Historia de un cuadro jamás devuelto

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A insistencia de sus amigos y colaboradores, la fotógrafa y artista Lola Álvarez Bravo echó a andar a principios de los cincuenta del siglo pasado, una galería de arte en lo que era su estudio fotográfico, ubicado en la calle de Amberes 12, hoy zona bien colorada y acalorada.

Un discípulo de Álvarez Bravo, el pintor y escultor Raúl Abarca, quien se asoció con ella en la galería, recuerda: Encontré en la colonia Juárez, en la Zona Rosa, una casa habitación de dos pisos en la calle de Amberes 12, que alquiló Lola. Después de unas pequeñas adaptaciones, allí abrió su estudio, pero no tuvo mucho éxito porque su estilo de fotografía, no se prestaba para tener clientes. No retocaba las caras, por ejemplo. Fotografiaba de manera realista. A las personas les salían los poros, los granos y eso no les gustaba. Querían verse bonitos, pero no era su estilo.

Con la escasa clientela y falta de liquidez, Lola pensó en cerrar el estudio, pero junto con Abarca y el pintor Juan Soriano fundaron la Galería de Arte Contemporáneo, con la intención de impulsar la plástica mexicana en todos sus aspectos.

La galería, la tercera en su tipo en México, duró nada más siete años. Sin embargo, tuvieron una exposición importantísima que fue un parteaguas en la historia del arte mexicano: del 13 al 27 de abril de 1953, se exhibió por primera vez la obra de Frida Kahlo, a quien Lola, amiga leal, admiraba e inmortalizaría a través de su cámara: La cámara afectuosa de Lola hizo que Frida explayara su espiritualidad. Las imágenes dan cuenta de un poético encuentro entre las dos amigas, dice Raquel Tibol.

Los galeristas venían acariciando la idea un año antes, pero para completarla tuvieron que pedir prestados varios cuadros que Frida había vendido a particulares, entre ellos uno al compositor y director de orquesta Carlos Chávez, entonces director del Instituto Nacional de Bellas Artes y un ferviente coleccionista de arte mexicano. El cuadro se titulaba Naturaleza Muerta y había sido adquirido años antes.

La misma pintora escribió una carta al compositor:

Coyoacán, Diciembre de 1952.

Carlitos: Me dicen que estás en la mejor actitud de prestarme tu cuadro. No sabes cómo te lo agradezco. Que esta carta te sirva de recibo para recuperar tu cuadro. Cómo estás. Yo hace siglos que vivo aprisionada en la cama, salvo determinados días que me sacan a pasear algunos amigos. Mis saludos cariñosos a todos los de tu casa. Frida”.

Carlos Chávez atendió rápido al llamado de la artista:

15 de diciembre, 1952. Fridita:

…recibí tu carta hace pocos días en la que me pedías prestara a la galería de Lola Álvarez Bravo la pintura tuya Naturaleza muerta, de mi propiedad, para la exposición completa de tu obra. Entregué el cuadro al muchacho que me trajo tus líneas y me entero por ellas de que tu misma carta sirve de recibo. Estos renglones no tienen más objeto que confirmarte mi gran deseo de cooperar, aunque sea en esta forma tan pequeña, con el éxito de tu exposición. Carlos Chávez”.

Frida Kahlo con autorretrato de Diego Rivera. (Foto: Lola Álvarez Bravo, Center for Creative Photography).

La exposición fue un éxito total, tanto para Frida como para el arte mexicano. Años después todavía la gente recordaba el emotivo momento cuando Frida entró en la galería. Para entonces la pintora padecía tremendos dolores a causa de un injerto de hueso que su organismo había rechazado. Pasaba los días en agonía y postrada. Los doctores le prohibieron levantarse, pero cuando la fecha de la exposición llegó, Frida, de voluntad férrea y tremendos pantalones, hizo que la llevaran a la galería en su cama.

Abarca comenta: Estaba muy enferma. Llegó en una ambulancia. Habían mandado su cama que estaba en el salón principal. Allí estaban los retratos de Lenin y de Trotski. La cargaron para ponerla en la cama. Había tanta gente que el tráfico no podía pasar. Pedimos ayuda de la policía de tránsito y varias patrullas cerraron dos cuadras de la calle.

