Te voy a prestar mis manos

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La muerte es un tema tabú no sólo en México, en muchos países sigue siendo un asunto de debate sin llegar a una solución clara.

Recientemente, en España, se ha abierto un intenso debate (que cabe decir, no es la primera vez) en torno a la muerte de la Sra. María José Carrasco, una mujer de 61 años, diagnosticada desde hace treinta años con esclerosis múltiple, una enfermedad hasta el día de hoy incurable.

Ángel Hernández, esposo de María José, en un acto sublime de amor, ayudó a morir a su esposa, ya que ella era incapaz, por su propia enfermedad, de preparar y tomar por sí sola el medicamento que le permitiría morir y liberarse así de más de treinta años de sufrimiento.

Ángel le pregunta a su esposa si está segura de querer morir y ante la afirmación rotunda y sin ambages de María José, Ángel le dice que ha llegado el momento que tanto ella deseaba y se ofrece a “prestarle sus manos” para ayudarla a morir.

Es impresionante y admirable cómo es que en el video testimonio, Ángel se preocupa incluso por el sabor que tendrá el medicamento. Ángel de acuerdo con María José, se vio precisado a grabar la situación, para dejar testimonio de los deseos de su amada esposa.

https://www.youtube.com/watch?v=0YecESFxqdI

Una vez que ella ha tomado el medicamento, Ángel la toma de la mano para poder “notar la ausencia total de su sufrimiento”.

Las imágenes son desgarradoras pero ilustrativas, el video se ve sin el morbo propio que puede causar la muerte de una persona, se aprecia en el mismo un acto de amor, un acto de liberación para un ser amado.

Si bien todos tememos a la muerte, pocos pensamos en el sufrimiento de el o los otros cuando tienen enfermedades discapacitantes, dolorosas e incurables. En mi opinión (de la que seguramente muchos discreparán) se requiere mucho valor, no sólo para enfrentar la muerte de un ser amado, sino para ayudar ‒activamente‒ a esta persona a lograr sus objetivos.

“Te voy a prestar mis manos” es una frase que representa en este caso muchas cosas. Como ya lo he dicho, por un lado, el amor de Ángel por su esposa María José, pero encierra también la frustración de ambos, una frustración que deriva de las decisiones de un Estado que nos sigue negando un derecho fundamental, el derecho a decidir sobre lo único y más valioso que tenemos, nuestro cuerpo, nuestra vida misma.

Los gobiernos parecen no entender que vivir es un derecho, un derecho personalísimo que, como todo derecho, nos otorga facultades y no puede ni debe ser convertido en una obligación. Y enfatizo, es necesario distinguir clara y contundentemente las diferencias entre querer terminar con tu vida por un problema depresivo (eventualmente pasajero y solventable), a querer terminar con tu vida cuando ésta ya no representa algo valioso para uno mismo.

Derecho a morir dignamente.
Fotografía: Espacio Mex.

Tal parece que los legisladores, ciertos grupos médicos y ciertos grupos sociales olvidan que el derecho no debe ser, en casos como éste, un medio de imposición para quienes creemos que nuestra vida nos pertenece, no podemos admitir la intromisión de terceros, no sólo en nuestras decisiones, sino en nuestro proyecto de vida e inclusive de muerte.

No es una cuestión de creencias, es una cuestión de principios, un asunto que tiene que ver con derechos similares para quienes pensamos de manera diferente. Si imaginamos la situación a la inversa, nadie en su sano juicio estaría de acuerdo en que aquellos que creen que el dolor y el sufrimiento es un acto sublime para alcanzar el cielo o la vida eterna, deberían ser obligados a morir en determinadas circunstancias.

Siempre me pregunto por qué, en cuanto a la vida se refiere, particularmente en este tipo de casos, somos tan hipócritas al enmascarar en un aparente derecho (derecho a la vida) una realidad diferente, que es convertir ese supuesto derecho en una obligación, la obligación de vivir. Igualmente, con frecuencia me pregunto ‒quitando de por medio las convicciones religiosas (personales y respetables)‒, por qué el Estado se arroga el derecho de decidir por nosotros los ciudadanos.

¿Hasta cuándo entenderemos que, sobre nuestras vidas, la opinión y decisión más importante es, precisamente, la nuestra?

Similar pero no igual:

Por último, en Francia, unos meses después de la muerte de María José en España, y ahora recientemente, se debate sobre un tema similar pero desde una situación diferente, la desconexión de Vincent Lambert, el hombre de 42 años que se encuentra en estado vegetativo como resultado de un accidente de automovilístico sufrido en el 2008. En este caso, desde 2013, los padres de Vincent han luchado en los tribunales franceses para mantenerlo con vida, esto en contra de la opinión de sus médicos, de su esposa Rachel y de seis de los hermanos de Vincent.

Dejo el siguiente enlace, en el que se aprecia cómo, valientemente el propio Ángel Hernández, informa a las autoridades españolas de cómo es que él: “Le prestó sus manos a su esposa”:

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VERONICA

Ciertamente un tema muy difícil de abordar pero que requiere de atención y una salida para una persona que con una enfermedad terminal, desea que pare su dolor.

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