El Zapata de las palabras

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Hasta ahora, el único mexicano que ha intentado independizar nuestro lenguaje del agobio y dolor de cabeza que ha sido (y es) la ortografía española fue Alberto M. Brambila.

Este gran vervíboro (que se alimenta de verbos) dedicó parte de sus 90 años de vida a luchar a palabrazo limpio contra lo que él creía era “el yugo que nos impide encontrar una identidad nacional”, y ese yugo, entre otras cosas, son las letras c, h, ll, q, rr, v, w, y, z, pues como el mexicano no las pronuncia, ¡PA KE LAS KEREMOS!

El mismo Brambila dice:

“Si para los españoles es difísil la ortografía kasteyana, para nosotros es impraktikable. Konsekuensia lójika: o ablamos komo los españoles, o escribimos komo ablamos de akuerdo kon nuestra fonétika.”

El legado literario de Brambila es impresionante, y si bien aparece en la historia como un escritor menor y hoy ciertamente olvidado, dos obras lo consagran en las letras mexicanas: Homofonología (1928), su obra cumbre (“libro absolutamente increíble y ciclópeo”), y Lenguaje popular en Jalisco (1957), delicioso estudio escrito en colaboración con su amigo, el historiador y paleógrafo, también tapatío, Luis Páez Brotchie (quien merece capítulo aparte).

Nacido en Ayutla, Jalisco, hacia 1884, Alberto Magno Brambila Pelayo se distinguió por tener un carácter explosivo que muchas veces lo metió en problemas. Sin embargo, esa misma rebeldía y tenacidad lo llevaron a salir de la pobreza para forjarse por sí solo. Al mismo tiempo que estudiaba por su cuenta y leía vorazmente, trabajaba de peón, cantinero, sastre, peluquero, ayuda de cirujano y hasta como violinista (también compuso canciones). Al conseguir por fin un puesto de gobierno se dio cierto respiro para dedicarse más a las letras, colaborando en periódicos y revistas, publicando investigaciones y tratados sobre el lenguaje, pero sobre todo escribiendo poesía, su pasión en corto (una de sus muchas obras, Ecos Nacionales (1927) contiene más de 13 mil versos).

El intento de Brambila por liberar nuestro idioma del chanclazo ortográfico no era nuevo. Desde el siglo XIII, Alfonso X, el Sabio, quiso disponer que se escribiera según la fonética, pero la influencia etimológica era apabullante. Después cayó un relajo rapaz, pues la ortografía era patrimonio de quien la enseñaba: unos eran partidarios del fonetismo y otros del etimologismo. Antonio de Nebrija, el autor de la primera gramática castellana, en 1492, era fonetista: “…assí tenemos de escrivir como pronunciamos i pronunciar como escrivimos.”

Así, entre el estira y afloja, llegó 1624, cuando Gonzalo Correas Íñigo publicó en el viejo mundo lo que sin duda fue el primer tratado serio para intentar reformar la ortografía castellana bajo la consigna “escribe como suena”. Su Nueva i zierta Ortografia Kastellana causó revuelo, pero al final los etimologistas se salieron con la suya y a don Gonzalo lo pasó a visitar un representante de la Inquisición para tomarle medidas de cráneo.

Mientras tanto, en la trinchera lingüista en Jalisco, Alberto Brambila no daba tregua a la lucha por resionalisar la lengua y demostrar que el sistema ortográfico español no funcionaba, pues además de las letras que no se pronuncian permitía montones de homófonos (palabras que suenan igual, pero significan diferente): botar-votar, cesto-sexto, basto-vasto

Así, armado hasta los dientes de palabras, el revolucionario de Ayutla resumió su sistema en su obra Ortografía Rasional Mejikana. De ahí se lanzó a poner su propia imprenta (a la que no le fue nada bien como negocio) y al grito de ¡Que se mueran las feas… letras! fundó, en 1926, junto con su compadre Páez Brotchie, el sistema Racional Ortografiko Hispanomerikano, destinado a evitar usar las letras con parecido sonido (la b y la v, o la s, z y c), esfuerzo para acomodar la ortografía del mexicano a su oralidad.

