Después del auge de la noticia sobre la carta solicitando el perdón por la conquista de los españoles a México, ¿con qué nos quedamos?
Es claro que en las formas están los paradigmas. No es de mi interés en este artículo analizar si fue políticamente correcto o no dicha petición. Tampoco deseo analizar lo que pasó en la Conquista a nuestro país. Me interesa observar en autoreferencia los momentos que estamos viviendo y cómo es que este tema del pasado trae consigo una oportunidad de aprendizaje consciente en el presente para todos.
El pedir perdón por un evento histórico que hizo daño a una región no es nuevo entre los países, incluyendo al Estado Vaticano. En el caso de México, nos permitió ver la polarización que existe por el hecho de que lo hubiera solicitado el presidente. Las reacciones aparecieron, desde el juicio de la política hasta cuestionar la veracidad de nuestra historia. Al final todo quedó como una trifulca social en el espacio digital que generó enojos, ataques, dudas, culpas, molestias, oportunismo y, por supuesto, una muestra de que existe una creencia inconsciente de sentirnos conquistados.
Federico Navarrete Linares, historiador y antropólogo de la UNAM, comparte en su publicación “La Conquista de México” (2000), el reconocimiento a la ambigüedad de pensar el momento Conquista diciendo: “Vemos a la Conquista como motivo de vergüenza, la consideramos un episodio lamentable de nuestra historia, el principio de nuestra opresión y nuestros sufrimientos. Los mexicanos modernos nos sentimos los descendientes de los derrotados, los indios, y no de los vencedores, los españoles. Para nosotros la conquista es un espejo en el cual no nos gusta contemplarnos”.
La semana pasada vimos cómo nacieron esos sentimientos de rechazo y cómo se multiplicaban segundo a segundo. Sentirnos conquistados nos desvaloriza, siendo éste un código cultural inconsciente que podemos ver comúnmente en nuestro país. Esto no nos permite aprovechar el potencial que tenemos y, por lo tanto, seguimos creando situaciones similares una y otra vez. Para reforzar esto, tenemos a nuestro lado el país más poderoso del mundo, que también aprovechó para acceder y quedarse con parte de nuestro territorio.
Un acto de perdón puede ser un suceso valioso, ya que tiene la posibilidad de cerrar puertas del pasado. Usar la práctica del perdón no es nuevo y se encuentra fundamentado en la psicología. Para este caso de la Conquista de México, lo importante es hacernos conscientes de que, lo que haya sucedido en el pasado generacional o del contexto de uno mismo, sólo está implicado en el presente si lo creemos y mantenemos vivo. Esto aplica para las dos partes que participan en este evento.
El perdón puede ser la forma de traer una oportunidad de consciencia en el presente y darnos cuenta de que tenemos la capacidad de dejarlo atrás sin importar si estamos del lado del conquistador o del conquistado. Lo valioso es que podemos abrir un espacio de consciencia observándolo desde la autoreferencia, ya sea reconociendo nuestros temores y creencias que nos desvalorizan o, en el caso contrario, que nos hacen sentir superiores a los demás.
Al liberar el conflicto tenemos una posibilidad como humanidad de desaparecer el capítulo de la Conquista en la historia y, de esta manera, construir una nueva consciencia colectiva para nuestro planeta. El aprendizaje consciente que nos trae al presente esta época es la de darnos cuenta de que no venimos al mundo a vivir desde ninguno de los dos lados.
Por lo tanto, no importa el lado de la conquista en que hoy queramos estar en lo individual, la oportunidad es dejar los extremos y situarnos en el centro desde donde podemos observarlo sin juicio y aprender de ello para liberarlo. El conflicto surge cuando nos polarizamos y nos instalamos en cualquiera de los extremos. Tú, ¿desde qué lugar vives la conquista?
Gracias, el perdón una llave importante que se debe utilizar y no guardar. Es increíble el cambio que se experimenta al pedir perdón y/o perdonar.
Excelente artículo Alex, yo me quedo con el aprendizaje, el cual en mi caso consiste en entender que las personas son valiosas independientemente de su cultura, su pasado, su raza o su credo. La conquista debemos reemplazarla por respeto y colaboración si es que nos consideramos una sociedad más civilizada