Isolda P. Kahlo, sobrina de la pintora, también dice: Fue tal la conmoción que los fotógrafos de prensa sintieron al verla, que dejaron las cámaras en el piso y no fueron capaces de sacar placas en la calle.” Entre los muchos artistas y amigos presentes estaba el poeta Carlos Pellicer, quien leyó un poema pero las lágrimas no lo dejaron terminar, y el escritor Andrés Henestrosa de pronto se arrancó a cantar a todo pulmón “La Llorona”.

Un reportero del periódico El Nacional describió la conmovedora escena: (Frida llegó) sobre una camilla para recibir uno de los más cariñosos y entrañables homenajes que persona alguna pueda recibir de sus amigos personales y de los entusiastas del arte.

Pero el que estaba mal y de malitas era Carlos Chávez. No era para menos, habían pasado seis meses y nadie le regresaba su cuadro:

Octubre 9 de 1953. Fridita:

He tratado varias veces de comunicarme contigo por teléfono, pero no he podido obtener comunicación. Siento molestarte para el asunto de la pintura que te presté, de acuerdo con tu carta de diciembre, para la exposición de tu obra…, pero no he recibido todavía el cuadro en devolución. Creo que no será para ti mucha molestia dar instrucciones a quien corresponda para que me sea entregado. Para evitar confusión te agradeceré que me mandes decir con anticipación qué día y qué hora van a traerlo para que yo lo reciba personalmente. Carlos Chávez”.

Para febrero de 1954 Carlos Chávez, sin cuadro, se mostró francamente molesto: en tres ocasiones había solicitado personalmente a Frida la devolución de su cuadro y la única respuesta que obtuvo de la pintora no podía ser más desalentadora: …por su estado de salud no podía ocuparse del asunto. Por lo tanto, debía pedírselo a Diego, pues él además lo tenía.

Como era de esperarse, “Sapo Diego” —que podía ser muy canijo—, no dio respuesta, ni la intención de querer devolver el cuadro a su legítimo dueño.

¿Habrá sido una venganza personal de Rivera, porque Chávez prohibió, el mismo año de la exposición de Frida, que se exhibiera su mural transportable Pesadilla de Guerra y sueño de paz? El mural era una clara propaganda antiyanqui que Rivera pintó en el vestíbulo de Bellas Artes. Chávez, como director de la institución, la mandó a quitar, impidiendo que participara en la entonces importante exposición Veinte Siglos de Arte Mexicano, a presentarse también en Londres, París, Estocolmo y otras ciudades.

Lo cierto es que ese mismo año quedó marcado como el inicio de una enemistad declarada entre Chávez y Rivera para siempre.

La historia tiene un final poco afortunado para Chávez: jamás le regresaron su cuadro. Defraudado, el compositor nunca volvió a prestar una obra de su vasta colección pictórica, como se lee en una carta de 1978, cuando el más célebre de los museógrafos mexicanos, Fernando Gamboa, le pide prestado su Juan Soriano: La verdad es que desde que Diego Rivera me robó el cuadro de Frida…

Hoy el cuadro se exhibe en el Museo Frida Kahlo.

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Gerardo A. Brabata Pintado

Como siempre excelente mi querido “Monster”. Un abrazo

Gerardo Australia

¡Muchísimas gracias, don Gerardo, héroe del Grijalba!…un gran abrazo de regreso

Beatriz Rendon

Interesante, cuáles son tus fuentes? De dónde se obtuvo la información de tanto detalle…Gracias de antemano por la información que puedas brindar, andamos por caminos semejantes…

Gerardo Australia

Muchas gracias por leer, estimada Beatriz.
Pues a través de los años he venido llenándome de libros, revistas y demás. Por ejemplo éste artículo salió del “Epistolario Selecto de Carlos Chávez”, que el Fondo de Cultura publicó en el 89, ¡más de 1050 páginas!, de donde pueden salir millones de temas y curiosidades de nuestra gran cultura…
Es también recomendable darse una pasada electrónica por los acervos de las universidades, mexicanas y no, porque muchas veces uno se va con la finta que si no sale en google no existe, y de repente cae la sorpresa que, por ejemplo, la Universidad de Austin, Tex, el acervo más grande del mundo en historia mexicana, tiene millones de cosas….
Una vez muchas gracias por su lectura y comentario
GA

Me parece un artículo excelente, lleno de vida, ante un hecho por demás redundante como nuestra “naturaleza muerta”, exhibida con muy buen humor. Muchaa gracias por este relato maravilloso

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