El escritor Fernando de León dice:

“La propuesta de Brambila facilitaría el aprendizaje ortográfico, pues bastaría con hablar correctamente para escribir con igual corrección: en el aprendizaje de todo idioma, el individuo pasa de la oralidad a la escritura; así, este paso sería más sencillo. Es evidente que no resolvería los problemas actuales del aprendizaje de la ortografía, pero facilitaría su resolución, y esto sería el comienzo de una revolución en nuestra idiosincrasia.”

Al año siguiente Brambila funda y dirige el Grupo Central de Ortógrafos Revolucionarios, que marca su independencia de la Real Academia Española. Para su promoción se publica el Ortografiko kinsenal propagador de la ortografía fonétika r̃asional.

brambila

1928 es el gran año de Brambila, ya que publica lo que se convertirá en su magna obra, Homofonología (Tratado completo de homófonos). Su intención era dar a conocer su Ortografía Rasional. Para esto, él mismo quiso escribir el prólogo. Pero, cuál fue su sorpresa cuando de pronto se dio cuenta de que llevaba ¡370 páginas de prólogo!: seis capítulos, nueve apéndices y una gran nota final de suma importancia. Decidió entonces hacer un compendio, y vaya compendio, pues sin duda no hay en la historia de la lengua española un esfuerzo (¿o necedad?) de esta dimensión.

De entrada, don Alberto recuenta 9,400 palabras homófonas de nuestro idioma (cuestión de imaginarse el trabajazo de investigación). De ahí se da a la tarea de recolectar 1100 palabras paronímicas (cuando dos o más palabras tienen una semejanza fonética), como consiente-consciente, chapas-Chiapas, corte-cohorte o yerro-hierro. Para cerrar, con broche de oro, Brambilia escribe sus apéndices ludolingüísticos. En uno de ellos, escribe 240 textos breves que ponen en contexto un par de homófonos, como:

—Yo mis calzones arrollo / para pasar el arroyo.

—La bulliciosa Manuela / en vez de su libro hojear, / en el templo i en la escuela / i aun delante de su abuela, / se pone a su novio a ojear.

El último apéndice, llamado Juegos de palabras, contiene más de 100 quintetos paronomásicos, como: “bazo, beso, biso, bozo, buzo”, “rata, reta, Rita, rota, ruta” o “sarro, cerro, cirro, zorro, zurro”.

En fin, se trata de una obra única, “un ejemplo excelso del combate interior entre la razón y la pasión en el ámbito verbal. En la mente del autor, ambas pulsiones devienen monstruosas y el resultado es equiparable, en lo lúdico, a la refriega que debe darse en la mente de un censor cuando se aplica a ejercer su criterio ante fragmentos de obras artísticas consideradas pornográficas.” (Márius Serra, filólogo catalán quien le apodó “El Zapata de las palabras”).

Como bien se sabe, sobre todo en México, este tipo de trabajos son de difícil digestión y la mayoría de las veces pasan al archivo. Sin embargo, el titánico esfuerzo de Brambila no pasó desapercibido del todo, ya que dejó influencia en una de las obras cumbres de la literatura hispanoamericana, Rayuela (1963), de Julio Cortázar, quien no sólo menciona el periódico el Ortografiko, sino que escribe por completo el capítulo 69 en español rasional:

“ OTRO SUISIDA:

“Ingrata sorpresa fue leer en Ortografiko la  notisia de aber fayesido en San luis Potosí el 1 de marso último, el  teniente koronel (asendido a koronel para retiralo del serbisio), Adolfo Abila Sanhes…”

Al final de Homofonología, Brambila confiesa:

“Muchos me felicitan por los homófonos sin darse cuenta de que esto sólo es un punto de estrategia para emprender una revolución […] Alguien dirá: ¿Y cuál es el objeto de gastar energía, tiempo y dinero en levantar un lujoso castillo para luego pretender derrumbarlo con la dinamita de la ortografía rasional? […] Pues sí, debo ser leal […] para conquistar nuestra absoluta libertad.

