Ellos se ríen de mí porque soy diferente,
yo me río de ellos porque todos son igualitos.
Anónimo.
Por lo menos en materia de comercio exterior parece que no habrá 4ª Transformación –pues nuevamente, de manera irresponsable–, los altísimos funcionarios nos hablan de continuar con la firma compulsiva de TLC’s sin tener en cuenta los negativos resultados obtenidos, hasta ahora, con 39 de los 54 países con los que compulsivamente han firmado TLC’s.
Desgraciadamente, nuestros altísimos funcionarios continúan con la idea de tener TLC’s con todo el mundo, de integrarse con el mayor número posible de países cuando en la realidad no se ha logrado siquiera la integración comercial, y menos productiva, con nuestros socios del TLCAN: Canadá y Estados Unidos, países que constituyen el mercado más grande del mundo y el más cercano, en el que sus habitantes gozan de un nivel de vida extraordinario, con el que tenemos enormes ventajas comparativas, que somos muy complementarios y con el que desde 1994, tenemos un marco preferencial de acceso que firmamos con el fin último de añadir valor para generar empleos, riqueza y bienestar en la región.
Esto, porque esos funcionarios no han sido capaces de crear un marco sistémico que permita a las empresas mexicanas trabajar en un medio idóneo para para producir bienes a un nivel más competitivo, como tampoco ha habido ideas ni complementos adecuados con programas, proyectos y políticas públicas que faciliten la actividad de los empresarios mexicanos y les permitan ser ganadores en el proceso de producción y exportación compartida.
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Debido al marco sistémico tan deficiente que prevalece en nuestro país, no se ha podido incrementar la competitividad y, particularmente, a partir de 1999, los retrocesos de México en este aspecto han sido enormes; por eso mismo, no se han incrementado los flujos de inversión extranjera directa y, al final tampoco se han creado empleos ni elevado el nivel de vida de la población que era el objetivo fundamental del TLCAN.
Se podría decir que el problema no es tener TLC’s por todos lados, sino que nuestros funcionarios parecen ignorar la pobre estructura y la disminuida capacidad exportadora de México que ellos mismo han contribuido grandemente a debilitar, lo que se ha traducido en decreciente valor agregado en la producción orientada al mercado interno y a la exportación.
En esencia, nuestros altísimos funcionarios han propiciado un esquema exportador basado en creciente importación de insumos para realizar actividades básicas de ensamble a través de la maquila, para luego reexportar con reducido valor agregado, situación que nuestros teóricos no han logrado comprender y, por tanto, no se ha logrado un desarrollo exportador coherente y eficiente.
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Todo esto, debido al dogmatismo, a la falta de visión de esos funcionarios y, consecuentemente, a la ausencia de programas, proyectos y políticas públicas realistas, además de que han creado una competencia desleal para el empresariado mexicano al propiciar la importación de productos e insumos procedentes de países que tienen un marco sistémico mucho más competitivo que el mexicano, situación que ha sido empeorada al haber realizado una desgravación unilateral totalmente ilógica.
Conviene señalar que desde la creación del Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles (GATT, por sus siglas en inglés), en su 7º principio se establecía y propiciaba la promoción de acuerdos comerciales regionales para lograr el establecimiento de esquemas de integración regional, sin embargo, pareciera que nuestros funcionarios no han entendido ni dimensionado este principio verdaderamente lógico e ignoran la necesidad de primero lograr una integración regional.
Estos funcionarios nos hablan y buscan “integrarse” con todo el mundo y para ello, ahora nos hablan de impulsar un TLC con Corea del Sur, país con el que en el periodo 1993-2018, registramos un déficit creciente, mismo que pasó de -898 a -14,070 millones US, acumulando un total de -193,216 millones US en esos 25 años, que nos dicen han sido de “fructíferos” intercambios bilaterales.
Con la estrategia de comercio exterior seguida por nuestros altísimos funcionarios, Corea se suma a los 39 países con los que han firmado TLC’s, de tal manera que el monto del déficit con 40 países en esos cinco lustros alcanzó un total de -1,032,034 millones US, equivalente al 90% del PIB total mexicano en el año 2018.
