El ejemplo de Corea del Sur

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Uno de los casos más exitosos de desarrollo económico en la historia contemporánea es el de Corea del Sur. En especial porque en gran medida es producto de una visión y una planeación estratégica en las que han podido y sabido confluir gobierno, empresas y sociedad.

Si bien las características y las circunstancias de cada país son diferentes y no existen recetas universales, México tiene mucho que aprender de ese país, en políticas y prácticas que vale la pena estudiar y eventualmente adaptar. Incluso en proyectos en los que ambas naciones avanzan de forma paralela, como el de las Zonas Económicas Especiales.

Los coreanos nos llevan una delantera importante: iniciaron en 2002, con su Ley de Designación y Administración de Zonas Económicas Libres. Hoy tienen 8, cada una con una composición de clusters productivos específica. Partiendo de cero, actualmente albergan a 2 mil 235 empresas en operación y han absorbido casi 10 mil millones de dólares en inversión extranjera directa. Incheon, la más grande, es una de las zonas francas de mayor proyección en el mundo.

Uno de los aspectos sobresalientes de estas Zonas es que se encuadran en una política industrial o de fomento cuyos inicios pueden remontarse a la década de 1950. El Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC), dedicado a temas de interés para la industria mexicana, ha estudiado a fondo la evolución del “milagro coreano” y lo que tiene de interés para nuestro país. Vale mucho la pena leer su documento How Korea got Rich, disponible en idic.mx.

Éste es un caso de éxito que presenta: Hacia el final de la guerra de Corea, en 1953, el índice de analfabetismo era del 78%. Corea del Sur era uno de los países más pobres del mundo, con un PIB per cápita de cerca de 79 dólares. Hoy es la 11ª economía del mundo, con un PIB per cápita de 30 mil dólares, el doble del de México. Más del 70% de sus jóvenes se gradúan de la universidad. Es líder mundial en áreas de vanguardia como semiconductores de memoria, pantallas electrónicas y teléfonos celulares inteligentes.

Es dramático el contraste con la otra Corea, uno de los países más atrasados y aislados del mundo. Se estima que el salario mensual promedio bajo el régimen de Kim Jong-un, es de alrededor de 10 dólares, mientras al sur ronda los 3 mil. La diferencia en esperanza de vida es de 12 años.

La pregunta que buscan responder estudios como el del IDIC es sin duda pertinente: “¿qué es lo que hay detrás de este impresionante desempeño y qué puede aprender México de éste?”. A la fecha existe un gran debate académico en torno a cuáles son las claves en esta historia.

Se ha puesto énfasis en que tanto el gobierno como las familias priorizaron la educación e invirtieron en ella de forma extraordinaria. Otros, sin menospreciar la atención al capital humano, hacen hincapié en una política económica proactiva o más bien dirigida. Igualmente en la alineación, en los años del despegue, entre el régimen de Park Chung-Hee, quien tomó el poder en un golpe militar en 1961 y lo mantuvo 18 años, y el sector privado, principalmente con los llamados chaebols, grandes conglomerados industriales y comerciales.

En todo caso, como destaca el estudio, la transformación de Corea del Sur no fue accidental, ni producto de una aplicación ortodoxa de alguna ideología económica. Hubo una movilización nacional, con el claro fin de “alcanzar a Japón y al Occidente en industria y tecnología, considerados como los elementos más importantes de seguridad nacional”.

Una visión estratégica de largo plazo, instrumentada con coordinación, disciplina y tenacidad. El IDIC resalta varios ingredientes, comenzando por un compromiso público-privado para ganar competitividad en la manufactura, que incluyó, por años, reuniones mensuales de seguimiento con participación de las empresas y del propio presidente de la república, que pocas veces faltó.

Alto nivel de ahorro, a fin de contar con capital para construir una infraestructura de clase mundial. Énfasis en la excelencia en la educación y coordinación tripartita para ello: escuelas, empresas y gobierno. Sentido de solidaridad e inclusión en la visión y el plan. Burocracia calificada, empresas y sindicatos poniendo por delante el interés nacional.

Se buscó mantener subvaluada la moneda para favorecer la exportación, con protecciones en el mercado doméstico y varios tipos de subsidio y medidas para favorecer la transferencia de tecnología ligada a la inversión extranjera. Esto último en el marco de una política nacional de promoción a la ciencia, la tecnología y la innovación, ligada a su vez a metas como el aumento del contenido nacional en la producción y la generación de marcas propias.

En síntesis, hay una clara confluencia en lo fundamental. A diferencia de lo que se llegó a decir en México en algún momento, respecto a que la mejor política industrial era no tener ninguna, se siguió y se mantiene una estrategia orientada al incremento progresivo del valor agregado de la actividad económica.

Puede constatarse ese modelo y su consistencia en sus planes quinquenales, que iniciaron desde 1962. Los primeros, dirigidos a establecer los fundamentos de la industrialización y sectores como el siderúrgico, el automotriz y los astilleros. Ya en la edición 1992-1996, a la alta tecnología: microelectrónica, nuevos materiales, químicos especiales, bioingeniería, óptica y el ramo aeroespacial.

En ese mismo plan quinquenal se incorporó el objetivo de construir facilidades modernas en varias ciudades provinciales para balancear la distribución geográfica de la industria. Fue el inicio del proyecto de sus Zonas Económicas Libres, con una misión similar a las de México de reducir brechas de desarrollo regional.

Su propuesta de valor se sostiene en 5 pilares: 1) incentivos fiscales en ISR, IVA, adquisiciones y propiedad de inmuebles; 2) programas de apoyo: financiamiento, colaboración para instalar instituciones de educación e investigación, respaldos a fondo perdido para empresas; 3) desregulación: menos trámites y normas claras. 4) apoyo administrativo a las localidades y a las Zonas para agilizar las designaciones de desarrollo urbano, industrial, comercial, turismo, entre otros; 5) Ventanilla Única para asesoría y cumplimiento de obligaciones y trámites: incluso se asigna un ejecutivo de cuenta para explorar oportunidades de negocios y socios, además del respaldo para el cumplimiento de regulaciones.

Desde luego, el atractivo se apuntala con la infraestructura y las ventajas competitivas para la logística productiva del país, en lo general, y de cada una de las Zonas, en lo específico. Incheon, la carta fuerte, está a 50 kilómetros de Seúl y ofrece acceso rápido a los mercados de China y Japón.

Nuestro país tiene sus propias ventajas competitivas y vocaciones y fortalezas productivas, lo mismo que nuestras primeras ZEE en evolución. Diferentes, pero con un potencial equivalente. Lo que no podemos permitirnos es dejar pasar este tren de oportunidad. De las estrategias de desarrollo de Corea del Sur podemos retomar varios principios elementales para hacer que las cosas funcionen.

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