Moraleja: DE ABER SABIDO NI NASCO.

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Virginia

¡Qué buen artículo! Me encantó el contenido y la entretenida redacción. Gracias por escribirlo.

Lástima que se les fue un gazapo: «Mientras tanto, en las trinchera lingüista en Jalisco…»

Gerardo Australia

¡Toda la razón doña Virgina, el gazapazo se fue bonito….Muchas gracias por leer

Alfonso García

Ola Jerardo:
¿Por qué al buscar el título de la obra “Ecos Nacionales” en internet, aparece como autor Don Ventura Ruiz Aguilera y que fué editada en 1849?
¿Es la misma que la de Alberto M. Brambila?
Saludos.

Gerardo Australia

jajaja, don Alfonso. Ante todo mil gracias por leer..
Le comento que en realidad el nombre del opus de Brambila es “Ecos nacionales; perogrulladas, máximas, refranes, etc. [Fasc.I.] Selección i arreglo de Alberto M.Brambila”, y este se publicó en 1927.
Por supuesto que hay muchas obras más con este mismo nombre..
Reciba un gran saludo..
Gerardo Australia

Gerardo A. Brabata Pintado

De acuerdo en qué hay que revisar nuestra ortografía, pero sin empobrecerla. El uso de la i en vez de la y y la j en lugar de la g en los casos que proceda lo compensaron a procurar dos tabasqueños ilustres en la lingüística y en la historia, Don Marco E. Becerra y el Lic. Don Francisco J. Santamaría. Siempre he querido seguir ese ejemplo pero se requiere de mucha disciplina de la que carezco. Ambos hicieron aportes muy importantes. El primero con su obra “ Adiciones y rectificaciones al Diccionario de la Real Academia Española y el segundo con sus grandes diccionarios:
Diccionario de Mexicanismos y Diccionario de Americanismos, casi desconocidos a la fecha, acaso por ser obra de tabasqueños
Estos dos personajes defendieron siempre el buen hablar y decir utilizando, según sus dichos el buen uso de “ La Gaya Ciencia” palabra está que se refiere a lo florido del lenguaje de Cervantes y que tiene derivados insospechables como el muy en moda de Gays refiriéndose al tan controvertido tercer sexo. En fin , hay mucho tema por delante. Un abrazo Don Gerardo

Gerardo Australia

¡Qué sorpresa tan agradable!, don Gerardo, saber de estos tabasqueños ilustres…
Primero que nada mil gracias por compartir tan atinado comentario y sobre todo complementarnos con tan ricos personajes….Como bien dice usted, hay mucho tema por delante

Por favor reciba un gran abrazo; no le digo caluroso porque me imagino allá en Tabasco tiene usted de sobra, jajaj

Gerado A. Brabata Pintado

Gracias y un saludo tocayo. Una precisión: el Diccionario se llama Diccionario de MeJicanísmos, no de MeXicanísmos como erróneamente escribí.En su momento te daré un ejemplar de él. Es brillante, solo que obviamente, hay que actualizar.

Nuevamente felicidades por tus excelentes e informados trabajos.

Un abrazo

Rafael Vega

Felicidades por tan buen artículo; me recuerda los esfuerzos de esa misma época de varios mexicanos ilustres por imponer el Esperanto en la educación primaria. Finalmente: “somos lo que hablamos”

LUIS ENRIQUE AVILA GUZMAN

!!!! Si !!! Excelente artículo,, a fin alguien con quien compartir mi penosa batalla de mas de 50 años, con la ortografia. Me declaro seguidor de Don Alberto M. Brambila y seguir su lucha por la liberttad en la expresion.

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