La revolución 4.0 está planteando una serie de interrogantes que van más allá del conjunto de tecnologías emergentes que la caracterizan, se extienden hacia los nuevos sistemas que están alrededor y a sus jugadores, uno de ellos las empresas Fintech (las empresas de servicios financieros que utilizan la última tecnología para ofrecer productos y servicios financieros innovadores).
En la pasada Convención Bancaria se firmó por parte del ejecutivo federal, la Ley Fintech, para su emisión, de la cual en breve estaré emitiendo la Normatividad Bancaria 2018. Fintech, protagonista en tiempos disruptivos. En ella hay dos elementos esenciales para entender la ley y ver cómo va a cambiar a las finanzas tradicionales desde dos perspectivas: la de los que ofrecen los servicios y la de quienes los reciben en un marco general que es la Normatividad Bancaria luego de entender las razones para legislar en el contexto de la Revolución 4.0.
Pero para entenderla es necesario ir hacia atrás y, por ello, parte de lo que se llama una “cita inevitable” que tiene que ver con la transformación digital y ésta con la tecnología, la innovación y la gestión del cambio que, en conjunto, llevan a modificar paradigmas como lo estamos viviendo y tiene impacto en la visión, procesos, puntos de contacto con el cliente, servicios y productos, así como con el modelo de negocio y la cultura digital, lo que requiere un correcto uso de la tecnología disponible pero, sobre todo, una visión compartida por el equipo directivo, una clara orientación al negocio y rediseño de procesos, así como ajustes organizativos.
Y, en ese marco, las empresas de todos los sectores de la economía tienen en la transformación digital una oportunidad para sacar provecho de los múltiples retos que plantea el mercado, innovando, diferenciándose de sus competidores y manteniendo el crecimiento del negocio.
De esas consideraciones se entiende que el cambio de paradigma ocurre cada vez que avanza la frontera tecnológica, que no tienen que ver con alguna tecnología en particular, pero sí requieren colocar a la tecnología en el centro de la transformación y como parte de la propuesta de valor que, según las proyecciones, incrementará 30% los ingresos de cualquier entidad financiera y reducirá hasta 25% sus costos.
La oportunidad del cambio está haciendo emerger una nueva liga de competidores que pueden ser mucho más eficientes y ágiles, porque no tienen que sostener sistemas tecnológicos ineficientes, rígidos y en buena parte obsoletos, ni tampoco costosas redes físicas de distribución.
Este panorama nos lleva a una desagregación de la industria financiera, con multitud de competidores altamente especializados que operan en distintos segmentos e introducen una presión adicional sobre la rentabilidad y el potencial de crecimiento de los bancos, por ejemplo.
La consultora KPMG[1] menciona que es claro que la transformación digital provocará una revolución en los modelos de negocio de las entidades financieras, pero también servirá como mecanismo de mejora continua y eficiencia interna.
Es un hecho que las entidades financieras tienen que implementar soluciones de mercado para automatizar la gran mayoría de los procesos que componen tanto el core business (productos y servicios financieros), como las áreas de soporte (recursos humanos, compras, etcétera). Esto permitirá importantes cambios de cara al cliente, a los procesos y a los sistemas internos para generar una cultura digital que lleve implícito un cambio de paradigmas para adaptarse a la transformación.
Estamos ante un desafío que pasa por la aplicación de algunos principios: abrir y flexibilizar las arquitecturas del sistema; trabajar en un entorno colaborativo con otros socios del ecosistema; capitalizar el conocimiento e ir a un modelo que facilite la entrada de conocimiento tecnológico y de negocio dentro de la propia organización y experiencia que existe; establecer nuevos modelos de alianzas con nuevos socios; así como definir los valores realmente diferenciadores y focalizarse en el cliente. Este desafío incluye a nuevas empresas, a las Fintech.
Un estudio de PwC indica que las entidades financieras tradicionales creen que el fenómeno Fintech podría poner en riesgo casi al 23% de su negocio actual en los próximos cinco años. Pero, las Fintech consideran que su participación puede ser mayor y llegar hasta el 33% del negocio actual de las entidades financieras tradicionales.[2]
Definitivamente, el sector financiero está atravesando por cambios disruptivos porque la transformación digital está abriendo un amplio abanico que conduce a los nuevos jugadores a desafiar por completo el status quo de la industria de servicios financieros con tres elementos: enfoque, estructura operativa, así como características de los servicios y productos (prácticos, de fácil acceso y cercanos a los clientes).
Esos elementos, si bien forman parte del cambio que representa la tecnología financiera (Fintech) para mejorar en términos de negocio, también preocupan a las autoridades para que no se conviertan en herramientas para el fraude, el blanqueo de dinero y no puedan desequilibrar la estabilidad financiera, lo que implica que el nuevo escenario provoque en cierta medida una reestructuración del panorama financiero considerando riesgos en diversas vertientes: ante los clientes, sus demandas y los mecanismos para conectar con ellos, así como ante las estructuras organizativas, los modelos de decisión y los modos de liderazgo.
La revolución Fintech, si podemos llamarla así, está cambiando el panorama mundial rápidamente, generando nuevas oportunidades para que, por ejemplo, las pequeñas y medianas empresas obtengan financiamiento con términos que se ajusten a sus necesidades a través de las plataformas locales de préstamos (P2P) y crowdfunding, así como con los proveedores de pagos electrónicos.