Este terrible déficit es consecuencia de la nula competitividad de México frente a Corea, pues mientras nuestro país se ubica en el 51º lugar, ellos se ubican en el 26º, situación que se refleja de una manera nítida en el volumen de productos objeto de intercambio bilateral así como su valor.
Adicional al reducido valor y número de fracciones arancelarias que comprende nuestra exportación, hay que señalar que la estructura de nuestros envíos muestra gran concentración en productos con poco valor agregado pues, de los 50 principales productos que constituyen el 48% del total (1,366 millones US), 21 productos que comprenden el 33% corresponde a esta categoría (minerales de plomo, zinc, molibdeno, plata y de cobre; petróleo, carne de porcino y bovino, desperdicios de cobre, sal y desperdicios de acero inoxidable).
Por lo que corresponde a los productos con valor agregado, son 39 que totalizan 15% (618 millones US) y corresponden fundamentalmente a productos del sector automotriz y productos de la industria electrónica, mayormente exportados por empresas mexicanas con participación de capital coreano.
Esta deplorable situación es originada por la enorme deficiencia que se presenta en las 18 variables que miden la competitividad entre los dos países y en los cuales México sólo tiene ventaja en 2 en tanto que registra enorme desventaja en 16, lo que significa que los costos de transacción con que tienen que trabajar las empresas mexicanas son mucho más elevados que los costos con los que trabaja el empresariado coreano por lo que, naturalmente, nuestro déficit con ese país continuará incrementándose.
Importante es señalar que, gran parte de este proceso de deterioro, es originado por la pésima calidad de las instituciones públicas mexicanas, mismas que el WEF ubica en el lugar 123, así como la de sus políticos colocados en la posición 127, situación que se traduce en la imposibilidad de definir estrategias, programas, proyectos y políticas públicas que incidan positivamente en el desarrollo económico del país, pues su deficiente accionar también se refleja en un marco sistémico nada competitivo y la pesada tramitología que han generado, lo que nos remite hasta el lugar número 120 de un total de 137 países analizados.
Por esta razón, el desarrollo económico de México ha sido muy reducido a partir de 1981, pero especialmente a partir del año 2001.
A continuación se presenta un cuadro comparativo en el que se ve que en 1981, el PIB total coreano sólo correspondía a 0.46% del PIB mundial en tanto que para el 2018 se incrementó a 1.95%, mientras que el PIB mexicano, que en 1981 representaba el 2.58%, para el 2018 se redujo a sólo 1.41% y, por lo que corresponde al PIB per cápita, la situación es más deprimente pues si en 1981 el PIB coreano estaba -33% por debajo del promedio mundial, para el 2018, se ubicó 282% por arriba.
En el caso de México la situación es todo lo contrario, pues en el mismo periodo pasó de estar 48% por arriba del PIB per cápita mundial en 1981, a estar 15% por debajo del mismo en 2018. A continuación se incluye un cuadro comparativo en el que los retrocesos de México para el año 2018 en relación con el año 1981 los he marcado con amarillo.
Conviene señalar que uno de los dos elementos positivos que tenemos, y que se han utilizado para medir la competitividad en relación con Corea, es la dimensión del mercado mismo en el que nos ubicamos en el 11º lugar, sin embargo, la realidad es que en él únicamente se toma como referencia el número de habitantes, pero si tomamos en cuenta el nivel de vida resulta poco atractivo, pues por lo menos, el 50% de los mexicanos viven en un nivel deplorable de pobreza.
Sin duda, la idea de firmar un TLC con Corea se inscribe en el liberalismo dogmático de nuestros altísimos funcionarios que ha determinado el esquema de simulación que ha prevalecido en materia de comercio exterior durante los 25 años más recientes, pues las posibilidades reales de ganar y lograr un desarrollo exportador con ese país, son muy remotas.
La conclusión es que ante esta serie de incongruencias, lo único que se puede señalar es que el desarrollo económico de México ha sido deplorable y que siendo las exportaciones un elemento fundamental para lograrlo, el nuestro ha sido un proceso exportador sin ideas ni resultados positivos que verdaderamente contribuya a lograr el objetivo deseado.