Dejar de esperar: la tecnología en manos de la comunidad

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Somos lo que decimos. Y cómo lo decimos. El lenguaje nos rebela de nuestra condición animal. Mas, de igual manera, el lenguaje revela de cada cual la naturaleza más profunda de lo que habita en su imaginario.

Desde el centro. Crear un punto irradiador. Señalar el lugar desde el que habrían de llevarse las cosas, allí desde donde debían de partir para “hacerlas llegar a todos los demás puntos”.  Determinar un sitio desde el cual pudiera medirse la lejanía.

Así, se dirá y se aceptará que un sitio se encuentra tan alejado o atrasado, como grande sea la distancia que media entre ella y ese centro que organiza el mapa de la nación.

Si el tiempo colonial gustó de entregarle a la Metrópoli las decisiones más trascendentes, y a veces las nimias, también, de la vida de las colonias, pervive hasta hoy la desfasada ilusión que el progreso “se lleva” desde la capital y las decisiones de sus poderes, hasta el “último rincón” de la patria mexicana.

“Debemos llevar Internet a todo el país”, se ha declarado de modo insistente durante los primeros meses de la nueva administración.

Telecomunicaciones en el Itsmo.
Imagen: Ecoosfera.

Llevar, sí, así se piensa, “transportar” de un lugar que sí tiene ese bien (y sabe cómo usarlo) a otro que está “lejos” y, se asume, por lo tanto, ni lo tiene ni podría tenerlo si el centro no (se) lo lleva, no (se) lo hace llegar.

De la misma manera que el siglo XX (y quien en su configuración de mundo personal sigue en él) llevó tractores al campo, llevó energía eléctrica a las poblaciones más recónditas, de esa misma manera se construye la propuesta de crear una (nueva) empresa estatal que “lleve” Internet hasta el punto más apartado.

Esta construcción fantasiosa es la raíz del centralismo más arraigado. Esto y un elemento, también figurado, adicional: se está cierto que quien recibirá lo que se ha de llevar, no ha hecho otra cosa todo este tiempo que esperar.

Al que lleva, desde el centro que si tiene, lo espera (y su única condición es la de quien espera) alguien en la lejanía.

Completa el cuadro de esta profunda convicción centralista y asistencial, la incapacidad para imaginar las capacidades del otro como un ser activo capaz de construir por sí mismo y para sí.

Se llama Talea de Castro, forma parte de las poblaciones de la Sierra de Juárez, en el estado de Oaxaca. Tiene cerca de 2,500 habitantes que hablan zapoteco y saben que, en esa lengua, el nombre del lugar quiere decir: Ladera con patio.

Telecomunicaciones en las comunidades.
Fotografía: Radiografía Informativa.

Además de varias bandas de música, y al igual que un número importante de municipios oaxaqueños, Talea de Castro cuenta con una radio comunitaria.

A esta radio le fue otorgada, como resultado de la Reforma constitucional en materia de telecomunicaciones de 2013, una concesión única de tipo social para uso del espectro radioeléctrico.

Esa concesión ha permitido, no sólo frenar la criminalización que por mucho tiempo persiguió a las emisoras de tipo comunitario, la mayoría de ellas indígenas, sino además constituir la base para ofrecer su propio sistema de telefonía celular.

Si bien durante estos años se ha enfrentado a lagunas legales que, por ejemplo, los situó en la obligación de pagar el mismo gravamen que las grandes empresas privadas, el caso de Talea de Castro se ha expandido con éxito a otras poblaciones.

El rol fundamental que han jugado las radios comunitarias indígenas hoy se ha ampliado y recibido apoyo de organizaciones sociales tanto del extranjero, Rizhomatica.org, por ejemplo, como mexicanas.

De entre éstas destaca Telecomunicaciones Indígenas Comunitarias, asociación civil (TIC-AC) que busca “aportar herramientas en el ámbito de telecomunicaciones que favorezcan la organización de y entre los pueblos, la defensa del territorio, la equidad de género y los procesos de autonomía y autodeterminación”.

Telecomunicaciones del Itsmo.
Fotografía: www.keywordbasket.com.

Se trata, por supuesto, de una línea de trabajo basada en incentivar la toma de decisión por parte de las comunidades, sobre la base de una cultura colaborativa y una visión de horizontalidad en la apropiación tecnológica y el fomento a la innovación.

Dice TIC-AC, “trabajamos con organismos en proyectos afines a nuestros principios y que no implique: el enriquecimiento y empoderamiento de una persona o grupo por encima de la comunidad; la destrucción de territorio, medio ambiente y de la memoria y práctica comunitaria; el fortalecimiento del patriarcado, el capitalismo, el sistema de partidos políticos y el religioso”, entre otros principios.

Comprender, dimensionar este tipo de iniciativas requiere, como resulta evidente, romper con lógicas ancladas en el corporativismo, el centralismo y el paternalismo.

Hace falta más que humildad para reconocer que lo último que un proyecto así espera es una empresa estatal ineficiente, cara, diseñada de manera casi unipersonal y desde “el centro” que les desplace o les anule.

Transitar del siglo XX al XXI es, en este caso, una llamada urgente a entender, de una vez por todas, que aquellos que se imaginan sentados esperando que les “traigan” las cosas, hace rato se pusieron a construirlas por ellas y por ellos mismos.

Hace rato.

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Claudia Schatan

Muy interesante y esperanzador!

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