Estamos ante un cambio que implica detectar hallazgos que conduzcan al diseño de políticas públicas, al impulso a la inversión pública y privada en segmentos estratégicos para las tecnologías financieras, y al desarrollo subsecuente de un mayor número de servicios y productos diferenciados para ciertos segmentos de la población.
Este escenario requiere de marcos regulatorios que promuevan la innovación en el sector y la existencia de muchos más casos exitosos con salidas estratégicas que generen retornos para los inversionistas en una industria de servicios financieros digitales más innovadora e inclusiva, siempre y cuando tanto las políticas públicas respectivas, como las condiciones económicas y regulatorias, promuevan su consolidación y crecimiento, considerando la brecha existente entre su desarrollo en América Latina versus otras regiones en un entorno de seguridad, la cual puede provenir de las regulaciones o de las agendas de productividad, o en estrategias de inclusión financiera, dependiendo de la zona.
Aunque con diferentes niveles de desarrollo, tanto en Estados Unidos como en Europa y América Latina, la regulación y supervisión de las Fintech es un punto en común al que organismos locales, regionales y globales, públicos y privados tienen presente para que todos los actores jueguen las mismas reglas y para que su aplicación no perjudique la propia actividad.
El Comité de Supervisión Bancaria de Basilea[3] sabe de la importancia de ello y ha hecho una serie de recomendaciones atendiendo a distintos escenarios:
- Better bank. Los bancos históricos se modernizan para retener al cliente y los servicios bancarios básicos.
- New bank. Los bancos tradicionales son reemplazados por los nuevos que se impulsan por la tecnología.
- Distributed bank. Los servicios financieros se fragmentan entre las firmas Fintech y la banca.
- Relegated bank. Los bancos históricos se convierten en proveedores de servicios comercializados y las relaciones con los clientes son propiedad de los nuevos intermediarios.
- Disintermediated bank. Los bancos tradicionales son irrelevantes y los clientes interactúan directamente con los proveedores de servicios financieros individuales.
¿Cuál será el escenario que prevalecerá? La pregunta espera una respuesta que dependerá del desarrollo de las Fintech, de la interacción de éstas con las instituciones tradicionales, así como de la respuesta de los clientes ante las dos primeras condicionantes, atendiendo los riesgos y oportunidades que el mismo Comité considera.
En relación a los riesgos que suponen las Fintech para el sistema bancario en general, el Comité de Basilea considera la privacidad y seguridad de los datos, la interconexión creciente en el sector, la liquidez y volatilidad de las fuentes de financiación bancaria, los riesgos estratégicos y de rentabilidad, así como el alto riesgo operacional.
Como oportunidades para el sector, el Comité incluye el potencial impacto positivo en la estabilidad financiera, una banca mejorada y más eficiente, un uso innovador de los datos que puede mejorar la gestión de los riesgos, operaciones bancarias más rápidas y con un costo menor y el regtech, es decir, la aplicación de las nuevas tecnologías a la regulación del sector financiero.
¿Qué pasará en México? El sistema financiero mexicano ha tenido un crecimiento sano, es rentable y su regulación es óptima. La opinión vertida es que se trata de un sector que, de hecho, atraviesa uno de sus mejores momentos. Sin embargo, ahora más que nunca debe cumplir con su rol fiduciario en la economía y con la sociedad. De ahí que se considere que es necesario reflexionar sobre la arquitectura del sistema financiero y sus áreas de mejora. Y sobre éstas, es que se vinculan los principios sobre los cuales se plantea la Ley Fintech:
- Fomentar la inclusión financiera en todo el país.
- Protección al consumidor.
- Estabilidad financiera.
- Sana competencia.
- Prevención y mitigación del riesgo de lavado de dinero y financiamiento al terrorismo.
Lo anterior confirma que el sector financiero está entrando en una etapa de cambios profundos a nivel mundial como regulatorios, de comportamiento de los clientes, tecnológicos y competitivos.[4] Las empresas Fintech llegaron con fuerza, y su rápido crecimiento y penetración en el mercado financiero instó a tener esta ley, pero ahora esperemos a la legislación secundaria para entender mejor cómo es que se planea el recorrer estos caminos.
Muy interesante. Creo que lo más importante es dar una seguridad a quienes ahora quieren invertir en Bitcoins, pues es la parte preocupante…muchas gracias por esta excelente aportación!
Acertadas e interesantes reflexiones. Considero que, como en otros momentos de coyuntura, el entender y adaptarse al cambio de forma gradual y sustebtable obliga a evolucionar. El “torbellino” Fintech estaba destinado a avanzar por su propia inercia y como gremio, el sector financiero debe entenderlo y aprovecharlo al maximo con la premisa de “bien comun”.
Los fundamentos ya están asentados, efectivamente habrá que esperar a que la normativa secundaria nos indique el conjunto de pasos ordenados a seguir para que los principios de la Ley Fintech se cumplan.
Estupendo análisis y comentarios. Esperemos la legislación secundaria y que el plazo que ahora ocurre y hasta la aplicación efectiva de dicha legislación, no sea un abanico de oportunidades para el fraude y el lavado de dinero.
En este periodo el gobierna tiene una responsabilidad moral, las entidades financieras un llamado a la modernidad y la detección temprana de fraudes y la denuncia.