es que invertir donde se tiene mucho no gusta a quienes no tienen y viven donde no se invierte nada o muy poco.

Esta es otra manera de ver la seguridad. Invertir en iluminación, en facilidades de comunicación en transporte digno, en espacios recreativos, son premisas de una calidad de vida más apreciada y cómoda para todos.

Los jardines verticales en que tanto se ha empeñado el Gobierno de la ciudad, aparecen sólo en zonas más o menos acomodadas. Crecen en Santa Fe, y en algunas grande avenidas, pero no existen en Portales o en Ixtapalapa donde sin duda se necesitan más.

El acceso a la belleza es también asunto de privilegiados. Mantener así las cosas contribuye al sostenimiento de una ciudad de castas y clases. La acción del INAH es sin duda importante en la protección del patrimonio urbano, pero también puede provocarse la acción de un área que aun no existe en CONACULTA para la promoción estética del paisaje urbano.

La infraestructura se aprecia en los desniveles, viaductos nuevos y puentes, pero poco en el cuidados de las calles, en la concretización de las avenidas, el aumento del número de parques o el mantenimiento de la iluminación. Las lamparitas ecológicas que se han puesto cerca de Los Pinos, se perciben y son, de una fragilidad que se percibe en su mal alineamiento, en el número de ellas que esta pese a su novedad, ya en mal funcionamiento.

Que gusto daría al ciudadano, el ver en concilio a las autoridades del Estado de México, de la Ciudad y la Federación, para cuidar las zonas de confluencia y crear un estándar estético que se iguale al de las zonas mas cuidadas de la ciudad.

El potencial de un país esta atado a la percepción que de él se tiene, a la calidad de vida que ofrece y a su oferta estética. Hace muchos años presumiendo la Ciudad de México a un amigo extranjero me decía con menos sorna que vocación de metáfora que México es como un bote basura donde los más disímbolos objetos coinciden. Si se pasa el trago difícil de la connotación negativa no podemos menos que rendirnos a la evidencia. La falta de armonía, la ausencia de una paleta para la pintura de las fachadas (con excepciones delegacionales), rinden cuenta y validan.

Y la tendencia al desorden aumenta en cuanto dejamos la ciudad y nuestras críticas se hacen nimias si vamos a los estados en donde al momento de dejar las ciudades cuya armonía la legan pre-decimonónicos siglos, encontramos una fuerte tendencia al caos.

Como si fuera una ley termodinámica aparecen de pronto moléculas venidas de la incongruencia, voluntades nacidas de la voluntad de estridencia y estéticas afanosas de kitsch. Es precisamente el contraste entre estas condiciones y la belleza de poblaciones como Huichapan, como San Miguel, como Izamal, Capulálpan o Sombrerete… lo que hace evidente el potencial estético del país y la necesidad de un orden respetuoso de la ida colectiva. Insisto, CONACULTA puede sembrar cultura.

El problema es ciertamente rizomático, complejo y a veces pareciera inasible. Sin embargo pueden formularse algunas hipótesis, una de ellas para dejar sólo un ejemplo es la de la mayor comunicación, el mejor conocimiento inter-clases, el respeto, el reconocimiento y la búsqueda de la igualdad de posiciones.

De esta suerte viajaríamos a una también mejor apreciación de la vida desde otras ópticas. Sustituir la visión oligárquica, ostracista, refractaria, clínica a veces de las élites sociales y económicas, por la natural curiosidad del otro, de sus mundos y sus riquezas. Hacerlo bien es prepararse para hacerlo. Basta asomarse a lo mas básico y lo más universal para alcanzarlo. Observar el lenguaje y enriquecerlo, buscar la precisión en la descripción del objeto, hacer el esfuerzo primero de re-conocer, aprender a mirar de modo distinto lo que nos parece familiar, perder el miedo, transgredir sin lastimar.

La cultura, es un apalabra reciente, aparece por primera vez en un diccionario alemán en 1793, en su acepción actual y aún perfectamente ligada a al cultivo de la tierra, afirma Moles (Socio-dinámica de la Cultura, 1961) que la cultura no es otra cosa sino la labranza del espíritu como un continuúm con la labranza de la tierra.

Un ministerio de la dinámica cultural haría mucho bien en México. La transversalidad del problema guía de la salud a la educación, y de allí de vuelta a la salud mental pasando por el trabajo. Toda transformación del espíritu es un esfuerzo de la razón. El arte dijo el mismo Moles Op.cit, es una sensibilización programada del entorno.

La mexicanidad es una noción en construcción y aunque el mestizaje, obra mayor de la historia parece haberse detenido, el trabajo de Justo Sierra, de Samuel Ramos, de Vasconcelos, de Novo, Nicol, Paz y Monsivaís, están allí como centinelas del quehacer de las generaciones y de los tiempos nuevos.

Visité en Hidalgo hace unas semanas el rancho grande de unos amigos, bebí pulque, comí barbacoa enterradita que combiné con ardientes salsas, buena cerveza, camine entre el huizache, los saguaros y aprecié la diversidad de esa tierra rica y diversa. En sobremesa canciones temáticas de caballos, de mujeres bonitas, de hombres bravíos, todas cantadas por los anfitriones que en combinación cubano-hidalguense me dieron mas de lo que pensaron y pensé como lo hago ahora que la belleza mexicana sigue estando por descubrirse, por trabajarse y construirse todos los días.

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